Juan Taboada (Pontevedra, 1947) se crió en Oviedo, en Pumarín, donde vive. Quiso ser músico, pero como la oía mejor de lo que la tocaba derivó hacia el sesentero oficio de pinchadiscos.

En los setenta empezó a distribuir música y a producir discos. En la Sociedad Fonográfica Asturiana y en Editora Discográfica del Principado aparecen discos de «Ilegales», «Los Locos», «La Banda del Tren», «Stukas», «Cuélebre», y en su catálogo hasta nuestros días hay folk, cantautoría y lírica.

-Inicia los años setenta como disc-jockey de la discoteca Aristos, calle Cervantes de Oviedo.

Se inauguró en septiembre de 1970. Compraba los discos en Inglaterra. Era una discoteca muy cuidada. Rafael Secades y yo íbamos a Madrid a mirar otras discotecas, para estar en la onda, pero era mejor la nuestra. Me lo dijo en los noventa Fabio McNamara, el que hacía pareja con Almodóvar, cuando le grabé un disco para una película.

-¿Conoció entonces a Fabio McNamara?

McNamara venía a Aristos porque era amigo de Tino Casal, al que yo conocía desde 1968 cuando estaba en «Los Zafiros Negros». Una vez que vinieron de Madrid, plateados, muy modernos, el portero no les quería dejar pasar. Discutí con el portero porque en las discotecas hace falta esa gente, que baila, que atrae a otras personas, que lleva a las chicas. Si Tino actuaba en Oviedo venía a Aristos a la hora de cenar, cuando no había nadie, me pedía que le pusiera el «Masterpieces» de «Temptations», le apagaba las luces para que no le viera nadie y se ponía a bailar solo. No éramos suficientemente inteligentes para saber que le gustaba el baile. La gente veía bailar a un hombre solo y pensaba en lo que no era.

-En Aristos estabilizó, dice.

Sí, pasé once años estupendos. Promocionaba por el Norte a Edigsa, el sello de Serrat, Pi de la Serra, La Trinca, la editorial de la nova cançó. Los había conocido en Ibiza. También conocí en Aristos a mi mujer, Ampi.

-¿Cómo ocurrió?

Iba con su amiga Isabel. Ella tenía 22 años, yo 27. Nos casamos un par de años después, en 1974. Empecé a involucrarme más en la música y a vivir de ella.

-¿Cuándo empezó a producir discos?

En 1975, con un grupo folk de Valladolid, un coro y a un pianista francés que había conocido en Ibiza. Yo grababa en Barcelona con Vinader y hacía los discos a través de las compañías amigas.

-¿Cómo era ser productor?

Me enteraba de alguien que lo hacía muy bien y le proponía grabar un disco. Si aceptaba, buscaba un estudio de grabación y un arreglista y, a partir de ahí, valoraba las canciones más vendibles. Se fabricaba el disco y lo movía por los medios, que en Asturias eran muy altruistas. Como productor oriento mucho a la gente, pero me aprovecho del talento de los demás.

-¿Cómo empezó en la Sociedad Fonográfica Asturiana?

Me enteré de que Javier Calzadilla, hombre entrañable, había hecho la Sociedad Fonográfica Asturiana para grabar a la Capilla Polifónica y las vaqueiras de Juan Uría. Le propuse hacer discos de todo tipo y convertirlo en un sello independiente. Víctor Manuel, él y yo hicimos el sello que grabó más discos de pop-rock que muchas multinacionales de las que trabajaban en España.

-Cuente alguno de sus aciertos.

«El Último de la Fila», Manolo García y Quimi Portet arrastraban su maqueta por todas las compañías y, como no habían vendido con sus grupos, «Los Burros» y «Los Rápidos», se la rechazaban. Yo era uno de los consejeros de PDI (Producciones Discográficas Independientes) y convencí a Santiago Desongles y a Serra, los dueños, para grabarlos. Lo que les había enviado yo funcionaba.

-Pensaba en asturianos.

Grabamos a muchos, «Suaves», «Los Locos», «Stukas», «Cuélebre», «La Banda del Tren», «Salón Dadá», «Imágenes de Archivo», «Salitre», «Wendigo», «Modas Clandestinas», «Fuera de Serie», «Amateurs» y más. En los ochenta, Andrés Montes y Julio César Iglesias tenían un sello, Arrebato, y lo hacían muy bien. Habían sacado tres singles -«Crimen perfecto», «Paso de cebra» y uno de «Ilegales»-, pero no tenían suficientes medios y se lo compré todo.

-Había mucha actividad.

Hubo un concurso de maquetas que ganó «Imágenes de Archivo», muy creativos, pero no eran buenos como grupo. Me había llegado una maqueta de «Los Locos» que me encantó. Me reuní en La Caleyina con ese jurado y con Toyos, de Los 40, y acordamos grabar las dos cosas. Hablé con Víctor Manuel para que me prestara a sus músicos para la canción «Radio Fox», que lo requería porque era música de viento, de fuerza. Sólo el estudio de grabación costó 1.800.000 pesetas.

-Usted estuvo en el fenómeno de los sellos independientes.

Empecé a vender la producción de aquí a sellos nacionales. Los tres primeros de «Ilegales» tienen doble sello y uno es de la Sociedad Fonográfica Asturiana. Los sellos de fuera hacían la promoción, fabricaban y tenían los derechos durante tres años. Así lograron vender mucho, sobre todo en el País Vasco, en Huesca?

-¿En Huesca?

Sí, era un fenómeno. Yo promocionaba en Madrid, donde estaban la «movida» y Rock Ola, y estábamos en contacto todos, los de Galicia, el País Vasco... En Málaga, con los de «Danza Invisible». Tuvimos que ver mucho con la «movida madrileña». Los sellos independientes nos juntábamos en Madrid los jueves para apoyarnos. Ángel Casas nos había apoyado mucho en «Musical Express» porque hizo un programa sobre los sellos independientes, se emitió en Semana Santa y lo vio todo el mundo que no estaba en misa. Empezamos a recibir llamadas de Barcelona. Llevaba aquí a «Barricada» y a «Kortatu» y otros promocionaban a los grupos nuestros. Llevaba en Asturias, en León y demás a Lluis Lach, a Serrat, y si venían acababan en Aristos.

-Recuerdo el éxito de «Stukas».

El disco de «Hazañas Bélicas» vendió 25.000 copias y su canción «Estás atrapado» fue un clásico de las discotecas. Fue una formación muy buena, luego se dividieron para trabajar en distintas profesiones.

-¿Siempre grababan fuera?

Joaquín Torres, uno de los miembros de «Salitre», creó el sello en Parque Lago (Madrid) y el equipo de grabación que desechó se lo vendió a Pedro Bastarrica y a René de Coupaud y empezamos a trabajar con ellos. Algunos discos los grabábamos en Madrid y en Barcelona, pero otros aquí, porque los dos eran arreglistas. De Coupaud era un musicazo que venía de ser director de Camilo Sesto y de la «Orquesta Alcatraz», y Bastarrica, en paz descanse, era muy limpio cuando grababa.

-La Fonográfica cerró en 1987.

Me establecí por mi cuenta impulsando la Editora Discográfica del Principado, con la que he sacado los discos de los últimos 25 años. Desde 1981 empecé a ir al Midem de Cannes, una feria mundial de la música en la que costaba cuatrocientas mil pesetas participar, y allí compré derechos que quité a multinacionales que operaban aquí. El triple de Stevie Wonder lo exploté durante tres años y fue muy bien. Allí vendí «Ilegales» a Argentina y Ecuador, aunque vender no es la palabra, los cedía a cambio de la campaña de promoción.

-¿Qué tal siente que le ha tratado la vida?

Muy bien. Estoy contentísimo. Sólo echo de menos no hablar bien seis idiomas. Así dejaría de hacer el ridículo en un «spanglish» en el que te haces entender, pero cuando te contestan no entiendes nada. Conozco muchos países, pero nunca viajé por placer. Tengo la mejor colección de discos de España, treinta y tantos mil elepés, por el placer de la música y por los recuerdos. Hubo épocas que pasé dos años tragándome blues, otros dos, música clásica, luego new wave?, hasta que cansó.

-Tiene tres hijos, ¿fue un padre presente?

Siempre. Hicieron lo que quisieron, Psicología, Empresariales. Son buenos críos, nobles, es lo importante. Como con mis hermanos, la casa es alegre. Mi hija se parece mucho a mí en que también es independiente.