2 J. Morán

Oviedo

Eduardo Serrano Alonso (Oviedo, 1942), acaba de cerrar «48 años de servicios al Estado» como magistrado de lo Social y catedrático de Derecho Civil en la Universidad de Oviedo. Esa faceta académica y jurídica la había heredado de su familia paterna. Su abuelo Eduardo Serrano Branat fue abogado, decano del Colegio de Abogados de Oviedo, catedrático de Derecho Civil, fundador y propietario del periódico «El Correo de Asturias» y político del partido de Canalejas, por lo que llegó a presidente de la Diputación de Oviedo. Su padre, Francisco Serrano, ejerció la abogacía y poseía «una cultura y una memoria excepcionales, además de amante de todo lo referido a Asturias y a Oviedo». También su tío José María Serrano es catedrático de Derecho Procesal en Oviedo y coetáneo del rector Alas, por el que trató de interceder ante el régimen de Franco para que se conmutase su pena de muerte.

Sin embargo, «la familia de mi madre, Amparo Alonso, no tenía ningún rasgo común con la de mi padre», pues ella era hija de Miguel Alonso y de Flora Fernández Nevares, que eran los propietarios del restaurante El Ferreru. De su abuela y de su madre «heredé la disciplina prusiana y el amor al trabajo».

Eduardo Serrano estudió con las Hijas de la Caridad de Gil de Jaz y el Bachillerato con los Dominicos, donde coincide con compañeros como Juan Cueto, Carlos López Fanjul, Santiago Noriega, Antonio Díaz Corveiras, Manolín Álvarez, Manuel de la Cera o Manolo Linares. Estudia después Derecho y Filosofía y Letras. En ésta última hallará «buenos profesores, como Juan Uría, Ferrer, Castresana, Alarcos, Caso, Cachero, Floriano o Gustavo Bueno», mientras que en el caso de Derecho «sólo guardo buena memoria de Pablo Beltrán de Heredia, Silva Melero, que llamaba la atención por su oratoria, y Luis Carlón».

Y con Aurelio Menéndez, que explicaba muy bien y claro todo el programa, «tuve una gran decepción cuando decidió otorgar a Juan Luis Iglesias Prada el premio extraordinario de licenciatura, que en realidad me correspondía a mí». Acabada la carrera, fue profesor ayudante de Derecho Civil con Beltrán de Heredia, que después se traslada a Salamanca, y «quedo huérfano de la tutela de un maestro, condición indispensable en aquella época para poder progresar en el escalafón del profesorado». En esa circunstancia decide preparar las oposiciones a la carrera judicial, que obtiene en 1968 con plaza de fiscal en Oviedo. En 1970 retoma su relación con la Universidad de Oviedo y va opositando sucesivamente (adjunto y agregado), hasta que obtiene la cátedra en 1981.

Siendo rector Teodoro López-Cuesta, «que fue un gran gestor público y consiguió muchas cosas para la Universidad de Oviedo, cometí el inmenso error de aceptar formar parte de su equipo y asumir el Vicerrectorado de Ordenación Académica y Profesorado».

Se cruza entonces la huelga de los PNN (profesores no numerarios) y Serrano expone al rector que «me parece muy bien que los profesores estén en huelga, pero que hay que aplicar las mismas normas que a todo trabajador: si no hay trabajo, no hay retribución», pero «López-Cuesta se negó a tocarles el sueldo». Como «entre los huelguistas estaban muchos profesores de los que iban a formar parte del equipo del siguiente rector, Marcos Vallaure, lograron expulsarme de la Universidad con el pretexto de la aplicación de la ley de Incompatibilidades, y Vallaure me envió a un bedel a clase para comunicarme la decisión». Esta circunstancia la reparó después el rector López Arranz, «facilitando mi retorno a la Facultad de Derecho».

Como fiscal en la Audiencia Territorial de Oviedo pasa por la experiencia de «negarme a asistir, junto a Jesús Bernal, a los actos de exaltación del caudillo en el Gobierno Civil», de modo que «en la Universidad los que mandaban me consideraban un facha y en la justicia, un peligro por rojo e inconformista». En 1977 pasa a la carrera judicial como magistrado de Trabajo, primero en Bilbao, después en Gijón y finalmente en Oviedo, «donde me jubilo el 31 octubre de 2012».

Sus aspiraciones por escalafón a llegar al Tribunal Supremo se ven frustradas por no pertenecer «a ninguna de las asociaciones judiciales existentes, porque son apéndices de los partidos políticos». Eduardo Serrano explica cómo «he padecido en carne propia la parcialidad de esas asociaciones», y lo hace en estas «Memorias» para LA NUEVA ESPAÑA que se publican en esta primera parte y en otras dos, mañana, lunes, y el martes.

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