C. J.

Un patrimonio que merece la pena ser recuperado, conservado y aprovechado como recurso turístico, histórico y didáctico. El geógrafo Antonio Huerta aprovechó la presentación, ayer, en el Club LA NUEVA ESPAÑA de Gijón del proyecto de catalogación y puesta en valor de los refugios antiaéreos de la ciudad para reivindicar el «enorme potencial» de estos elementos patrimoniales, «muy desconocidos» para la gran mayoría de la población. Huerta desmenuzó durante la charla algunas de las singularidades de los espacios que sirvieron como guarida de las bombas en julio de 1936. «La gente no se creía que les estaban atacando a ellos, de ahí que las primeras referencias en prensa incluyeran indicaciones a los ciudadanos sobre qué hacer en caso de bombardeo: al principio se hablaba de refugiarse en portales y descender de los pisos altos hacia abajo», subrayó el historiador Héctor Blanco, comisario de la exposición «Gijón bajo las bombas» y encargado de introducir la conferencia de Huerta.

Del trabajo realizado hasta el momento, que se anuncia como una primera fase de un proyecto más ambicioso, se destaca la existencia de 193 zonas acondicionadas como refugio bajo las calles de la ciudad. De ellas, 117 se corresponden con sótanos, 25 son refugios y medio centenar más, portales, explicó el geógrafo. Los más utilizados fueron los sótanos, que se encuentran en su mayoría en buen estado de conservación, con destacados ejemplos en las calles Batería, Covadonga, Garcilaso de la Vega y Cabrales, apuntó el autor.

Los refugios, menos numerosos y peor conservados, presentan un mayor interés arqueológico y arquitectónico, y forman parte de un proyecto más ambicioso de recuperación del patrimonio local. Se incluyen aquí los de Cimadevilla, Begoña, la Fábrica de Tabacos, Colegio Santo Ángel y Biblioteca Jovellanos, siendo los de Cimadevilla y Begoña los mayores, con capacidad para medio centenar de personas cada uno. El primero será objeto de un trabajo más específico, con estudios arqueológicos y arquitectónicos y con la esperanza de convertirlo en un espacio visitable ligado al proyecto museístico de la antigua Fábrica de Tabacos.

A juicio de Huerta, los refugios antiaéreos son un elemento patrimonial con enorme potencial para la ciudad y puso como ejemplo a Barcelona, Elche o Almería, que ya han hecho uso de las posibilidades de estos espacios. «Queremos que la gente que nos visite tenga un sitio para conocer la historia de Gijón y estos refugios nos permiten hacerlo», subrayó Huerta.

A la publicación de los resultados obtenidos hasta ahora y la edición de un folleto turístico se sumará la creación de una ruta interpretativa por una treintena de estos elementos patrimoniales. «Presentan un gran potencial como recurso turístico, junto con el histórico y didáctico», agregó el geógrafo. Héctor Blanco aprecia un doble valor en este trabajo, al mostrar, por un lado, su faceta reveladora de una parte de la historia local, y, por otro, el factor humano del conflicto bélico: el carácter protector del patrimonio.