Las opiniones de Francisco Álvarez Molina (Madrid 1946) sobre el sistema económico tienen la solvencia de quien conoce bien la maquinaria después de veinticuatro años en la Bolsa de París, de la que llegó a ser vicepresidente y que dejó para convertirse en director general de la de Valencia, donde vive desde hace doce años. Doctor en Ingeniería Informática y licenciado en Matemáticas por La Sorbona de París, Álvarez Molina defiende con perceptible acento francés y buena capacidad expositiva la necesidad de cambiar un modelo cuyo fracaso más evidente es la que crisis en la que estamos sumidos. De ello habló en Oviedo en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA en una conferencia organizada por Tribuna Ciudadana.

-Responda a su propia pregunta: ¿se puede evitar la crisis con el modelo económico vigente?

-Se habla mucho de las medidas que adoptan los distintos gobiernos, de la postura del Banco Central Europeo (BCE) o del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero no se analiza lo suficiente si el modelo económico en el que vivimos tiene unos genes que le impiden vivir sin crisis. Hay síntomas claros de ese carácter genético de la crisis, consecuencia, por ejemplo, del gen del crecimiento. Otra característica es el uso del dinero no como herramienta sino como objetivo: el dinero por el dinero. La responsabilidad del sistema financiero es enorme, se ha llegado a poner en circulación productos que sus propios creadores tienen dificultades para entender. Además se ha montado un entramado relacional de ámbito mundial que provoca que las crisis locales tengan un efecto dominó y se extiendan a la totalidad del sistema. Creo conveniente analizar los organismos que forman parte del modelo, como el FMI, orientado a detectar las crisis económicas. La pregunta es si en todos estos organismos lo que hay es una banda de inútiles o sólo están para sostener el sistema y poner los parches necesarios para que sobreviva.

-Al comienzo de esta crisis había cierta coincidencia en que estábamos en un proceso inherente al sistema e incluso algunas voces nada radicales hablaban de la refundación del capitalismo.

-Eso lo dijo el señor Sarkozy y Strauss Kahn, entonces director del FMI, añadió que había que pegar fuego a los paraísos fiscales. El propio secretario del Tesoro de Estados Unidos, Timothy Geithner, se apuntaba a la línea de Sarkozy. No soy el único que defiende la necesidad de cambiar el modelo. En la última cumbre de Bruselas, a la que asistí porque formo parte de un grupo de trabajo, me sorprendió escuchar a la mayoría de los jefes políticos decir que lo que nos está pasando es normal porque el modelo está basado en el crecimiento. Cuando el crecimiento es fuerte los países se endeudan y cuando se para se constata que la deuda adquirida es demasiada, justamente por haber empujado de una manera artificial ese sistema. Entonces la moneda que sostiene la economía tiene dos alternativas: fabricar billetes, y viene la inflación, o devaluar, que implica un empobrecimiento. Lo importante es que los propios responsables políticos reconocen que la crisis está en la genética del modelo.

-Pero a estas alturas de la crisis parece que hayamos olvidado cuál fue el origen de todo.

-Estoy de acuerdo. Cuando la crisis de Lehman Brothers hubo que recurrir al dinero público para salvar el sistema, había que recapitalizarlo y todos los países pusieron cantidades ingentes. Y resulta que cuando llegamos a la crisis de la deuda, en la que estamos desde hace ya tiempo, esas propias entidades rescatadas son las que se están enriqueciendo. El mecanismo es muy simple. En EE UU la Reserva Federal presta al 0 por ciento y, por ejemplo, el City Bank puede comprar deuda española al 5 % con dinero prestado. En Europa el diferencial puede ser inferior porque el BCE presta al 1%. En Estados Unidos sí existe una protección única del dólar con lo que sería el equivalente a lo que aquí hemos dado en llamar el eurobono. Es un producto que cubre las garantías de todos los estados de EE UU. California está quebrada desde hace más de diez años pero cuando emite deuda lo hace a un precio razonable porque tiene la cobertura de la Reserva Federal. En Europa eso no es posible, al menos hasta ahora, por la oposición de la señora Merkel, a la que se ha plegado Sarkozy. Modificar los estatutos del BCE es complicado, como cualquier cambio que se intente abordar en Europa hoy en día. Pero hay un artículo que permite que el BCE preste dinero a lo que se llaman «entidades de crédito público», por ejemplo el Instituto de Crédito Oficial (ICO) en España o el Banco Europeo de Inversiones. Eso no requiere modificar nada y se podría poner en marcha la semana que viene. Estas entidades públicas tendrían que aplicar un diferencial, pero entre pagar una deuda al 3'5 o al 4 y pagarlo al 1'2 hay una gran distancia.

-¿Por qué no se pone en marcha entonces esa solución?

-Es la pregunta para la que no tengo una respuesta, al menos una respuesta con soporte científico. Lo que creo es que Merkel está totalmente condicionada por su calendario electoral. Los alemanes consideran que ayudan demasiado a los países del Sur, que somos unos vagos y que, para que esto se sanee como es debido, debemos apretarnos el cinturón, casi hasta quedarnos sin respirar. No hay otra razón. Hasta ahora la señora Merkel ha perdido los tres últimos comicios en los landers y dentro de un año tiene elecciones. Cuando estalló la crisis se insistió en la necesidad de regular los mercados. En Bruselas se ha vuelto a hablar de esto pero no ves decisiones. Lo que Sarkozy anuncia sobre la tasa Tobin no es una regulación, es un impuesto. Las entidades financieras son las que llevan la batuta de las medidas que adoptan los gobiernos. Es el mundo al revés. No tengo nada en contra esas entidades pero sí me opongo a que las que han sido salvadas con dinero público no tengan un actitud más solidaria. Hay fondos y grandes fortunas que se están enriqueciendo de una manera increíble con esta crisis. Ahí tenemos a Warren Buffett pidiendo pagar más impuestos. Buffett es el principal accionista de Standard and Poor's y me gustaría saber la información de que dispone antes de que esa agencia de calificación del quite la triple A a Francia.

-En Europa estamos metidos en el callejón sin salida de la austeridad que ahora parece afectar a Alemania, la que dicta la receta. Alemania ralentiza su crecimiento mientras en EE UU parece haber síntomas de recuperación.

-Eso se justifica porque Estados Unidos no tiene ningún rubor en poner en marcha la máquina de hacer billetes. Eso puede disparar la inflación pero en estos momentos el mayor peligro es la recesión, y eso lo dicen algunos premios Nobel. Merkel se está empezando a dar cuenta de ello. El crecimiento previsto en el último trimestre del año pasado en Alemania era del 2'4% y al final fue del 1%. Alemania vive de las exportaciones, el 80 por ciento en Europa. Por eso Merkel parece que empieza a recapacitar y deja la puerta abierta a un impulso que aliente la recuperación económica.

-Pero estamos en un cambio de criterio continuo. Nadie parece saber qué va a pasar en el más corto plazo.

-La complejidad del entramado europeo es tal que creo que están perdidos incluso los que viven en el centro de ese gran aparato. ¿Quién entiende la funciones de todos esos organismos? Existen reglas pero el entramado que hemos montado en Europa es tan complejo que hace que los propios gobernantes no tengan garantizado que van a llevar a buen puerto sus iniciativas. En la campaña de las pasadas elecciones generales, Rajoy y todo el PP advertían de que si ellos no ganaban el PSOE iba a subir los impuestos, que era machacar a la clase media y una catástrofe para España. Llegan al poder, miran lo que hay y suben los impuestos. Esto es algo que me inquieta porque me gusta ver posiciones contrastadas, distintas, y ver a personas que defiendan sus argumentos. Pero comprobar que todo es tan cambiante provoca una gran desconfianza en la clase política, no sólo en España. Sarkozy se apunta ahora a soluciones que ha desdeñado en los años en que lleva gobernando. Y no se trata de alguien que rectifique aquello en lo que se equivocó, que es lo natural, porque estas personas no se equivocan nunca. Nunca compartí la actitud de la señora Thatcher pero con ella sabíamos a qué atenernos, era algo sólido. Viví una parte de la época De Gaulle en Francia y eran políticos de los que podías discrepar pero tenían talla. Ahora nunca sabemos si lo que anuncian se va a hacer o no. Y en las salidas de la crisis la cuestión de la confianza es muy importante.

-Es de los que considera entonces que asistimos a una devaluación de la política y a una suplantación de la democracia por los mercados.

-Absolutamente. Lo estamos viendo en Grecia o en Italia. Lo que no puede ser es que pongamos nuestro bienestar en manos de gobernantes a los que elegimos y que luego sean otros los que deciden.

-¿Cuál es la alternativa a ese sistema?

-Por el momento no existe pero hay una vía que se llama el modelo económico del bien común. Es algo que tiene tres años de vida pero que puede expandirse de forma acelerada. Se basa en el preámbulo de todas las constituciones, incluida la española, en el que se dice que uno de los objetivos del Estado es la búsqueda del bien común de las personas. Debemos cuestionar primero si es necesario el crecimiento continuo y el reparto de lo que tenemos. No se trata de capitalismo ni de comunismo, es un modelo que toma aspectos de ambos. Propone una banca pública sobre la idea de que el dinero público debe tener una estructura de gestión pública. Hemos visto cómo los fondos que el ICO destina a financiar a empresas no llegan a quienes los necesitan porque hay que encauzarlo a través de la red de oficinas de la banca privada. Este modelo se desarrolla a partir de un libro del economista, periodista y profesor austríaco Christian Felder. El modelo tiene una hoja de ruta. Empieza por aplicarse en las empresas y consiste en medir el crecimiento por los valores del bienestar. Una empresa que funciona y sus empleados tienen unas retribuciones razonables si no crece no pasa nada porque está creando riqueza y sostiene a quienes trabajan en ella. Define también una escala salarial en las empresas de manera, por ejemplo, que si el salario mínimo es de 1.000 euros el máximo no puede ser superior a 15.000 euros. Por primera vez he encontrado una lógica que de aquí a veinte o treinta años puede hacer que el modelo cambie. También se modifica la noción del Producto Interior Bruto (PIB) ¿Qué bienestar produce un país que vende armas o una empresa que crece mucho pero destruye el medio ambiente?

-Eso es tanto como acabar con el imperio de la cuenta de resultados.

-Efectivamente porque estamos ante otro caso en el que se habla del dinero por dinero. Los parámetros de medida del sistema actual dejan fueran los impactos negativos que la actividad económica pueda generar, lo que no parece natural.

-Usted encabeza una asesora financiera en cuyo nombre aparece la palabra ética. Eso es como lo de la música militar, términos contradictorios.

-Es una asesoría financiera independiente. Cuando me salí de la Bolsa de Valencia estuve trabajando dos años en un banco para ver los toros de cerca. Cuando eres gestor bursátil no eres inversor, no puedes serlo porque estás al corriente de un cierto número de cosas que te lo impiden. Asesoro a la gente sentándome con ella, viendo lo que tiene y trazando un perfil de inversor. El nombre puede parecer un oxímoron pero surgió jugando con palabras experiencia, transparencia, independencia, confianza y acción, que son los valores por los que nos regimos.

-Usted es también autor de una guía para pequeños inversores en Bolsa pero con la clase media laminada por la crisis no parece que el capitalismo popular tenga muchas opciones.

-La Bolsa se crea para poner en contacto a quien tiene ahorros con el que necesita financiación para su empresa y crear empleo. En un primer momento las bolsas no tenían nada que ver con los bancos. Hasta 1990 en España existía el agente de cambio y Bolsa. Para los bancos eran enemigos del negocio porque captaban dinero sin que ellos se llevaran comisión alguna. Así fue como se hicieron con la Bolsa. En los 90 todavía había una cierta democracia bursátil pero cuando los bancos le echaron la mano encima se terminó. La Bolsa ya no es barómetro de la economía ni de nada. Cuando se creó el ibex-35 podíamos constatar un paralelismo entre ese índice y el general, pero ahora se altera con las cotizaciones de cuatro empresas. Se ha deformado todo incluso desde le punto de vista de la vigilancia. Al pobre inversor lo machacan.