El ingeniero Javier Moro Morán (Gijón, 1956) dirige el negocio de exploración y producción de hidrocarburos de Repsol en España. Está, por tanto, en la primera línea de dos asuntos que han reactivado el interés y el debate social acerca del aprovechamiento de las reservas de petróleo y de gas natural que se han identificado en el país: el proyecto de la petrolera para extraer crudo en Canarias, muy polémico, y los no menos controvertidos intentos de variopintas empresas de investigar y explotar los gases no convencionales que, según los indicios geológicos, existen en una amplia franja del norte de la Península, Asturias incluida. En esta entrevista, Javier Moro expone sus puntos de vista sobre ambos temas y acerca de los cambios que ya se están produciendo o están en ciernes en el escenario energético global.

-España es un país con insignificantes producciones de hidrocarburos y una enorme dependencia de la importación de petróleo y gas. ¿Tiene el país recursos por explotar que puedan modificar esa situación?

Es cierto que ni somos ni hemos sido un país petrolífero, salvo por algunos descubrimientos ya explotados en el golfo de Vizcaya y en Tarragona. Pero últimamente se han identificado dos áreas con potencial de hidrocarburos: Canarias, para petróleo, y la franja norte de la Península, en torno a la cadena montañosa cántabro-pirenaica, para el gas. Los últimos estudios nos dicen que tanto de uno como de otro hay reservas relevantes: esa zona norte puede albergar unos dos billones de metros cúbicos de gas de lutita (gas no convencional); las reservas de crudo en Canarias, junto a algo que queda en Tarragona, podrían acercarse a los dos mil millones de barriles.

-¿Son cantidades relevantes?

Por situarlo en su contexto, en el mundo se estima que hay entre 740 y 750 billones de metros cúbicos de gas. Dos billones no suponen, por tanto, una cantidad despreciable. En el caso del petróleo, las cantidades son más modestas. Las reservas mundiales probadas suponen 1.600 billones de barriles y el total puede rondar los 5.600 billones. Aun así, es una cantidad muy importante para España.

-¿Es tecnológica y económicamente viable extraer esos recursos?

El petróleo se puede explotar sin problemas porque desde hace ya tiempo están muy desarrolladas las tecnologías «off shore» -explotación mar adentro-; hubiera sido un poco difícil hacerlo hace veinte años, pero ahora es corriente superar los mil metros de profundidad. Las paradas que han tenido los procesos de exploración en Canarias no obedecen a razones tecnológicas, sino políticas. En el caso del gas, la tecnología, esta que llaman «fracking» -inyección de agua a presión para provocar fracturas en el subsuelo rocoso que almacena gas-, tiene su origen en las fracturas de pozos que ya se hacían desde el siglo pasado, pero en Estados Unidos se ha conseguido un nivel de sistematización para replicar el proceso de manera rutinaria y abaratar costes.

-Canarias alega que el negocio del petróleo puede arruinar la riqueza del turismo...

No es incompatible, lo dice la experiencia en el mundo. Hay países en los que conviven sectores turísticos y petroleros muy importantes. Países que, además, están fuera de sospecha de maltratar su naturaleza. Ahí están los casos de Noruega, Canadá o California. Nosotros mismos hemos estado produciendo petróleo en España enfrente de Port Aventura y nunca ha habido quejas.

-¿Qué es y dónde se encuentra el gas no convencional?

Se encuentra básicamente en las pizarras que tienen que ver con formaciones rocosas antiguas. También en pizarras y arcillas muy consolidadas y de formación algo más reciente que están por encima. Así ocurre en la cadena cántabro-pirenaica. En aquellas formaciones donde hubo algún tipo de combustible fósil, como petróleo y carbón, pensamos que hay gas. Hay algunas otras zonas en España donde puede haberlo, pero con mucho menos potencial.

-Dice que está asociado al carbón...

No viene del carbón, sino de las rocas que están alrededor y por encima de los lechos del carbón. El gas que se formó cuando se formó el carbón no solamente quedó alojado en el mineral, que es el conocido como grisú, sino que está en otras formaciones próximas...

-¿Podría Asturias convertirse entonces en productora de gas?

Es posible; hace falta que haya compañías que pidan permisos de investigación y que exista una voluntad política y social para apoyar su extracción.

-El Parlamento asturiano acaba de pronunciarse contra el uso del «fracking» en la región por sus impactos ambientales...

Los grupos activistas han estado muy efectivos, han sido capaces de manipular la imagen que tiene la gente de la fractura de pozos. Algunas situaciones se utilizaron como propaganda, y creo que no por razones puramente medioambientales, sino también por motivos económicos. Éste es un asunto muy importante. Las reservas de gas no convencional pueden cambiar totalmente las dependencias energéticas de muchos países y variar el esquema comercial y todo lo que tiene que ver con el gas.

-El grado de autoabastecimiento de energía primaria no llega al 30 por ciento en España, incluso a pesar del intenso desarrollo de las energías «verdes». ¿Está el país en posición de reducir a corto plazo su dependencia energética exterior?

Lamentablemente, ningún recurso primario es rápido de conseguir. Una de las cosas que tiene que hacer este país y que hacen todos es saber y reconocer cuáles son sus recursos energéticos. Y una vez que lo sabe, explotarlos. No hay ningún país en este mundo que renuncie a explotar sus recursos naturales. Podrá poner más estándares o controles, pero no empobrecerse a posta. El mundo demuestra que explotar esos recursos es compatible con otras actividades y con el entorno,

-¿Qué cambios energéticos se han producido ya en EE UU?

EE UU es un país que fue productor y que acabó siendo deficitario, importando gas y haciendo enormes inversiones. Ahora se ha vuelto un país exportador neto de gas. Esto ha tenido grandes efectos económicos. En Europa podría pasar exactamente lo mismo. Ahora hay grandísimos intereses económicos del Magreb y de Rusia, grandes suministradores de gas. Si de repente Europa no lo necesita, se puede imaginar que esos países se quedan sin su cliente principal.

-¿Son tan importantes las reservas que puede albergar Europa?

En Alemania y Polonia hay cantidades inmensas, muy superiores a las nuestras.

-La oposición al «fracking» menudea en toda la UE. Un informe para la Comisión Europea alude a los riesgos para los acuíferos, al uso de sustancias químicas nocivas, incluso peligro de movimientos sísmicos...

Las denuncias a menudo están fuera de contexto y carecen de fundamentos técnicos. Muchas no tienen ningún rigor y crean incertidumbre y miedo. Se juega con el temor de la gente normal. Es como si defendieran que la gente no volara y lo justifican utilizando imágenes de cuando los primeros aviones se caían. La presión ha hecho que los gobiernos fueran poniendo la técnica en cuarentena, pero ya van soltando la mano y dejando que las empresas investiguen. Holanda y Reino Unido tienen directivas que van en este sentido. Este gas es bastante más limpio que el petróleo y que el carbón. El carbón representa un cuarto de la energía que se consume en el mundo; eso sí que es realmente contaminante. Lo lógico es que el gas vaya sustituyéndolo.

-¿Qué papel retendrá el carbón en la dieta energética global?

El carbón seguirá teniendo una gran importancia. Por hacerle una foto de la situación, el 81% de la energía que se produce es fósil y el carbón representa el 27%. Si hacemos una prospección hacia el futuro, en 25 años ese panorama no cambiará mucho. Se considera que las energías fósiles seguirán aportando el 75% y el carbón conservará un peso sustancial.

-¿Cabe imaginar un mundo sin un uso intensivo de esas energías en un plazo razonable?

El mundo tardará muchas décadas en poder girar sin los combustibles fósiles. Hay y habrá una tendencia a ir sustituyéndolos por energías alternativas, que tendrán un peso cada vez más importante, pero para ello tienen que ser competitivas. No podemos dejar de tener gasolina para los coches y queroseno para aviones. Tendríamos que renunciar al estado del bienestar, a la civilización moderna si pensamos en sustituirlos de golpe por otras formas de energía. Pero también es verdad que todos deberíamos apostar por un tránsito razonable.

-¿Qué hacer entonces ante la amenaza que suponen las emisiones contaminantes, particularmente el CO2?

El peor es el impacto del carbón, pero pocos se meten con él, porque lo hay en todas partes y mueve mucho empleo. Todas las industrias están buscando que los niveles de polución sean menores, y se están desarrollando las tecnologías de secuestro de CO2 o las medidas de reposición, que compensan o disminuyen el impacto de las emisiones. Pero no creo que lleguemos a los objetivos que nos hemos marcado en sitios como Europa. La crisis se ha colado por el medio y no deja dinero para volcarlo en ese tipo de políticas.

-El crecimiento económico mundial pivota sobre los países emergentes, a menudo los menos comprometidos con la lucha contra el cambio climático...

Algunos países no están alineados con estas políticas y son los que están tirando de la maquinaria económica mundial. Y además invocan el «ahora me toca a mí desarrollarme y contaminar». Es un problema de muy difícil solución. Que España sola reduzca sus emisiones de CO2 no tiene ningún efecto, no mueve ni el amperímetro, como solemos decir los técnicos. Son políticas que suenan bien y, como dice el refrán, un grano no hacer granero, pero ayuda al compañero. No obstante, hacen falta muchos granos.

Javier Moro Morán se formó en la Escuela Superior de Ingenieros de Minas de Oviedo, fábrica de técnicos que han ocupado y ocupan posiciones a menudo muy relevantes en las principales compañías energéticas del país. Nacido en Gijón en 1956, la trayectoria profesional de Javier Moro está muy ligada al petróleo y a Repsol. Dio sus primeros pasos en el sector trabajando para Hispanoil-Eniepsa, compañía predecesora de la multinacional petrolera española.

Repsol le encomendó en los años noventa la responsabilidad de las actividades de exploración en Siria, Egipto y Argelia, etapa que concluyó en 2001. De nuevo en Madrid, el ingeniero gijonés asumió la subdirección mundial de perforación de la multinacional española. En 2002 comandó la compleja operación de recuperación del producto que todavía quedaba en el buque «Prestige» tras su hundimiento. Tres años después, la petrolera le encargó la dirección de exploración y producción en Brasil, donde Repsol ha obtenido notables éxitos exploratorios en los últimos años. En abril de 2009 fue nombrado presidente ejecutivo de Repsol Brasil y, por tanto, máximo responsable de todas las operaciones de la compañía en ese país sudamericano.

Su más reciente destino, al que llegó en octubre de 2010, es la dirección para España de las actividades de exploración y producción de Repsol. Entre sus responsabilidades está el liderazgo de proyectos como los sondeos exploratorios previstos en 2014 y 2015 en Canarias y la ampliación de la producción en la plataforma «Casablanca», situada en la costa de Tarragona. El proyecto de las islas, de calado estratégico para la compañía, ha suscitado un enconado conflicto. Cuenta con el respaldo del Ministerio de Industria, encabezado por el canario José Manuel Soria, pero tiene en contra al Gobierno autonómico de Paulino Rivero y a una activa oposición ecologista y ciudadana.