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Crítica / Música

"Carmina Burana" popular

El acierto absoluto de sacar a la calle la célebre cantata de Carl Orff, a pesar de las malas condiciones acústicas y la inadecuada amplificación

Carl Orff convirtió los poemas medievales del códice encontrado a comienzos del siglos XIX en la abadía bávara de Bura Sancti Benedicti (Benediktbeuern), en una cantata icónica en el contexto de la música sinfónico coral del siglo XX, también por la característica y muy peculiar escritura marcadamente rítmica y totalmente dependiente del texto y tonalmente muy conservadora para una música escrita a mediados de los años treinta del pasado siglo. El subtítulo que le dio el propio Orff es significativo: "Canciones laicas para cantantes y coreutas para ser cantadas junto a instrumentos e imágenes mágicas". El cine de terror expandió su popularidad hasta tal punto en el género que su tipo de escritura se ha imitado hasta la saciedad en el cine como una especie de referencia a lo maldito asociado al latín como lengua oficial de la iglesia. Los cantos hablan del gozo de la vida, los placeres terrenales, el amor carnal y la sátira a lo social y religioso, como anillo al dedo para una celebración laica. Y como grandes maestros de ceremonias del rito pagano, casi orgiástico, que íbamos a presenciar, y ante el gesto perplejo y atónita mirada de la torre de la Catedral que lo ha visto todo, el alcalde Wenceslao López, Ana Taboada y Rivi, entregaron previamente la Medalla de Oro del Auditorio de Oviedo a Marzio Conti en su concierto oficial de despedida como director titular de la orquesta. El tono de la velada fue popular desde el comienzo con una presentación de "Carmina" -como nombre propio femenino, no es la primera vez-, en vez de la acentuación adecuada de "Cármina", en esta obra de "Car Lof", pareció pronunciar el presentador. Creo que el momento apropiado para entregar la medalla hubiera sido al final, lógicamente cualquier director antes de afrontar una obra de esta envergadura, tiene la cabeza y la emoción puestas en la ejecución de la misma.

No se puede evaluar musicalmente esta interpretación como un concierto al uso -y no lo voy a hacer, no sería justo, menos sin haber hecho una más que nunca necesaria, prueba acústica-.

Las condiciones sonoras apropiadas brillan en estas condiciones por su ausencia, y la amplificación resultó inadecuada: o bien tendente a la estridencia en los fortes o resultaba opaca en el detalle. La naturaleza sonora de los instrumentos orquestales, del coro y de los solistas con micrófono de cara adquieren la sonoridad de música enlatada, con toda seguridad la sensación sonora fue mejor encima del escenario que fuera de él. Una pantalla lateral amplificaba la imagen de los intérpretes, produciendo un curioso desplazamiento de retardo entre lo que veías al natural y lo mostrado en ella, muy evidente cuando enfocaba al director y podías observar los gestos no coincidentes en sincronía.

Más o menos una quincena de componentes del Coro "grande" de la Fundación y al completo el Coro Joven de la Fundación Princesa de Asturias junto al Coro de la Ópera de Oviedo, formaron un batallón coral espléndido que quedó, por la amplificación, desnaturalizado, perdiéndose la riqueza tímbrica de la conjunción de las voces que, lógicamente, en un auditorio hubiera encontrado la sonoridad idónea, lo mismo que los solistas -me gustó especialmente Javier Franco, de impecable dicción-, y sobre todo la orquesta.

Aunque hay que decir que todos estos inconvenientes son asumibles frente al acierto absoluto de sacar a la calle y acercar esta música a la ciudadanía de a pie, a personas que quizás muchas de ellas no hayan ido nunca a un concierto para solistas, coro y orquesta, y también los pagan con sus impuestos.

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