El plumero o hierba de la Pampa, «Cortaderia selloana» para los científicos, llegó a Europa en el siglo XVIII como planta ornamental y se citó por primera vez en España como asilvestrada en 1953, en la bahía de Santander. Hoy es una plaga. Esta gramínea originaria de América del Sur posee una extraordinaria capacidad para propagarse y colonizar grandes extensiones de terreno, y una gran resistencia, que le permite establecerse en ambientes inhóspitos para las plantas nativas y convierte su eliminación en una tarea cuando menos muy dificultosa y cara. Estas características la catalogan como una planta invasora: una extraña que compite con ventaja con la flora autóctona, hasta el extremo de usurpar su lugar en los ecosistemas naturales y de alterar, por tanto, la estructura y el funcionamiento de los mismos. No es la única especie exótica con este perfil presente en Asturias (hay 124 con la misma etiqueta), pero sí una de las más agresivas y la más visible por su frecuencia en los taludes de las carreteras y en otros espacios incultos asociados a las obras públicas, a las urbanizaciones y a los polígonos industriales. También ha puesto sus raíces en marismas, dunas, prados, riberas fluviales y acantilados costeros.

Las plantas invasoras están consideradas como la segunda causa de pérdida de biodiversidad, por detrás de la destrucción de los hábitat, y son uno de los principales problemas ambientales en Asturias y en el conjunto del área cantábrica. La hierba de la Pampa ejemplifica bien esa situación. Sus principales núcleos se localizan en el triángulo formado por las grandes urbes regionales y a lo largo de la franja costera, con algunas poblaciones masivas, como la radicada en los terrenos baldíos de Maqua, en la margen derecha de la ría de Avilés. La localización de las plantas aisladas o en pequeños grupos sigue también el curso de los principales ríos. Cursos fluviales y carreteras actúan, de hecho, como vías de difusión de esta especie, que se establece, principalmente, en ambientes alterados, donde apenas hay vegetación, y en áreas costeras, cuyo clima atemperado por la proximidad del mar la favorece. Es decir, aprovecha tanto sus ventajas competitivas como las facilidades que le ofrece el medio. Se difunde a través del transporte aéreo de sus semillas (agrupadas en panículas de hasta un metro de longitud, los llamativos plumeros que le dan nombre), pero también puede multiplicarse a partir de la cepa, por fragmentación, lo que hace necesario arrancar la planta por completo para evitar que rebrote. Una tarea nada fácil, ya que sus raíces penetran hasta 3,5 metros de profundidad y se extienden hasta dos metros a su alrededor. Por eso, en las operaciones de control el arranque (de toda la macolla) se complementa con la aplicación de productos químicos (glifosfato) a los restos que queden en el terreno. Esa combinación de fuerzas resulta eficaz, pero se trata de una lucha ardua y que exige constancia: si las labores de erradicación no se repiten a lo largo de varios años, hasta que se compruebe que no rebrota, la batalla está perdida de antemano. Por el momento, el plumero de la Pampa gana.

ARMAS DE INVASORA

1. Una de las principales adaptaciones de estas plantas es su alta tasa de crecimiento y de reproducción (sexual y vegetativa), que las hace muy competitivas.

2. Son muy flexibles ecológicamente, es decir que se acomodan con más facilidad que la flora nativa a los cambios y a las alteraciones en los hábitat naturales y seminaturales, y aceptan mejor los ambientes degradados y alterados por las actividades humanas.

3. Colonizan con facilidad y rapidez los espacios despoblados e incultos.

4. Poseen eficaces mecanismos de dispersión, lo cual les otorga una elevada capacidad de expansión.

5. Sus semillas suelen estar preparadas para perdurar largo tiempo en el suelo.

6. Su capacidad de hibridación les permite medrar a partir de pocos individuos.

7. Como proceden de otras regiones biogeográficas no suelen tener enemigos naturales que limiten sus poblaciones.

8. Son capaces de generar sustancias inhibidoras del crecimiento de otras plantas, como forma de eliminar la competencia. Asimismo, pueden alterar la composición del suelo (fijando nitrógeno o cambiando la salinidad), lo cual también propicia la exclusión de las plantas nativas.