La crisis económica condiciona la supervivencia de la caza en Asturias, a menos que el sector encuentre vías de financiación alternativas a las actuales, que se basan en las cuotas de los socios pertenecientes al medio centenar de cotos de la región, todos ellos concesiones administrativas gestionadas por sociedades de cazadores. El sector, con unas 18.000 licencias de caza vigentes, va perdiendo fuelle por el progresivo ascenso de la edad media de los cazadores y por las dificultades que encuentran los jóvenes para acceder a la actividad.

En áreas como Tapia de Casariego ya no se caza por falta de socios y por un elevado pago de daños que no han podido asumir. No es falta de afición. Asturias suma 50.745 escopetas, 11.716 rifles y 4.536 carabinas circulando de manera legal, según datos de la Unidad de Intervención de Armas y Explosivos de la Guardia Civil de la Comandancia de Oviedo, cuyo responsable es el subteniente Francisco García Valbuena, gran amante de la caza. El problema es económico. Porque salir al campo cada temporada supone un gasto nunca inferior a los mil euros.

La partida más numerosa se va para pagar la cuota del coto -entre trescientos y cuatrocientos euros de media-. A ello se añaden los treinta euros que cuesta la licencia de caza, la munición, el arma -un rifle se consigue a partir de los quinientos euros-, las botas, que suponen unos cien euros. Salir a cazar también implica coger el coche, poner gasolina y cenar con los compañeros de cuadrilla.

El alto coste de la actividad explica que la media de edad de los cazadores asturianos oscile entre los 45 y los 60 años, según explica Gerardo Meiriño, presidente de la Asociación de Empresas Cinegéticas de Asturias.

«No hay relevo generacional, y, para colmo, llega el lobo y desplaza la caza a las zonas de costa, donde hay más jabalíes y lobos que en el interior», indica Fernando González Aparicio, presidente del Coto Sierra Pulide, en Castrillón, que este año ha perdido una cuadrilla entera de cazadores, con el consiguiente perjuicio económico.

El problema tampoco estriba en la escasez de piezas en los montes del Principado. Si la temporada de 2011 fue buena en Asturias, la que termina este mes va por el mismo camino. Solamente de Coto Pulide salieron doscientos jabalíes el año pasado. Los cazadores están preocupados y así lo pusieron de relieve en una reunión reciente, en la que hicieron planes para organizarse. El próximo día 18 se celebrará otro encuentro con todas las sociedades de Asturias.

A la reducción del número de socios, constatada por los cotos, pero aún sin balance oficial, se une la problemática del pago de los daños de la fauna salvaje, que incluyen accidentes de tráfico provocados en carreteras y autovías que se encuentran dentro de la jurisdicción de los cotos.

González Aparicio, que influenciado por un compañero de trabajo caza desde los 18 años, destaca que las sociedades asturianas gestionan 700.000 hectáreas y mueven unos siete millones de euros en gastos, en los que se incluyen los pagos de daños. El Coto de Castrillón -que en realidad son dos, el 141, que abarca Castrillón y Corvera, y el 151, que coge áreas de Illas, Candamo, Soto del Barco y 790 hectáreas de Pravia- suma 25.000 hectáreas.

La problemática asturiana es similar a la de otras zonas de España, donde también se reducen las escopetas que salen al campo. En Castilla y León la gestión, al contrario de Asturias, se basa en cotos privados. Las sociedades asturianas datan de la ley de Caza de 1989 y originariamente estaban formadas por grupos de vecinos del concejo a los que se les adjudicaban las zonas que salían a concurso.

Los jabalíes se abaten por cuadrillas y temporada. La cuota de socio da derecho a un número de batidas -diecisiete en el caso de Castrillón-. A partir del tercer jabalí capturado se pagan 150 euros por pieza.

Además, los cotos mantienen guardas que corren a su cargo. Cada franquicia de seguros de accidentes de tráfico sale a unos 500 euros, antes eran 300. «En Europa los accidentes de tráfico no los pagan las sociedades de cazadores», matiza González Aparicio. Los responsables de los cotos reclaman su papel de cuidadores del medio ambiente. «Gestionamos las especies cinegéticas de manera que se conserven», indica Gerardo Meiriño.

Francisco García, vicepresidente de la Asociación de Empresas Cinegéticas de Asturias y presidente de la Sociedad El Raigosu de Laviana, reconoce que en su coto se han perdido veinte cazadores. Es especialmente significativo, ya que en Laviana resulta una zona privilegiada, con numerosos prejubilados que mantienen un nivel de renta alto. Además, el coto es uno de los más baratos de Asturias, con una cuota de 270 euros para caza mayor y 300 para mayor y menor, con el seguro obligatorio incluido. Para atraer a los jóvenes han eliminado la tarifa de entrada a los menores de 27 años y han rebajado el coste anual a la mitad. «Queremos que todo el mundo pueda cazar con las mismas opciones», señala García.

David Junquera, propietario de una armería implantada en Gijón y Oviedo, señala que las ventas de equipamientos para caza han bajado bastante en los últimos años y especialmente en 2012. «Es un deporte de ocio que no aporta rendimientos económicos, lo primero en lo que se recorta», argumenta.

Corrobora que la mayor parte de los cotos de Asturias se han visto obligados a reducir las cuadrillas y agruparlas. «En la caza sí que se nota que el paro juvenil es un problema grave, un desempleado no puede permitirse el lujo de cazar», sostiene.

Un arma aguanta por tiempo ilimitado, pero siempre es posible establecer mejoras. «Lo más caro es el equipamiento óptico, un rifle se consigue a partir de quinientos euros», explica. Un equipo completo con óptica sale por unos ochocientos. Además, para cazar es obligatorio llevar un chaleco de color naranja o amarillo. Es lo de menos. Los hay desde trece euros.

Las botas son imprescindibles en un clima como el asturiano. Los precios parten de cuarenta euros, pero un buen par no vale menos de noventa o cien. En chaquetas y anoraks hay de todo. Una de buena calidad cuesta sobre quinientos euros. Entre los gastos extras se encuentran los cincuenta euros de media que pone cada cazador para pagar monteros y otros requisitos. Los perros son un auténtico capricho, con precios que llegan a los doce mil euros, en el caso de lanzarse a la compra de un ejemplar con pedigrí.