Si hay un libro que merezca la pena ser destacado dentro de los fondos de la biblioteca del Museo de Bellas Artes de Asturias, ése es el llamado «Despacho de Grandeza concedida por el rey Felipe V al conde de Montemar», un espléndido manuscrito sobre vitela y papel con miniaturas a página completa, en papel orlado y con iniciales miniadas. La obra está fechada en Aranjuez, en 1735, y corresponde a una ejecutoria de nobleza, es decir, recoge las pruebas realizadas ante un juez para hacer constar la condición noble o hidalga de sangre al menos durante tres generaciones.

Las ejecutorias, nombre con el que se conocían estas pruebas, solían contener un escudo de armas, un árbol genealógico y el retrato de los reyes. La del conde de Montemar, adquirida por el museo a un particular en el año 2001, contiene siete miniaturas de gran belleza. Dos de ellas, las correspondientes a la Inmaculada y el retrato de los monarcas, son obra de Francisco Antonio Meléndez (Oviedo, 1682-Madrid, 1752), pintor asturiano, hermano y padre de dos grandes artistas que triunfaron en la corte: Miguel Jacinto Meléndez y Luis Meléndez, de los que también se conservan pinturas en el Museo de Bellas Artes.

El resto de las miniaturas del libro, de autoría más dudosa, es muy posible que sean también obra de Francisco Meléndez, quien en 1735 ya había regresado de su estancia de casi veinte años en Nápoles y se había establecido en Madrid. Allí realizó el retrato del rey Felipe V y de toda la familia, además de dedicarse a la pintura en miniatura. Su trabajo en el «Despacho de grandeza» convierte la obra una de las publicaciones más destacadas de la biblioteca que lo alberga, un fondo bibliográfico joven y especializado que empieza a formarse con el nacimiento del museo, en 1980.

En estos poco más de treinta años, la biblioteca ha ido creciendo y enriqueciéndose hasta reunir alrededor de 25.000 volúmenes, en su mayoría especializados en artes plásticas, constituyendo una prolongación de la colección de arte del museo y sirviendo de compendio de toda la información referente a la institución y a sus colecciones, a lo que suma una buena representación de monografías sobre artistas, épocas, museología, catálogos de museos y exposiciones? Obras, en resumen, en las que están representadas todas las disciplinas artísticas, incluyendo las artes decorativas y la arquitectura.

El conjunto ha contado con importantes incorporaciones y algunas donaciones. En el año 2000 se adquirió la biblioteca del pintor ovetense Luis Fernández, un fondo no muy numeroso -200 títulos- pero que la bibliotecaria Teresa Caballero, encargada de los libros del museo desde 1995, considera «un complemento fundamental para conocer mejor al artista», lo que sin duda favorece el hecho de que el conjunto incluya cartas -una de Pablo Picasso-, postales y escritos manuscritos, además de catálogos de exposiciones, revistas, fotografías y recortes de prensa de la época.

Junto a la biblioteca de Luis Fernández hay que destacar la adquisición en 1995 de una parte de los fondos del destacado historiador Diego Angulo, para lo que fue esencial la intervención del que fuera director del Museo del Prado y colaborar hasta su muerte del Museo de Bellas Artes de Asturias, Alfonso Pérez Sánchez, quien como albacea del fallecido propició la llegada a Asturias de este conjunto, formado por más de 1.500 títulos de monografías y 120 publicaciones periódicas, así como folletos, recortes de prensa y notas, que vino a suplir las carencias de la biblioteca, sumando a los fondos existentes libros descatalogados y gran cantidad de folletos y otros materiales difíciles de encontrar.

Algunos de los ejemplares de este fondo forman parte también de la «sección de reservas» donde se incluyen valiosas ediciones antiguas. Una de las más importantes, considerada una joya bibliográfica por los estudiosos del arte, es el «Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España», de Cean Bermúdez. Se trata de una obra en seis tomos, publicada por la Real Academia de San Fernando en 1800. La obra viene a ser la síntesis de la información rastreada por el autor en diversos tipos de documentos a lo largo de veinte años de investigación.

El diccionario de Cean Bermúdez forma parte del conjunto de cuatrocientos títulos, entre libros y, en menor medida, folletos anteriores a 1901, que se guardan en los anaqueles del museo y que se integran en el Catálogo de Patrimonio Bibliográfico Español. Entre ellos hay otros documentos relevantes, como una «Ejecutoria de la Casa de los Díaz de Lugones», de 1682, y una serie de títulos antiguos de la Fábrica de Loza de San Juan de Aznalfarache de 1721 a 1872.

Algunos de estos volúmenes son ejemplares únicos que sólo es posible encontrar aquí, como sucede con el «Catálogo de Pinturas de Don Manuel Montesinos», poco más que un folleto, editado en Valencia en 1850 y que en alguna ocasión ha sido solicitado por expertos de fuera de Asturias; otros, que podemos calificar de más artísticos por el despliegue de láminas, responden a una serie de obras que podríamos calificar de joyas por su contenido e ilustraciones, como es el caso de «España artística y monumental: vistas y descripciones de los sitios y monumentos más notables de España», obra de Patricio de la Escosura, editado entre 1842 y 1850, que llama la atención por las bellísimas láminas de época romántica que lo ilustran. Son 144 estampas litografiadas en París por artistas franceses interpretando los originales del pintor Pérez Villamil.

Al libro de Escosura se unen el de «Recuerdos y bellezas de España?: Asturias y León», de Francisco Javier Parcerisa, publicado en 1855, una obra plenamente romántica cuya misión fue dar a conocer la España artística a través de ilustraciones y donde se aprecia la habilidad litográfica de Parcerisa. Destacan las estampas dedicadas al exterior de San Miguel de Lillo, el ábside de San Julián de Amandi y la vista de San Antolín de Bedón. La litografía era en el siglo XIX un recurso artístico muy extendido y muchos libros, hoy considerados verdaderos tesoros por los coleccionistas, incluían este tipo de ilustraciones. Otro ejemplo de aquella abundante producción es la «Colección litográfica de cuadros del Rey de España don Fernando VII», una obra del pintor José de Madrazo, que contó con un buen número de hábiles artistas para llevar a cabo las litografías de los cuadros existentes en los edificios oficiales madrileños y reales sitios.

En la lista de publicaciones de interés que integran los fondos bibliográficos del museo no se pueden pasar por alto los libros considerados antiguos, es decir, los anteriores a 1801. Son un total de veinticuatro títulos, dos de ellos de la colección de Diego Angulo y otros de diferentes materias, como dos excepcionales tratados de arquitectura editados en los siglos XVII y XVIII que han hecho las delicias de más de un arquitecto. El primero, «Segunda Parte del Arte y uso de Architectura?», de Fray Lorenzo de San Nicolás, constituye una de las obras más importantes de este tipo publicadas en la España del XVII. En el segundo caso se trata de «Reglas de las cinco órdenes de Arquitectura?», de Giacomo Barozzi da Vignola, edición realizada en Madrid, en 1792. Se considera un tratado sistemático, claro y erudito que fue asumido como un manual didáctico para estudiantes. El fondo dedicado a la arquitectura se vio mejorado recientemente con la suma de varios archivos de arquitectos asturianos, entre ellos el de Juan Vallaure y los de Julio Galán Gómez y Julio Galán Carbajal.

No se puede dar por finalizado el rastreo del fondo bibliográfico de la biblioteca especializada más importante de Asturias, incorporada desde hace un año al catálogo Colectivo de la Red de Bibliotecas de Asturias, sin citar las publicaciones periódicas. Son en total 500 títulos -cien se reciben regularmente- que permiten conocer los estudios y novedades que se producen en el universo de las artes plásticas. En ese grupo son destacables al menos cuatro títulos de revistas del siglo XIX, entre ellos el «Semanario Pintoresco Español» y «El Museo Universal».