Juan Luis Vázquez (Oviedo, 1946), catedrático de la Autónoma y Premio Nacional de Matemáticas, repasa en la segunda entrega de «Memorias» su despegue como investigador en Francia y EE UU.

Máquinas profesionalizadas.

«Durante el tiempo que fuimos "revolucionarios", el Partido Comunista (PC) tenía encanto. Era el espacio más simpático desde el cual se podía cambiar el país. Pero en cuanto el país cambió, yo lo abandoné porque la idea marxista-leninista la encontraba extraña y a mí me parecía que Rusia era una dictadura tremenda, como después quedó bien claro. Eso lo opinaba muchísima gente en aquel PC, yo creo que el mismo Carrillo también. Después, los que se quedaron en la política se metieron a una profesión que no tenía mucho que ver con la gente como yo, que éramos ilustrados (una tradición muy asturiana), herederos de la Ilustración, de las Luces, de la inteligencia al servicio del pueblo. Una inteligencia que es estudio, formación, selección, excelencia? Eso no tenía ya nada que ver con la política que se montó después, que se basa en que los partidos son grandes maquinarias profesionalizadas. Pero yo estoy muy contento porque cuando estuve en esa actividad que era cambiar el país, la política funcionaba y nos dio un vehículo con el cual nosotros, que éramos unos aficionados, pudimos hacer lo que había que hacer, poco o mucho. Hoy el país lo administra una clase política o sindical, pero no la élite ilustrada. Viene de antes; por ejemplo, en el mismo PC surgieron en los años sesenta dos personas muy preparadas, Claudín y Semprún: los echaron y ya está; eso explica el resto. Cuando nosotros nos dimos cuenta de que eso había pasado y volvería a pasar nos fuimos. En 1978 me fui para no volver, y digo gustoso que no me creó problemas, nadie me trató mal. Mis objetivos quedaron cumplidos. Después me costó y me cuesta mucho ubicarme en un país en el que de alguna manera "nos robaron" el espacio intelectual. Los ilustrados en este país son pocos, como en época de Jovellanos; el pueblo no es nada ilustrado, la derecha no lo fue históricamente y la izquierda que veo tampoco lo es».

Contacto franco-judío.

«Nosotros queríamos contribuir al siguiente paso del país. ¿Qué podemos hacer?, nos preguntamos. Lo primero, estudiar. Nos dijimos: "Vamos a meternos diez años trabajando duro a ver si conseguimos enterarnos y eso servirá al país". A finales de los setenta, me puse a la tarea, estaba convencido de que valía para las matemáticas, pero tenía una capacidad aún sin pulir y tenía que espabilar. Como ya he dicho, había quedado estancada mi tesis doctoral, que iba a ser sobre topología en dimensiones infinitas, una cosa muy abstracta. Un buen día de 1976 el profesor Baldomero Ruiz, del departamento de Ecuaciones de la Complutense, me dijo: "Perdona que me meta en tu vida, pero a ti te va mal la tesis. ¿Me lo puedes contar?". Después de unas conversaciones yo le confesé que no es que fuera mal, es que no iba, y él me dijo: "Vente a mi departamento; te damos una oportunidad, hay un contacto con París y hay gente que se podrá encargar de ti". Y me fui con ellos. El contacto era una lumbrera, uno de los grandes matemáticos del siglo, Haim Brezis, francés, judío y profesor de la Universidad de París VI».

Parte del retrato.

«Había contactado con él un profesor de la Complutense, Miguel de Guzmán, uno de los más modernos matemáticos españoles. Brezis había comenzado a dirigir a un joven del departamento, compañero mío de curso, Ildefonso Díaz, que montó un seminario de investigación. Brezis vino a España y me admitió como alumno, y durante tres años hice la tesis, medio militando todavía, medio viajando a París, medio estudiando por mi cuenta y dando muchísimas clases? Leí la tesis en 1979 y en 1981, año de suerte, la Universidad Autónoma, que se había creado un poco en el espíritu de Severo Ochoa, me ofreció irme para crear un grupo de investigación en ecuaciones diferenciales y aplicaciones. Me ofrecían una plaza de titular y quizá después de catedrático, y les dije que sí. Mi mujer también había opositado y muchos años fue catedrática de Física y Química en el Instituto de Las Rozas. Desde 1970 ha sido mi mujer, compañera y consejera. Ha recorrido el mundo conmigo siempre que ha podido, y eso es mucho recorrer, y se ha traído a nuestros dos hijos en una parte importante de las aventuras, como las largas estancias en EE UU. Cuando las cosas se pusieron feas nunca me dejó tirar la toalla. El prolongado esfuerzo de una vida no lo puede hacer una persona sola, y la "familia Vázquez" es parte esencial del retrato. Tuvimos un segundo hijo en 1979, Miguel, que trabaja en el CNIO, el antiguo instituto de Barbacid. E Isabel es profesora de inglés en un instituto y también pintora».

Llamada de promoción.

«Ya en la Autónoma conseguí mi meta de irme a EE UU, con una beca Fulbright, a la Universidad de Minnesota en Minneapolis, y allí trabajé durante un año maravilloso, crucial en mi vida, con dos sabios, que fueron mis tutores: don Aronson y Luis Caffarelli. Escribí varios artículos y me convencí de que valía para la profesión y podía competir intelectualmente. Ellos me empujaron y al cabo de un año empecé a conocer otra gente importante. Me llamaban a veces de Chicago, de Nueva York, de Berkeley, personas que apenas conocía. Aunque no era ya tan joven, era bastante novel en investigación, pero en EE UU hay amplitud mental: la clase profesional es muy honesta y abierta y está muy convencida de que el país la respeta por ello. Te pasan cosas como la siguiente: un día me llama por teléfono Mike Crandall, un gran investigador: "Aronson me dijo que estás haciendo algo interesante, ¿puedes venir a visitarme?". Fui a hablar con Aronson y me dijo: "Quiere enterarse y promocionarte". Aquello no era España, estamos muy lejos. A Minnesota fui en 1982 y volví en el 84, 85, 87 y 2001».

l Ochoa no volvió. «No solamente tenía contacto con Francia, a través de Brezis, un judío observante que sólo comía sus cosas y con quien era difícil hacer amistad personal, pero era espectacular y me trató siempre muy bien. El contacto americano era más espontáneo y abierto y desde entonces he sido "intelectualmente americano". Severo Ochoa se fue y no volvió; lo entiendo. Yo no era Severo Ochoa, calma; ni Margarita Salas, calma de nuevo. A pesar de todo, Margarita volvió y aquí había un país que levantar. Nosotros éramos patriotas. Ahora esto no se puede decir (salvo que seas patriota catalán), pero en el año 1980 se podía ser patriota porque era la tradición jacobina del país. A principios del siglo XX los grandes poetas e intelectuales eran muy españoles y pensaban en salvar al país. Eso se perdió después en una evolución un tanto triste. Hoy dices que eres patriota y que quieres levantar España y te miran con sospecha y te preguntan: "¿Pero tú te has hecho de derechas o qué?"».

Espíritu ilustrado.

«Volví y en España me acogieron muy bien. En 1986, año en que me hicieron catedrático, se aprobó la nueva ley de la Ciencia, muy buena, y pronto me llamaron para que participara en comisiones de evaluación. Fueron ministros Maravall y Solana y después fue Rubalcaba, al cual conocí de joven y era una persona excelente. Del PSOE se esperaba que hiciera un país a la europea, en el nivel de educación y ciencia, y creo que no lo hicieron. Las ideas de Maravall sobre educación estaban muy influidas por el progresismo oficial estadounidense, que destruyó el nivel de la enseñanza media en EE UU. Y aquí parecido. Es la idea de que los niños tienen que estudiar menos y que los contenidos han de ser suprimidos para dar paso a ciertas competencias básicas muy ligeritas. El reto de la enseñanza en serio para todo el mundo es muy importante y difícil. ¿Tiene solución? No es trivial, y algunas cosas que se hacen ahora no son razonables. Tengo algunas cosas claras: la educación "clásica" que yo recibí, siendo un niño de pueblo, era superior y me fue muy útil. El espíritu ilustrado consiste en que el pueblo se ilustre, no en que el pueblo se acomode; que el pueblo aprenda a pescar, no que le des el pescado cocinado. Hay una diferencia fundamental entre los ilustrados y la política de hoy: el ilustrado quiere que el pueblo sea culto, despierto, feliz?, pero con su trabajo, y guiado por una élite al servicio de las grandes ideas que sirvan a todos».