Carlos López-Fanjul Argüelles, ingeniero agrónomo, doctor por la Universidad Politécnica de Madrid y por la de Edimburgo, y catedrático de Genética en la Universidad Complutense de Madrid, nació en Oviedo el 1 de noviembre de 1942. Descendiente por rama paterna de una familia de médicos (lo fueron su abuelo y su padre, y lo es un hermano y dos de sus primos), fue alumno del Colegio de los Dominicos de Oviedo en tiempos, todavía, de «ruinas y heridas en la ciudad a causa de la Revolución del 34 y de la Guerra Civil». De chaval, hacia 1953, contempló con asombro cómo era retirado el andamiaje que cubrió la restauración de la torre de la Catedral ovetense, al tiempo que en el Colegio de Santo Domingo y su entorno recogía balas de la contienda y hasta «una bayoneta, que conservo».

Acabado el Bachillerato, inicia los estudios de ingeniero agrónomo en Madrid, «una carrera de obstáculos» a la que aspiraban 500 alumnos durante el curso de iniciación, pero sólo lo superaban unos setenta. Cumple con el servicio militar en Melilla, donde acuden a él como profesor de un centro de Bachillerato. Catea a un alumno y «el coronel me llama: "¿Cómo se te ha ocurrido suspender al hijo del procurador en Cortes?"; le enseño el examen en blanco y agrega: "Va a venir su padre, le enseñarás el examen y le dirás que harás tuya la nota que él ponga. Eso sí, lo último no lo harás hasta que yo entre al despacho y, en mi presencia, no se atreverá a modificar el suspenso. Así ocurrió».

Mediante una beca, Carlos López-Fanjul estudia un año en el Animal Breeding Research Organization (ABRO), prestigioso centro de investigación en mejora animal. A continuación, permanecerá un cuatrienio en el Institute of Animal Genetics de la Universidad de Edimburgo, el centro de mayor prestigio internacional en la materia por la extraordinaria categoría de investigadores como Alan Robertson, William Hill o Douglas Falconer. En la Gran Bretaña elabora la tesis doctoral entre cultivos de mosca «Drosophila». «En una ocasión, se retrasaron los cultivos y tres horas antes de que saliera el avión no tuve otro remedio que trasladarlos a Madrid en una maleta. En el aeropuerto, los carabineros me preguntaron qué contenía mi equipaje y con total inconsciencia, pero sin faltar a la verdad, les dije que 150 botellas llenas de moscas. Las vieron y les dio tanto asco que me mandaron marchar inmediatamente».

De regreso a España, trabaja en el Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas (INIA), del Ministerio de Agricultura, y después, en 1975, obtiene la plaza de profesor agregado en la Facultad de Biología de la Complutense, donde llegará a ser catedrático. Las materias de su especialidad serán la Genética Cuantitativa y la Genética Evolutiva, pero orientadas a la experimentación. El perfeccionamiento de las explotaciones agrarias y ganaderas será uno de sus objetivos, puesto que «sin la mejora genética de animales y plantas no se puede alimentar al planeta». Además, estudia las consecuencias de la selección artificial, los cambios genéticos por azar y el comportamiento de los genes.

Su carrera académica se ve coronada en 2009 cuando se le concede el Premio Nacional de Genética en su primera edición, junto a Santiago Rodríguez de Córdoba y Antonio García-Bellido. La Universidad de Edimburgo también el concede el título de doctor en Ciencia, una especie de honoris causa que completa el doctorado ordinario que ya había obtenido en la misma Universidad. Además, el correspondiente Colegio de Asturias le concede el premio «Ingeniero agrónomo 2007», y LA NUEVA ESPAÑA le designa «Asturiano del mes» en septiembre de 2009. Pese a su corroborado nivel, Carlos López-Fanjul sostiene en el presente que «un científico se mide por la aceptación de sus aportaciones en las revistas de prestigio internacional, y la posibilidad de un rechazo en ese proceso de evaluación todavía me causa permanente angustia». Respecto a la situación de la universidad, opina que «los sectores políticos y sociales más directamente conectados con el neoliberalismo económico consideran la universidad española una institución descompuesta por la ineficiencia y el favoritismo». Sin embargo, «aunque la universidad de hoy no es la que soñábamos en la década de los ochenta, es considerablemente mejor que la anterior, pese a que los recursos invertidos han sido notablemente inferiores al promedio europeo». López-Fanjul dicta sus «Memorias» a LA NUEVA ESPAÑA en esta primera parte y otras dos, mañana, lunes, y el martes.