Sergio G. Sánchez (Oviedo, 1973) dio al director Juan Antonio Bayona las palabras necesarias para aterrorizar al público en «El orfanato», historia sobre el miedo, pero también sobre el coraje de una madre. Ahora, el guionista asturiano, que también tiene pendiente de estreno «Fin», ha vuelto a unir sus fuerzas con Bayona en «Lo imposible», también una historia de miedo en un escenario hostil, y también la historia de una madre que lucha desesperadamente por su hijo. Sánchez dio sus primeros planos con los cortometrajes «7377» y «Temporada baja». Su trabajo para «El orfanato» ganó un «Goya» al mejor guión original y fue distinguido como «Asturiano del mes» de febrero de 2008 de LA NUEVA ESPAÑA .

-¿Qué hay que tener para hacer posible «Lo imposible» con sólo 30 millones de euros en España? ¿A día de hoy se podría?

-Fe. Creérselo y no ceder ante el pesimismo de los que intentan desanimarte. Hoy sería más difícil, pero se podría igualmente. Si me permites una autocita, parafraseando al personaje de Geraldine Chaplin en «El orfanato», no se trata de ver para creer, sino de creer para ver.

-¿Cómo se escribe un tsunami en un guión? ¿Se deja manos libres a los efectos especiales o hay que pormenorizarlo?

-Un guión es una historia contada en imágenes. Lo que vaya a acabar en pantalla está antes en guión, y por ello debe estar pormenorizado. Es un esquema para que todos los que se incorporen a la película puedan engrandecer con sus aportaciones esa primera visión. Es un trabajo que guía el director y que se hace grande, mayor que esas 90 páginas. Pero la esencia debe estar ahí desde el principio.

-¿Hay presión añadida por escribir para estrellas como Naomi Watts?

-Cuando escribí el guión no sabía quién interpretaría a los personajes, con lo que no sentí esa presión. Después tanto Naomi como Ewan McGregor fueron increíblemente amables y respetuosos en sus comentarios hacia el guión. Para mí uno de los momentos más especiales de esta película fue el día que les conocí en Nueva York para hacer una lectura de guión con Tom Holland, que interpreta a Lucas, Bayona y Belén Atienza, la productora de la película. Escuchar por primera vez la voz de esos personajes que hasta ese momento sólo había escuchado en silencio en mi cabeza fue muy emocionante y especial.

-¿Se modificó el guión durante el rodaje?

-Bayona quería que la película estuviese muy viva todo el rato y que pudiésemos incorporar cosas que saliesen en ensayos o de la propia vivencia en rodaje. Así que estuve presente en rodaje para poder ir haciendo los ajustes o cambios que hiciesen falta.

-Algunas críticas ven excesiva la utilización de la música para subrayar los momentos más sentimentales.

-A mí me duele leer esas críticas enfocadas a la música porque creo que Fernando Velázquez ha hecho un trabajo sensacional y sobre todo que el trabajo que hizo se ajustó perfectamente a las pautas marcadas por Bayona. Hay momentos en que la película se contiene y otros en los que deja que todo estalle. Forma parte del planteamiento de la película y está en consonancia con la puesta en escena. Es un global dentro del diseño del director y los que trabajamos con Bayona intentamos ayudarle a plasmar su visión.

-¿Está usted en la génesis de la idea o lo asumió como un encargo?

-El proyecto surgió por Belén Atienza, que escuchó la historia en la radio y se la contó a Juan Antonio, que se emocionó muchísimo con la historia. Los dos me hicieron escuchar el programa de radio donde María contaba su historia y me preguntaron si creía que ahí había una película. Conocimos a María, y a ella le inspiramos la confianza que necesitaba para dejar su historia en otras manos. Y entonces empecé a escribir. Primero un tratamiento de 40 páginas y luego ya el guión. Cada cierto tiempo le mostraba mi trabajo a Bayona, Atienza y a María. Me daban sus impresiones y volvía a trabajar. Y así hasta que tuvimos el guión definitivo con el que todos estábamos satisfechos. Pero los cuatro estuvimos todo el tiempo acompañando la película todo desde el origen hasta montaje. Estuvimos muy implicados con ella profesional y emocionalmente. No creo que haya nada más lejos de lo que se puede considerar un «encargo».

-¿Cómo se rueda con 30 millones una película que en EE UU costaría 200?

-Pues maximizando muchísimo los recursos y haciendo cada uno el trabajo que en una película de estudio harían varias personas. Sandra Hermida, la directora de producción, y Belén Atienza, productora, son especialistas en conseguir estas cosas. Y lo consiguen fundamentalmente convirtiendo al equipo en una familia dispuesta a todo por la película en la que se está trabajando.

-¿Qué sintió al ver lo que hacía Naomi Watts con sus palabras?

-Ver a Naomi trabajar es un placer. No falla una toma. Siempre ofrece algo interesante y todo lo que hace está lleno de verdad. Hay veces que escribes cosas que en papel se leen bien, pero luego al ser recitadas suenan falsas. Cuando pasa eso sueles intentar otra lectura con el actor, pero en el caso de Naomi, cuando algo no salía mi impulso era siempre darle otra frase. Pensaba, si ella no hace que suene a verdad, es que yo he fallado al escribirlo.

-¿Se cortó en algo por cuestiones de presupuesto?

-Por supuesto. Sabíamos dónde estaba el techo y qué cosas no podíamos intentar. Pero las limitaciones siempre son buenas para estimular la creatividad. Sé que a mucha gente le parecerá que 30 millones de euros es una barbaridad, pero es que hacer esta película fuera habría costado dos o tres veces más. Aún así, fuimos todo lo ambiciosos que pudimos dentro del marco que habíamos pactado.

-¿Por qué discutió más con el director?

-Por la escena del campamento en las montañas entre Geraldine Chaplin y Samuel Joslin. En el momento de escribir el guión yo sentía la necesidad personal de incluir un recuerdo hacia los que no tuvieron la suerte de la familia protagonista. Bayona quería una película experiencia, sin respiros ni reflexiones, y le parecía que esa escena estaba fuera de sitio en la película. Pero ahora es uno de sus momentos favoritos, así que las discusiones fueron productivas.

-Vista la película con público, ¿cambiaría algo de ella?

-Hay un punto en el que tienes que soltar la película y comprender que ya no es tuya. Y ahora la película es del público. Verla con el público es muy emocionante, y la película ya es lo que es. Hay que dejar que se vaya y empezar a pensar en la siguiente.

-¿«Fin» le sirvió para desintoxicarse de tanta agua para hacer algo más concentrado?

-Trabajé tan sólo seis meses en el proyecto y no estuve implicado en el rodaje como lo estuve en las dos películas de Bayona. Hice una pequeña aportación personal en un trabajo que ya estaba arrancado, por David Monteagudo, autor de la novela y Jorge Guerricaechevarría, que había escrito una primera versión. «Fin» es una propuesta muy distinta. Es una alegoría, una fábula existencial.

-¿Por «Lo imposible» rechazaron muchas propuestas?

-Muchísimas. Todos los implicados. Bayona rechazó ofertas muy golosas que venían de fuera. Y todos los que la hicimos nos implicamos tanto que forzosamente tuvimos que dejar pasar otras ofertas. Pero ha merecido la pena. Estamos muy orgullosos de la película que hemos hecho.

-¿Su proyecto como director hace aguas o sigue a flote?

-He parado todo para poder centrarme exclusivamente en ese proyecto. No sé lo que tardará en salir, pero de lo que no tengo ninguna duda es de que lo siguiente que haga será mi película como director. Quien me necesite como guionista de momento va a tener que esperar.

-Según el presidente de la Academia, el cine español va a la quiebra con los recortes.

-Ha sido durísimo y temo que lo será aún más. Van a cerrar cines. Se van a parar películas. Tenemos profesionales de muchísimo talento que no tienen trabajo, o que se van fuera para encontrarlo. Desde el Gobierno se plantean recortes pero no se ofrecen medidas que incentiven la recuperación. Vienen años difíciles, habrá que modificar muchas cosas, y tendremos que ser nosotros los que encontremos el modelo en el que seguir haciendo cine. Habrá que cambiar la manera de pensar, pero no me cabe la menor duda de que seguiremos haciendo nuestras películas.

-Se ha dado usted de baja del Facebook. ¿Eso deja clara su postura con las redes sociales?

-Ha cambiado mucho mi manera de participar en ellas. No creo que haya nada intrínsecamente maligno en las redes sociales, todo depende del uso que se haga de ellas. Pueden servir para cosas maravillosas, también puede ser una trampa en la que tu vida queda expuesta a ojos indiscretos. Es por eso que me he vuelto mucho más cauto.

-¿Qué género utilizaría para contar una historia de indignados que gritan ante el Congreso?

-Si yo contase esa historia al final serviría para que cambiasen cosas. Y creo que las cosas pueden, y deben, cambiar. Sería una película futurista de ciencia ficción que el tiempo convertiría en una película histórica.

-¿Es justo que se suba el IVA por igual a una entrada para ver «Los mercenarios 2» que para ver «Blancanieves» o «El artista y la modelo»?

-Las tres son productos pensados para tener una explotación comercial y como tales los impuestos que las graven deberían ser idénticos. Otra cosa muy distinta es que tenga sentido una subida salvaje del IVA en un momento tan delicado para nuestro sector.

-¿Al cine en pantalla grande le quedan cuatro telediarios?

-Siempre ha habido quien ha vaticinado la desaparición de los cines desde la llegada del vídeo doméstico. Pero hay algo en compartir esa experiencia con extraños en una sala que tiene un valor irreemplazable. Es parte de la experiencia. El cine en pantalla grande no desaparecerá jamás.

-Si escribiera una película titulada «El rescate», ¿Rajoy sería héroe o villano?

-En una película quieres que tanto los héroes como los villanos sean alguien que cambie, se transforme y aprenda algo, un personaje estático es la muerte en un guión. Es más interesante el arquetipo de un huérfano que se vuelve explorador y después guerrero. De nuevo, si tuviese que contar una historia sobre el momento que vivimos intentaría imaginar un héroe anónimo que consigue transformarse y transformar profundamente su entorno. Y creo que ese guión nos lo vamos a tener que escribir todos. Nos vamos a tener que rescatar nosotros primero de nuestros políticos y luego de aquellos que dictan las decisiones de nuestros políticos.

-Cuénteme algo de Ewan McGregor y Naomi Watts que no supiera?

-El día que se rodó la última secuencia de la película era el último día de rodaje. Para el plano en que Naomi escucha la última frase de Tom, Bayona le pidió al niño que en vez de recitar su diálogo, se despidiese de Naomi. La sonrisa tierna empañada de lágrimas que ves en pantalla en ese momento es la respuesta natural de Naomi a ese momento que le pilló por sorpresa. Cuando acabó de rodar se despidió del equipo entre lágrimas diciendo que hacer esta película había sido la experiencia más gratificante de su carrera. Ewan es un padrazo. Una de las razones por las que aceptó hacer la película es porque nunca antes le habían ofrecido un papel en el que pudiese explorar la paternidad. Lleva los nombres de sus cuatro hijas tatuados en el brazo derecho y se pasa la película en bañador, así que los chicos de maquillaje tuvieron trabajo extra disimulando ese tatuaje antes de aplicarle todas las heridas a su personaje.

-¿Si gana otro «Goya» qué le gustaría decir al recogerlo?

-Me preocupa bastante más si estaré trabajando en nuevos proyectos cuando lleguen los «Goya». Y que mis compañeros de profesión puedan seguir trabajando. Ése es el único premio que queremos ahora. Poder trabajar, y que el público venga a ver lo que hacemos.

-Le llaman Spielberg para hacer un Indiana Jones, y Bayona para su siguiente cinta. Y tiene que elegir en cinco minutos. Tic tac tic tac tic tac?

-Indy. Me sobran 4 minutos 59 segundos. Y si Spielberg llama a Bayona ofreciéndole una película con otro guionista le sobrará el mismo tiempo. Que no quiere decir que no estaríamos encantados de volver a colaborar en un nuevo proyecto. Y si está Spielberg también, mejor.

-¿Qué le ahoga de la España actual?

-El derrotismo. Que como sociedad nos dejemos ahogar. Hay que tomar acción y empezar a cambiar las cosas.

-¿La cultura en España va de naufragio en naufragio?

-Yo me siento más nómada que náufrago. Desde nuestro país se hacen cosas muy interesantes que traspasan fronteras y se aprecian más fuera que dentro. Somos muy cainitas. Y eso es algo que debería cambiar, porque si tuviésemos más confianza y sintiésemos más orgullo por lo que se hace aquí, se multiplicaría nuestra riqueza cultural y serviría para que se incorporasen muchas voces nuevas que no han tenido ocasión de ser escuchadas.

-¿Le molesta que la gente se quede sólo con la secuencia de la ola?

-Para mí ésta no es una película sobre el tsunami. Es una historia sobre cómo en cualquier momento puede llegar a nuestras vidas un golpe que nos haga enfrentarnos a la pérdida y nos transforme para siempre. El tsunami es el catalizador y el trasfondo, pero no es el centro de nuestra historia. Si hubiésemos querido hacer una película sobre el tsunami de 2004 habríamos ambientado la película en Indonesia, donde las consecuencias fueron muchísimo más devastadoras.

-Se ha reprochado que no se muestre el sufrimiento de los nativos...

-Una de las cosas que nos atrajo del relato de María es ese microcosmos con gentes de todas las nacionalidades y clases sociales celebrando la Navidad en un entorno paradisíaco donde llega algo que barre totalmente las diferencias entre la gente. No hay nacionalidades. No hay patria. No es importante. Lo único que importa en ese momento es la gente que te rodea. Intenté abordar la pérdida desde puntos de vista muy distintos. Una madre que no puede permitirse el lujo de morir porque debe acompañar a su hijo, y que cuando después sabe que éste estará atendido se suelta del hilo que la une a la vida, sólo para descubrir que ella no tiene el poder de decidir sobre su propio destino, a merced de una fuerza misteriosa y mucho más poderosa que decide por ella.

-Y un padre que...

-Un padre que vive durante unas horas la pérdida de lo que más quiere en el mundo. Un hijo que es huérfano por unas horas. Y al final, cuando el azar te devuelve todo lo que creías que habías perdido, puedes entender la magnitud del dolor que dejas atrás, el de todos aquellos que no han tenido tu suerte. Si la experiencia de ese granito de arena es tan brutal, cómo será todo lo que se queda fuera de campo, en tierra mientras ese avión despega, ahora minúsculo sobre el mar. Cuando alguien se refiere a nuestra cinta como «película de catástrofes» siento que no han entendido la propuesta o que aún no han podido acercarse a ella. Es una historia universal, de hecho jamás se menciona la nacionalidad de nuestros protagonistas. Son una familia. Cualquier familia. Hablar de nacionalidades en ese contexto nos parecía innecesario.