La mayoría de los proyectos son viviendas, tanto de iniciativa privada como de los organismos estatales. Entre estos últimos destacan algunos poblados como «las Mil Quinientas», en Gijón; Ventanielles, en Oviedo; Llaranes, en Avilés, y la singularidad de la ciudad residencial de Perlora, en la actualidad con los principales edificios -recepción y residencia, de los Somolinos- derruidos.

La construcción de templos modernos es otro aspecto reseñable de este período. En 1959, el papa Juan XXIII convoca el concilio Vaticano II y abre un período de modernidad en la Iglesia católica. La jerarquía asturiana impulsa la construcción de siete nuevas parroquias, todas ellas con numerosos y variados elementos constructivos de interés y con una característica común, que se extenderá a toda la arquitectura de esa época: la colaboración con artistas plásticos. Antonio Suárez, miembro fundador del grupo «El Paso»; Paulino Vicente «El mozo», Joaquín Rubio Camín y Magín Berenguer son cuatro de los que colaborarán con los arquitectos.

Entre las iglesias de ese período, en Oviedo, están las de San Juan de La Corredoria, de Juan Vallaure; Corazón de María, de los Somolinos; y San Francisco de Asís, de Luis Prieto Bances; San Pablo y Ventanielles, de Castelao; en Gijón, destaca la del Corazón de María, de Juan Manuel del Busto y Ángel Díaz Negrete; en Mieres, el Carmen, de Luis Cuesta, y la Sagrada Familia, de los Somolinos. Nanclares cita también la capilla de la Fundación del Patronato de San José, en La Felguera, de Juan José Suárez Aller; la del Colegio Santo Tomás de Aquino de La Felguera, del arquitecto portugués Francisco Coelho, y su favorita, San Tirso de Godos, en Trubia, de Juan Vallaure.

La Universidad Laboral de Gijón, de Luis Moya, es la gran obra de la época. A Fernando Nanclares le interesan, precisamente por su modernidad, el cuerpo del Paraninfo y la cafetería, que el propio Moya encargó a Juana Ontañón y a Manuel López Mateos.

Los edificios de altura -«La Jirafa» y la torre de Teatinos, en Oviedo, y Bankunión, en Gijón-; la fusión con la ingeniería, que se traduce en magníficas centrales eléctricas, con los Vaquero, padre e hijo, de protagonistas, y algunos monumentos son otros elementos de un período que, según el arquitecto, se cierra en 1965, porque «surgen asuntos políticos y sociales que cambian el mundo». La arquitectura se transforma. Vuelve el material terroso, las artes plásticas dejan de ser protagonistas y se sustituyen por la escultura «con un interés más dramático». Francisco Sáenz de Oiza y su edificio del Colegio de la Milagrosa, en Oviedo, son, en el relato de Nanclares, un claro ejemplo de un tiempo nuevo.