Lynn Maurice Ferguson Arnold (Durban, Sudáfrica, 1949), ex ministro de Educación y Economía por el Partido Laborista australiano y presidente del estado de Australia del Sur entre 1992 y 1994, doctorado en lingüística con una tesis sobre el asturiano abandonará en junio su exitosa carrera profesional para tomar los hábitos y servir a Dios en la Iglesia anglicana. Arnold, que en 1994 llegó a Oviedo para investigar sobre la lengua asturiana en los archivos de LA NUEVA ESPAÑA, con su mujer, Elaine, y sus cinco hijos -entre ellos dos parejas de gemelos-, era hasta hace unos días el primer australiano autor de una tesis doctoral sobre el asturiano. Ahora también será el primer pastor anglicano con conocimientos de la lengua autóctona del Principado.

El lunes 16 de abril, Arnold provocó un enorme revuelo en su país al anunciar que en junio dejará la dirección de Anglicare S. A. -una especie de Caritas de la confesión anglicana-, para ordenarse diácono o ministro. «Debo meditarlo, un diácono está más focalizado en la comunidad que un ministro volcado en la parroquia, por eso necesito un período de discernimiento», comentó a LA NUEVA ESPAÑA, en conversación telefónica desde su casa en Adelaida. Lo que tiene claro es que se siente llamado por Dios para emprender un nuevo camino.

El mismo 16 de abril, la web de Anglicare emitió el comunicado contando el nuevo rumbo de su máximo responsable. «Con tristeza y emoción comparto que voy a estudiar teología y ordenarme en la Iglesia anglicana», indicaba. A los 63 años siente que es el momento de dar un giro. Cesará oficialmente en su cargo el 30 de junio y en julio emprenderá un semestre de estudio en la Facultad de Teología de San Barnabas, en Adelaida. No oculta su entusiasmo ante los cambios, para los que cuenta con pleno apoyo de su familia. Hace hincapié en que la decisión está muy meditada.

«No ha sido fácil y me ha llevado una profunda reflexión... quería dilucidar cómo sería mi vida a partir de ahora», indica. En realidad empezó a madurar la idea hace cuatro años. «Recé mucho y practiqué un estricto ayuno de siete semanas. Dediqué mucho tiempo a pensar lo que quería hacer en el futuro», señala. «No sabía si mi llamada era algo realmente profundo o sólo algo que parecía interesante, y me lo preguntaba. Tenía que estar muy seguro», añade.

Curiosamente, su encuentro con la vocación es en parte consecuencia de su estancia en España, donde además de investigar en Asturias realizó un máster en Esade (Barcelona). «Vivía en Valencia e iba tres días a la semana, allí se transmite un fuerte mensaje para pensar en nuestra contribución al resto del mundo y me hizo reflexionar». El ex político, que en su juventud fue activista contra la guerra del Vietnam, leyó su tesis doctoral en 2003 en la Universidad de Adelaida, titulada «Percepciones del lenguaje y la identidad en Asturias y sus implicaciones en política lingüística y desarrollo» que ha sido todo un hito, tal como ha señalado públicamente la institución académica. Arnold se define como una persona «muy religiosa y comprometida socialmente». Así lo avala su trayectoria profesional. Tras dejar la política, trabajó para la organización humanitaria World Vision, entre 1997 y 2007. Más adelante «fichó» por Anglicare.

El caso de Lynn Arnold es excepcional. Él es consciente de ello. El precedente más cercano es el ex ministro, también laborista, Michael Carter Tate, de Sidney, que se ordenó sacerdote católico.

Un año inolvidable en el Principado, que exploró a fondo

Lynn Arnold y su numerosa familia vivieron en la ovetense calle Campomanes en 1994. Desde allí exploraron la región palmo a palmo. En la conversación telefónica con LA NUEVA ESPAÑA, desde Adelaida, el ex político destacó el cariño que guarda al Principado y especialmente a todas las personas con las que trató en el periódico y en los ámbitos académico y político.

El idilio de Arnold con la forma de expresión vernácula asturiana comenzó a finales de la década de los ochenta del siglo pasado. Entonces empezaba a investigar lenguas españolas, aparte del castellano, para comprender cómo habían sobrevivido a través de los siglos. Marisa Ford, una asturiana que trabajaba en el Consulado español de Melbourne, lo acercó a la lengua asturiana. Le envió un libro escrito por Lorenzo Novo Mier. Dos años más tarde conoció a otro asturiano, José María Díaz, que había sido nombrado por el Gobierno español para promover el castellano en su estado de Australia del Sur. Le llamó la atención que en las antípodas del Principado hubiese alguien interesado en profundizar en su lengua.

Arnold habla español pero con el asturiano no se atreve, a pesar de que le encanta su sonoridad. Prefiere conversar con LA NUEVA ESPAÑA en inglés, pero se le escapan expresiones y giros en castellano. Se entusiasma al hablar de su estancia en Asturias y en este periódico. «Fue un tiempo inolvidable tanto para mí como para mi esposa y mis hijos, que lo recuerdan con mucho cariño», afirma.

El presidente del Partíu Asturianista (PAS), Xuan Xosé Sánchez Vicente, aún conserva un boomerang que Arnold le regaló y con el que David, su nieto pequeño, se empeña en jugar. A Sánchez Vicente no le sorprendió demasiado conocer el nuevo giro en la vida del intelectual australiano. «Era el tipo de persona que piensa en los demás, muy reflexivo», indicó. Gabino de Lorenzo, actual delegado del Gobierno y por entonces alcalde de Oviedo, también lo recibió en el Ayuntamiento. Arnold llegó a pronunciar una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Oviedo. Y en las antípodas de España y de Europa, le sale la vena de servidor público y político en el dique seco. «Me entristecen los difíciles tiempos económicos que viven España y el resto de Europa; tengo amigos en Asturias y no me gusta ver que lo pasan mal», comenta. La economía australiana poco o nada tiene que ver con la del viejo continente. «Nos va bien, aun así creo que al conjunto mundial podría ir mucho mejor si las cosas se hiciesen de otro modo». Una de las premisas para voltear la tendencia es, a su juicio, adoptar una visión menos materialista de la vida. «No todo debe fiarse al crecimiento; la población no aumenta, debemos reconducir el modo de obtener buena calidad de vida». Su visión sobre las políticas de austeridad es clara. «Los gobiernos no pueden gastar más de lo que ingresan, tan fácil como eso».