Etelvino González (Amandi, Villaviciosa, 1937) relata su ingreso en el PSOE durante la Transición y su trabajo en Madrid.

Sin absolución. «En Madrid, mientras estaba con la reforma de los centros educativos municipales y tenía el despacho en el Colegio de San Ildefonso, hice la tesis doctoral, precisamente sobre el origen del San Ildefonso en el siglo XVI y los colegios de doctrinos en la España del Siglo de Oro. Traté con Tierno Galván desde 1979. Sólo he militado en el PSOE, pero tal vez si hubiera conocido antes el PSP de Tierno me hubiera atraído. Era un partido de cuadros, cosa que no tenía el PSOE en abundancia, pero después la gente del PSP se integró en el PSOE perfectamente y hay casos notables de dirigentes, como Pedro de Silva y muchos otros. Ya digo que con Tierno conviví en el Ayuntamiento de Madrid. Era un personaje curiosísimo: Tierno era una especie única. Recuerdo aquella frase suya: "Dios no abandona nunca al buen marxista", y agregaba: "No lo echen en broma, no lo echen en broma". Pero de ahí a que recibiera la comunión antes de morir... Ésa es una chorrada ibérica, como la de que Ortega había recibido la absolución. Me cabrea porque es el afán de la derechona de captarlo todo; es como decir: "Al final vienen a nosotros". Tierno, cuando tuvo el cáncer diagnosticado, sí decía que en la tesitura en la que él estaba se veían las cosas de otra forma, pero no dijo más y no hubo ningún cura por el medio. Me acuerdo del caso de Ortega, con aquel agustino, Félix García, asturiano de Noreña, del que se decía que si había ido a verlo, que si lo había confesado... Además, es feo jugárselo todo al último cuarto de hora. Si Dios es serio, y creo que es algo muy serio, ¡hombre!, no te lo juegues todo al último momento».

Sacas a la cárcel. «Respecto a mi militancia en el PSOE, yo había colaborado en Barcelona mucho con el PSUC, el Partido Socialista Unificado de Cataluña. En mi casa se reunía el comité del PSUC sin que yo supiera quiénes eran; luego los he ido identificando por la prensa. En la Universidad yo había conocido al ingeniero y sindicalista Quim Boix y así, mediante amigos de amigos, los del PSUC venían a casa, aunque yo nunca me afilié. Y tampoco lo hice en el PC porque no me sentía comunista, aunque sí colaboraba. Por ejemplo, en mi casa recogíamos libros, comida, ropa o tabaco para los presos políticos, y periódicamente íbamos mi mujer y yo con unas sacas a la cárcel a llevarlo, lo cual significaba estar fichados».

Recelo hacia Isidoro. «Yo me sentía socialista, pero no encontraba el partido y ya en Madrid sí lo encontré. Fue Carlos Zayas, que era un histórico del partido renovado, diríamos, el que me presentó a Paco Bustelo, y en casa de Paco nos reuníamos todavía en la clandestinidad. Más tarde Paco me puso en contacto con Luis Gómez Llorente, con quien yo trabajé en formación e incluso la campaña electoral de 1977 la vine a hacer a Asturias con él. Pertenecí al grupo que en Madrid reestructura el PSOE como Federación Socialista Madrileña y en el salón de mi casa se montó el congreso. Fui el primer secretario de formación y después en dos o tres ocasiones más. En función de eso monté muchos cursos de formación y una cosa que se llamó Cemes, Centro Madrileño de Estudios Socialistas. En el PSOE madrileño había al principio gran recelo hacia el socialismo andaluz y hacia Isidoro, Felipe González. Participé de ello hasta que fui conociendo a las personas y sus aptitudes. Hay un hecho que para mí es clave: la noche después de la matanza de los abogados laboralistas de Atocha, en enero de 1977, acababa yo de llegar a casa y suena el teléfono; me llamaba Gómez Llorente, que vivía cerca, y me dice: "Vente aquí que están pasando cosas tremendas y trae el coche"».

Bofetadas de todas partes. «Fui y me encontré con Juan Luis Rodríguez-Vigil, ya antiguo amigo, y con algunos otros. Se estaba montado un comando para sacar a Felipe González de su casa, porque no se sabía si estaban asesinando a líderes políticos. Nos fuimos a casa de Felipe y allí había un guardia a la puerta, con una metralleta. En su casa estaban Lalo López Albizu (el padre de Patxi López), Javier Solana, Guillermo Galeote y algunos más. A Felipe lo conocía muy poco, pero su serenidad, su aplomo y la lucidez que le vi aquella noche me sedujeron por completo. Me pareció un dirigente serio, maduro, porque nosotros íbamos a sacarlo para esconderlo y él se negó. Recuerdo que Javier Solana le decía: "Felipe, llama a Suárez". Y Felipe le respondió: "¿Crees que me va a decir que él vendrá a arreglarme los problemas? He estado esta tarde hablando con él y no sabe de dónde le vienen las bofetadas". Rodríguez-Vigil, que estaba delante, lo tiene que recordar. Cuando vimos, ya a las tantas de la mañana, que Felipe estaba imperturbable y decía que no podía meterse debajo de la cama, nos fuimos Juan Luis y yo al Primero de Octubre, donde estaban los muertos. Volví a casa a las cinco de la mañana».

Renuncia al marxismo. «También traté a Alfonso Guerra, por el que tengo una gran admiración personal y política, lo cual no quiere decir que esté de acuerdo en todo. Yo había dirigido un estudio sobre necesidades de la población de Madrid con vistas a lo que había de ser en un momento dado un programa electoral. Se lo llevé a Alfonso y fue mi primer contacto con él, que comentó: "Hay que hacer muchas cosas de éstas y dejarse de ideologías, porque estamos abocados a las elecciones". Luego he tenido más encuentros con él y le tengo un gran aprecio. Cogí el congreso del PSOE de la renuncia al marxismo y el congreso anterior, que fue el primero en la legalidad. La renuncia al marxismo me pilla en mi casa, convaleciente de una operación importante. Esa renuncia no me impresionó mucho porque ya la veíamos venir. Lo que sí me impresionó fue la dimisión de Felipe antes de eso. Llegué a llorar. Pensé que se nos acababa todo, que aquella gran ilusión se venía abajo. Pasados los años ya, vas viendo que el partido es otra cosa, que hay otra gente. Pero estamos hablando de hace treinta y tantos años. Y en aquel momento la renuncia al marxismo fue un gran acierto estratégico e histórico. El marxismo tiene elementos que son ya irrenunciables y que están incorporados al bagaje intelectual general, pero tiene otros, como el marxismo leninista y conquistador, y ésa fue la renuncia, pese a que vivíamos muy encerrados en España. Pero los que tenían más contacto exterior lo veían claro. En mi caso, gracias a trabajar para la Fundación Friedrich Ebert estuve en Alemania bastantes veces, en Bonn, y no digo que lo tratara, pero sí hablé algunas veces con Willy Brandt o conocí a Mitterrand. Tengo que decir que yo me dediqué a la formación de cuadros y no estaba en las movidas políticas, pero la Fundación Ebert fue importante para el PSOE e incluso para otros partidos. Por ejemplo, tiene importantes contactos con Fraga y su gente porque en aquel momento no estaba todo tan definido y había un cemento común: normalizar España y traer la democracia».

Adjudicaciones irregulares. «La crisis de Alonso Puerta y su expulsión del PSOE en 1982 la seguí en primera línea. Nadie vio, o los dirigentes del partido no lo sospecharon, que eso conducía a los caminos que hemos visto después. Alonso Puerta era secretario general del PSOE de Madrid y denuncia unas adjudicaciones irregulares y un trato de favor en el Ayuntamiento de Madrid. No recuerdo los detalles, aunque guardo una caja con documentación. Entonces se monta un cirio. Fue expulsado en los primeros días de octubre de 1981 y lo vivo en primera fila porque cuando a él le llama la comisión de conflictos, un sábado, yo lo estaba esperando en mi despacho de la plaza Mayor para que me contara qué había pasado. Me lo explicó y no me lo podía creer. Aquello no quebró mi confianza en el partido, pero sí en ciertos dirigentes. Y he de decir que Alonso, a lo largo de estos 30 años, ha tenido un comportamiento que si digo elegante digo poco, porque ha tenido invitaciones de todo orden para explotar aquello y no lo ha hecho nunca, sino que ha sido muy respetuoso con el PSOE. La prueba es que dirigentes que entonces estuvieron esquinados con él después lo tratan con gran respeto. Después, Alonso hizo una gran labor en el Parlamento europeo. Hablo de un amigo, pero no hablo así de él porque sea amigo, sino que soy amigo suyo porque él es así».