Desde que en 1973 la mili en Melilla trastocó su propósito de dedicarse al cine y alumbró su primera novela, Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) ha ido alimentando un historial literario en el que ya se acumulan más de una treintena de libros, algunos de ellos títulos ineludibles, como «El mal de Montano», «Doctor Pasavento» o «Dublinesca». A ellos se añade ahora «Aire de Dylan» (Seix Barral), el más reciente resultado de su escritura indagatoria, uno de cuyos rasgos netamente contemporáneos consiste en subvertir los límites entre géneros, en borrar la ya de por sí demasiadas veces difusa frontera entre lo que acontece y lo que lleva firma de autor. La misma inclinación hacia lo cambiante, la transformación continua y lo inclasificable que le lleva a proclamar a Bob Dylan como modelo del artista de nuestro tiempo.

Enrique Vila-Matas estará el próximo 27 de abril en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, en un acto organizado por Tribuna Ciudadana.

-El protagonista de su novela centra su vida en el fracaso. ¿Por qué el fracaso da más juego literario que el éxito?

-Se acerca más a la verdad de la vida y, además, donde hay conflicto, uno siempre se aburre menos.

-El fracaso es quizá el asunto con mayor vigencia en este momento. Eso que llaman crisis sistémica no parece otra cosa que un gran fracaso global.

-Siempre ha sido todo un caos indominable, pero antes nos engañábamos creyendo que había unas pautas y había un cierto orden guiando los acontecimientos, tipo guerra fría, rusos y norteamericanos, y Tercer Mundo, por ejemplo. Ahora nada de lo que ocupa la atención mediática tiene un encaje dentro de una historia mínimamente sensata. Túnez, el 15-M, la rebelión de Wall Street, Grecia, Irán. Nada está entrelazado. Nunca estuvimos tan lejos de la globalidad. Es la gran paradoja actual. La gente se mata cuando hay conflictos tribales, y esos conflictos tribales se dan tanto en Nueva York como en Sierra Leona.

-Nunca hubo tanta presencia de VilaMatas en las librerías. Un autor de éxito indagando sobre el fracaso puede parecer una impostura.

-También indago en mi novela acerca del éxito: el secreto de éste consiste en ofender al mayor número posible de gente.

-Usted afirma que Bob Dylan es el paradigma del artista moderno. ¿En qué consiste ese paradigma?

-Los que han visto de cerca a Dylan, fuera del escenario, dicen que su rostro tiene la extraña propiedad de exhibir todas las edades y las etapas por las que han pasado todos los Dylan. Y eso que los Dylan son muchos hasta la fecha: el cantante de protesta, el mesías electrificado, un músico convertido en creyente, un poeta andrógino que revolucionó el folk, el gitano divorciado, el Oblomov que se encogía de hombros y al que nada le importaba durante los años ochenta y, finalmente, el cowboy crepuscular de hoy en día cabalgando hacia no sabemos dónde.

-En el empeño en degradar a su hijo, la pérfida madre del personaje principal vincula el término artista con autista. ¿Son dos conceptos tan próximos como aparentan en ese juego de palabras?

-No. Eso sólo puede decirlo una madre pérfida o idiota.

-El escritor Vila-Matas es, según reconoce, un detective que investiga sobre la realidad. ¿Cuál es su método?

-En «Aire de Dylan» no tenía, al principio de todo, nada, ni una línea, ni una idea. Todo empezó cuando en una entrevista colectiva de Facebook alguien me preguntó si estaba realmente seguro de que la frase «Cuando oscurece siempre necesitamos a alguien» era de Scott Fitzgerald. Yo la había oído en «Tres camaradas», filme de Frank Borzage, en el que Fitzgerald era uno de los guionistas y di por sentado que sólo podía ser de él. Aun así, comencé a indagar, sólo por el placer de indagar. Quedé con Javier Coma, que lo sabe todo acerca de la época dorada de Hollywood, y le pregunté qué sabía de este asunto. Lo que me contestó puso en marcha la novela entera.

-En sus libros hay un continuo tránsito entre ficción y realidad en el que el propio autor toma cuerpo de personaje. ¿La novela es una forma de autobiografía?

-«Aire de Dylan» es exactamente la autobiografía falsa de un escritor barcelonés muerto, el escritor Juan Lancastre. Añádase a esto que para mí toda autobiografía es una impostura, pues habla siempre «otro» en la autobiografía?

-Disculpe que vuelva sobre un asunto que quizá le resulta tan tedioso como al narrador de su última novela. ¿Sostiene como él que la realidad, por inexplicable y porque puede escapar a toda regla, es superior a la ficción, sujeta a mayores limitaciones?

-No, creo que no. Estoy mucho más de acuerdo con el joven Vilnius cuando dice que él sólo sabe que si algún día alguien, un Einstein del futuro, explica el funcionamiento íntegro del universo, lo que le está ocurriendo quizás acabe resultando no tan raro.

-Con la perspectiva de los seis años transcurridos, ¿puede aclararnos si el supuesto cambio personal y literario que siguió a su enfermedad fue real o se trata de una creación más?

-Es una realidad.

-¿Cómo es el Vila-Matas renacido tras la enfermedad, en lo personal y en lo literario?

-Trato de averiguarlo cada día, sin que llegue a certeza alguna por el momento. Créame que si llego a saberlo algún día, no me temblará el pulso a la hora de relatarlo con toda precisión.

-¿Hay algún hecho real que le hubiera gustado que llevara su firma como autor literario?

-A veces pienso que todo lo que desde hace seis años vive Sophie Calle -por si alguien no lo sabe, una gran artista francesa- se lo he escrito yo.

-Asegura que borrar resulta clave en la escritura. ¿Se trata de un ejercicio de autocrítica o una forma de desapego de lo que hace?

-Escribir es corregir. Y en cuanto al desapego, nada de nada, me apasiona mi trabajo, quizás ahí esté la clave de todo.

-¿Sería capaz de escribir una novela ajustándose a las normas de un manual de lenguaje no sexista?

-No, no creo. Hasta los 27 años viví en un país donde había que escribir con censura, no me gustaría volver a eso.

-¿Es usted usuario de redes sociales?

-Sé que en Facebook funciona por su cuenta un muy activo espacio llamado «Enrique Vila-Matas. Leyendo a Vila-Matas». Hay unas 2.000 personas inscritas ahí. Pero no estoy en Facebook ni en Twitter porque me quitaría tiempo para mi trabajo. Sí tengo, eso sí, una maravillosa web en blog (www.enriquevilamatas.com), que crece en visitas a un ritmo extraordinario.

-Ha escrito algún reproche sobre la escasa contribución de nuevos medios, como Twitter, a una mejor comprensión del mundo. ¿Demasiado ruido y poca inteligencia?

-No, escribí acerca de la complejidad como elemento necesario para la escritura y algunos tuiteros se sintieron directamente aludidos ¡Como si me dedicara yo a leer a los mil millones de tuiteros que hay en el mundo!

-Como lector, ¿se deja seducir por los nuevos soportes o su fidelidad al libro es inamovible?

-No se trata de una cuestión de fidelidad. A esos nuevos soportes no les doy la espalda, pero para mí es evidente que un libro siempre será algo más completo que un e-book, por mil razones que los que sabemos qué es verdaderamente leer conocemos de sobra.

-Hay materiales de sus novelas que son rastreables en sus artículos periodísticos. ¿Cuál es, en su caso y si existe, el vínculo entre uno y otro género? ¿Suscribe aquello que decía Delibes de que el periodismo es el borrador de la literatura?

-Como dijo recientemente Ricardo Piglia, hago una obra única en la que se narra -desde distintos ángulos- la historia imaginaria de la literatura contemporánea. Desde uno de esos ángulos está contado «Aire de Dylan». Mis novelas son una reconstrucción sarcástica y apasionada de las guerras, los furores, los lugares, los sueños, las obsesiones de los escritores, los lectores, los traductores, los libreros, los editores o los críticos. Eso mismo hago en mis artículos periodísticos, muy literarios generalmente. Es lógico que haya comunicación entre mis novelas y éstos.