El sexo es mucho sexo. Indudablemente. Su práctica da mucho gustirrinín. Pero, también, dolores de cabeza. Y es que, prácticamente, desde que hombres y mujeres viven en pareja han sentido la necesidad de procrear y aumentar la prole. Para algunas personas esto resulta muy fácil. Otras lo tienen más complicado. Por otra parte, muchos hombres y mujeres tratan, al precio que sea, de evitar los embarazos; de hecho, si repasamos un poco la historia, vemos que ya en las civilizaciones antiguas se registran referencias a actuaciones poscoitales, para evitar el embarazo, y que van desde danzas y movimientos enérgicos hasta lavados e introducción de todo tipo de artilugios y sustancias en la vagina. Afortunadamente, en la actualidad, disponemos de gran variedad de métodos contraceptivos y, sobre todo, de las sustancias hormonales, cuya aparición abrió la puerta a la posibilidad de modificar los sistemas que regulan el proceso reproductor, introduciendo dificultades con el fin de impedir una gestación después de un coito no protegido.

Ahora bien, a pesar de todo ello, el número de abortos sigue creciendo. Los datos aportados por el Ministerio de Sanidad, referentes al número total de abortos en 2010, reflejan un incremento del 1,3% respecto al año 2009. Y esto resulta incomprensible, si tenemos en cuenta que, en una sociedad como la nuestra que acepta la sexualidad con naturalidad, el número de abortos está relacionado con la accesibilidad de métodos anticonceptivos. Porque todas las personas, además de tener acceso a ellos, disponemos de muchísima información. Entonces, ¿qué es lo que ocurre?, ¿quizá se hace necesario un cambio de hábitos en la sexualidad y en la utilización de métodos anticonceptivos fiables?, ¿y cómo y desde dónde debe llevase a cabo esa instrucción?, ¿qué tipo de personas pueden ser adecuadas para transmitir estas enseñanzas?, ¿tendríamos que hacer un hincapié especial en el asentamiento de unos valores adecuados?

Sin duda, es necesario un cambio, llevando a cabo una educación sanitaria que favorezca el conocimiento y buen uso de los métodos contraceptivos, sobre todo del preservativo, y de la anticoncepción de emergencia, de las condiciones en que ésta debe ser usada ?, de lo que implica la sexualidad, ya que seguir haciendo lo mismo supone tener los mismos desafortunados resultados, que, en el fondo, indican claramente que somos pasotas, irreflexivos y torpes, por no saber disfrutar de tantos y tantos contraceptivos que los adelantos de la ciencia han puesto en nuestras manos.