En el salón de su casa madrileña, junto al televisor en el que ve «con auténtico placer todos los partidos del Real Madrid, aunque no me gusta que pierdan el Sporting ni el Oviedo», hay dos estantes verdaderamente singulares, casi únicos entre los domicilios españoles. Ambas repisas sostienen dos estatuillas del célebre «Oscar» hollywoodiense y cuatro bustos de Goya, los galardones de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

Su poseedor, Gil Parrondo Rico-Villademoros (Luarca, 1921), director artístico, les da la justa importancia. «No fui a recogerlos simplemente porque estaba trabajando en ese momento y no por ninguna actitud como la de Woody Allen, por ejemplo». Parrondo obtuvo sus «Oscar» en 1970 y 1971, respectivamente, por los decorados de « Patton» y de «Nicolás y Alejandra», dirigidas por Franklin Schaffner. En 1972 alcanza una tercera nominación, «y a esa gala sí tenía pensado acudir, porque la película "Viajes con mi tía" era de George Cukor». Pero, finalmente, tampoco pudo asistir a causa de motivos laborales. «Desde 1939, año en el que empecé a trabajar como decorador en los Estudios Aranjuez de Madrid, hasta el presente no he parado y casi no he tenido vacaciones», comenta Gil Parrondo, que acaba de finalizar su trabajo en «Holmes, Madrid suite 1890», título provisional de la próxima película de José Luis Garci sobre el detective de Conan Doyle.

A la vez que encara sus siguientes trabajos y lejos de toda impostura, el artista luarqués explica que «lo que yo hago se suele llamar dirección artística, o diseño de producción, pero la verdad es que me considero a mí mismo meramente como un decorador de cine». Sea cual sea su cargo, lo cierto es que en sus manos estuvieron los dos decorados más grandes de la historia del cine, para las películas «55 días en Pekín» (Nicholas Ray, 1963) y «La caída del Imperio Romano» (Anthony Mann, 1964), ambas producidas por Samuel Bronston en sus estudios exteriores de Las Matas, en Madrid. La estructura para levantar una réplica del Pekín de 1900 necesitó de 400.000 metros de tubos de acero y 100.000 metros cúbicos de madera. «Hoy es imposible pensar en decorados como aquéllos porque no habría presupuesto que lo soportase, además de que todo se hace digitalmente, pero la verdad es que se nota», comenta Gil Parrondo, que de la mano de Bronston conoció una época dorada en la que el productor estadounidense -y judío- pretendió crear en Madrid una réplica de Hollywood. «A Bronston se le criticó mucho, porque decían que venía a España a buscar mano de obra barata, pero yo me pregunto por qué, si era así, después de fallecer su voluntad fue que sus cenizas reposaran en Las Matas».

La inclinación de Gil Parrondo hacia el cine había nacido en su adolescencia, cuando «las películas americanas me maravillaban, y después, durante la Guerra Civil en Madrid, me ayudaban a olvidarme de todo lo demás, que era muy duro». Durante la contienda española, Gil Parrondo realiza estudios en la Universidad Central de Madrid y en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando. Se inicia como ayudante de decoración en películas dirigidas por García Maroto y Florián Rey. Después trabaja con Sigfrido Burmann, decorador alemán, en «Locura de amor» o «Alba de América». En 1953 gana su primer premio, del Círculo de Escritores Cinematográficos, por su trabajo en «Jeromín», de Luis Lucia.

Trabaja también con Bardem, Mur Oti y Orson Welles. Llega después la etapa de Samuel Bronston y la de los «Oscar». Desde 1982 el director José Luis Garci -«gran amigo mío»- le encarga la dirección artística de casi todas sus películas, desde «Volver a empezar» (1982). Con Garci ganará sus cuatro «Goya» y junto a él, «al que inexplicablemente muchos le niegan el pan y la sal, conocí las playas del occidente asturiano, y de haberlas visto antes le hubiera recomendado esas localizaciones a David Lean para la película "La hija de Ryan"». Gil Parrondo narra sus «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA en esta primera entrega, que irá seguida de otras dos.