La publicación se origina en la certeza de que cada instante de la historia produce una clase distinta de monumentos, muy condicionados en su localización y su estructura por el tipo de sociedad a la que sirvieron. Había un hueco inédito en la «lectura» del pasado sobre los muros de las joyas arquitectónicas y a eso va esta perspectiva que desbroza un camino poco explorado hasta ahora. A través de los relatos y las investigaciones de Javier Rodríguez Muñoz, historiador y director del Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA, la obra disecciona el contexto de la construcción, los autores, el entorno social y las circunstancias a las que los azares de la historia fueron sometiendo a cada edificio. Es un intento de adelantarse, por ejemplo, a la pregunta por la localización de algunas iglesias románicas desplazadas de los grandes núcleos habitados, es el porqué del emplazamiento de San Vicente de Serrapio, en Aller, que ocupa una planicie elevada, apartada, lejos del poblado porque nació para atender a una sociedad rural dispersa que todavía no se concentraba en pueblos. O el momento histórico distinto al que responden las catedrales y templos góticos, situados ya en el centro de las villas y las ciudades para dar cobertura a los nuevos modos de las aglomeraciones humanas diferentes que alumbraron las cartas fundacionales con las que la monarquía dio a luz a las primeras polas a partir del siglo XII. Sería un ejemplo la basílica de Santa María del Conceyu, en el mismo centro de Llanes, pero este ejercicio de la reconstrucción del pasado leyendo piedras es posible, a la vista está, en edificaciones de toda índole. También en algunos inmuebles de la calle Uría de Oviedo, levantados para la nueva burguesía que se incrusta en la estructura social a partir de mediados del XIX y pide otro tipo de construcciones...

«Asturias monumental» propone un trayecto integral con paradas por toda la región en modelos de arquitectura religiosa y de edificación civil, en las iglesias y los monasterios, en las informaciones insertadas entre las piedras de los castros o en los puentes medievales que señalizan viejos puntos de paso desplazados por las vías más actuales de comunicación. Cabe aquí Cangas de Onís, nudo añejo de la ruta entre el centro y el Oriente, pero también el puente de Olloniego, en Oviedo, hoy ya sin caminos a los lados, pero en su tiempo hito esencial en la salida de Asturias por el Sur, asociado al cobro de un portazgo por el tránsito de mercancías y a la construcción defensiva que sigue a su lado. Se diría que cada monumento esconde su razón de ser, que «tiene una especie de ADN histórico», resume Javier Rodríguez Muñoz, que «vamos a tratar de leer».

Estimulado por ese espíritu, descifrando los códigos ocultos tras las obras de arte, el coleccionable encuentra otras puertas de acceso a la historia. Para entrar a la fundación de la Universidad de Oviedo, sin ir más lejos, a través del medio siglo de idas y vueltas, de las cortapisas que puso el hijo y heredero del inquisidor Fernando Valdés Salas a la edificación de la institución que éste había dejado ordenada por escrito en su testamento y que venía a quebrar el aislamiento de aquella Asturias de finales del siglo XVI donde los estudios estaban restringidos a las clases pudientes que podían costearse el desplazamiento fuera de la región.

La obra, que ni es una historia del arte al uso ni un tratado histórico convencional, recorre con ese ánimo ilustrativo los vestigios arquitectónicos visibles, pero en algún punto también los que se ha llevado consigo la historia. Es el caso del monasterio cisterciense de Santa María de Lapedo, en Belmonte de Miranda, del que no quedan más que las ruinas difícilmente reconocibles de lo que un día fue su iglesia. Y ya no está porque el cenobio tuvo un coto señorial al que la población debía servidumbre, porque la férrea autoridad de los monjes generó tanto odio que la venganza de los siervos, tras la Desamortización, a mediados del siglo XIX, arrasó el edificio sin dejar piedra sobre piedra.

Con el enfoque nuevo de esta historia a través del arte, LA NUEVA ESPAÑA prolonga la biblioteca de temas asturianos que ha construido en las últimas dos décadas.