Ángel tiene 25 años. A duras penas consiguió acabar la Educación Secundaria obligatoria. En cuanto pudo dejó de estudiar y empezó a trabajar. Tenía 17 años y en seguida encontró un empleo en la construcción. Ganaba entre 2.000 y 3.000 euros al mes, lo que le permitía llevar un buen nivel de vida e incluso prestarle dinero a su hermano Jesús hasta que acabó su carrera y empezó a trabajar. Después, los dos se ganaban la vida, aunque Ángel mejor que Jesús, porque el «boom» de la construcción permitía unos salarios que en otros sectores ni se aproximaban. Pero entonces llegó la crisis. Ahora es Jesús el que ayuda a su hermano, que lleva dos años en el paro y con pocas perspectivas de encontrar un empleo a corto plazo. La construcción está paralizada y no tiene formación para optar a otro sector.

El ejemplo, con nombres ficticios, es fiel reflejo de la realidad y de uno de los graves problemas estructurales que tiene España, un país que avanza peligrosa y rápidamente hacia los seis millones de parados, de los que casi tres millones tienen un bajo nivel educativo, y de éstos sólo algo más de la mitad acabó la Educación Secundaria Obligatoria. Un handicap que complicará aún más su reincorporación al mundo laboral si se tiene en cuenta que la mayoría de los empleos sin cualificación que se han perdido no va a volver. Nunca vuelven tras una crisis, aseguran los expertos.

El país ha perdido en los últimos cuatro años 2,7 millones de empleos y de ellos el 80% correspondía a trabajos que desarrollaban personas con escasa formación. Por contra, los que tienen estudios universitarios o una formación profesional superior han conseguido resistir mejor, como prueban los siete casos asturianos que ilustran este reportaje. Es más, 107.000 personas han logrado un puesto de trabajo, aunque es cierto que otras muchas figuran en las listas del paro. Pero es la primera vez en la historia que hay trabajando más personas con alta cualificación que no cualificadas.

España vive en los extremos. Es el país con más sobrecualificados de la OCDE y el que tiene también una tasa más elevada de abandono escolar: el 30 por ciento -sólo Turquía es un competidor directo-. Es una de las consecuencias más graves que ha tenido volcar los recursos de la época de la abundancia en un modelo económico que apostó por el ladrillo y el turismo de sol y playa. Lo contrario de lo que estaba sucediendo en el centro y el norte de Europa, donde la apuesta se centraba en sectores con alto nivel de conocimientos y servicios avanzados, que requieren una elevada cualificación universitaria o profesional. Y todo ello bien remunerado.

Florentino Felgueroso, profesor de la Universidad de Oviedo e investigador y miembro de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA), y Luis Garicano, profesor en la London School of Economics, lo han explicado recientemente utilizando como recurso metafórico la «enfermedad holandesa». Holanda descubrió en el año 1959 que había enormes yacimientos de gas natural en el mar del Norte, que empezó a vender. El considerable aumento de la riqueza del país supuso la entrada de capitales y una revalorización del florín, lo que provocó una pérdida de competitividad en las exportaciones y la destrucción del sector manufacturero holandés. En España el valioso recurso natural fue el turismo y con él se desató la construcción. La demanda interna se disparó y se produjo una especialización productiva en un sector muy intensivo en mano de obra, pero con poca cualificación. Mientras tanto, se aparcaron los sectores ligados a la alta cualificación.