El delincuente más peligroso del mundo, el «Bin Laden de la red», ese ser impasible que hace enmudecer los corazones a su paso y ante cuya presencia traficantes, violadores y asesinos palidecen de terror ya está entre rejas. El mundo es mucho más seguro desde que el peligroso criminal Kim Schmitz -Kim Dotcom para los amigos- está por fin en la cárcel. Bromas aparte, su portal de almacenamiento masivo Megaupload se había convertido en el paraíso de los contenidos multimedia. Desde películas hasta música uno podía encontrar de todo en su web y descargarlo gratuitamente.

Las reacciones en todo el mundo no se han hecho esperar. Las más virulentas han sido las del grupo hacktivista Anonymous, que, en represalia por la medida tomada unilateralmente por el FBI, han empezado a atacar webs estratégicas de gobiernos y empresas de todo el mundo.

Pero hace falta preguntarse por qué este cierre ahora, cuando Megaupload llevaba años operando con total impunidad. No en vano, el grupo de webs del señor Dotcom -Megavideo, Megaporn y Megaclick, entre otras- presumía de haber superado los mil millones de usuarios, lo que se traduce en que el 4 por ciento del tráfico total de internet lo generaban sus webs.

El Gobierno Obama llevaba meses dándole vueltas a su propia «ley Sinde», llamada allí SOPA, que permitía, entre otras lindezas, bloquear y eliminar páginas web que atentaran contra la propiedad intelectual. Nada nuevo, teniendo en cuenta lo que ha ocurrido con Megaupload. Pero esa misma ley permitía además censurar actividades legales e incluso bloquear avances tecnológicos e innovadores: el Gobierno estadounidense se iba a permitir, a petición de cualquier empresa, bloquear webs como Youtube, Facebook o Google si no censuraban los contenidos con derechos de autor, ya que por el mero hecho de tener esos contenidos se convertían automáticamente en cómplices del delito. Eso sin contar con que la seguridad y privacidad de las comunicaciones en la red desaparecerían al poder espiar cualquier comunicación «sospechosa» de atentar contra la propiedad intelectual. Ante tamaño despropósito las reacciones no se hicieron esperar y miles de internautas, junto con lo más granado del sector tecnológico norteamericano firmaron una carta de protesta contra la ley SOPA. Pocos días después se les unían las empresas más importantes e innovadoras del planeta, dejando claro que iban a vender muy cara la piel de la libertad en la red. Ante tal presión, la Casa Blanca no tuvo más remedio que doblar sus rodillas y ceder a la presión de esta nueva economía. No en vano, el propio Obama cenó el pasado año en la Casa Blanca con -entre otros- los dueños de Facebook, Google y algunas otras empresas tecnológicas estadounidenses, las mismas empresas que ahora le dan la espalda y le han obligado a dar marcha atrás en una ley que sólo quieren los viejos lobbies de la industria musical y cinematográfica. Y como esto no podía quedar así, nada mejor que dar un golpe de efecto inimaginable: el cierre de Megaupload.

El sector del entretenimiento más importante del mundo, el del videojuego, ve el problema de las descargas con cierta indiferencia. Con audacia, productos de calidad y ofreciendo valores añadidos con sus productos han conseguido minimizar el daño provocado por las descargas gratuitas. Han demostrado al resto el camino a seguir en un modelo de negocio que cambia.

Pero a los ejecutivos de la vieja guardia no les gusta ver que están perdiendo el poder en favor de jóvenes y brillantes emprendedores que apuestan por las nuevas tecnologías en lugar de por las viejas costumbres. Ese modelo no interesa al todopoderoso lobby del cine. Y mucho menos al de la música. Tienen que mantener su estatus incluso a costa de los propios creadores. Pero el modelo ha cambiado, y ese cambio es irreversible.

SÍGUENOS EN TWITTER Y EN FACEBOOK

Las últimas noticias de tecnología están en nuestro

Twitter @cyberdiario y en Facebook El Cyberdiario