Yayoi Kawamura ha demostrado que el legado artístico de su país es una caja de sorpresas. Las investigaciones de la profesora han permitido identificar en España más de setenta piezas de laca fabricadas en Japón durante los siglos XVI y XVII y que arribaron a la península Ibérica en los galeones de la época. Buena parte de estas obras, consideradas joyas de alto valor, forman parte de una exposición que el príncipe Naruhito, heredero del trono imperial nipón, inaugurará dentro de dos semanas en el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid para conmemorar el cuarto centenario de la primera embajada oficial del país asiático a España, durante el reinado de Felipe III. «Los tópicos marcan las relaciones entre las dos naciones, todavía queda mucho por profundizar en el conocimiento mutuo», advierte la docente, que es la comisaria de la muestra.

La investigadora ha recorrido el territorio español durante los últimos ocho años en busca de los escritorios, arcas y arquetas que sus compatriotas fabricaban hace siglos por encargo de los países occidentales con laca en estilo namban, un material muy apreciado por el brillo que otorga a los objetos y que se obtiene de la resina del urushi, árbol autóctono de Japón, Corea y la China oriental. La mayoría de las piezas que ha catalogado Kawamura se encuentran diseminadas por monasterios, conventos e iglesias parroquiales de casi todas las regiones (ha detectado más de cuarenta localizaciones). Muchos de sus propietarios desconocían su procedencia e importancia artística. «A menudo, estos objetos se utilizan como sagrarios o relicarios, para guardar huesos de santos», explica. El resto pertenece a colecciones privadas.

Es el caso de la única pieza encontrada hasta ahora en Asturias: una arqueta guardada como oro en paño por una familia con residencia en la zona central de la región, heredera de la estirpe avilesina García Pumarino, que hizo fortuna en América hace más de trescientos años. Este hallazgo tiene una especial relevancia porque avala la teoría desarrollada por la historiadora de la Universidad de Oviedo respecto a las relaciones comerciales que mantuvieron Japón y Europa durante la Edad Moderna. «Hasta ahora se mantenía que estos objetos habían llegado hasta nosotros gracias a los portugueses, siguiendo una ruta que une el Lejano Oriente con Lisboa, a través de la India y África del Sur. Sin embargo, he podido demostrar que muchas de estas joyas están en nuestras manos tras haber viajado en barcos españoles que llegaban casi siempre a Sevilla, tras hacer parada en Filipinas y el actual territorio mexicano», asegura.

Esta mercancía exótica confirma también que Japón contaba entonces con una industria exportadora creada expresamente para satisfacer demandas de pueblos situados a miles de kilómetros. «Existía un mercado a instancias de los gustos occidentales. Los productores fabricaban incluso cruces y otros objetos que guardan relación con la religión cristiana, a pesar de que desconocían por completo su significado», apunta Kawamura. «Los españoles y los portugueses valoraban especialmente la laca como material y realizaban compras a gran escala», remata.

Las averiguaciones de Kawamura se enmarcan dentro de un proyecto más amplio sobre las relaciones que han mantenido Japón y España a través del arte, desarrollado por un grupo al que también pertenecen dos profesores de la Universidad de Zaragoza, uno de la Complutense de Madrid, otro de la Oberta de Cataluña, un becario de la de Oviedo, una conservadora del Museo Nacional de Kyoto y un miembro de la Academia de Bellas Artes de Sevilla. Actualmente cuentan con una financiación de 30.000 euros del Ministerio de Economía, que han permitido avances inimaginables sobre los intensos intercambios que mantuvieron las dos naciones hace cientos de años, pese a su situación geográfica y sus diferencias culturales.

Esa necesidad de aproximar dos realidades tan lejanas justifica la exposición que permanecerá abierta al público entre el 13 de junio y el 29 de septiembre y que organizan conjuntamente la Fundación Japón y el Ministerio español de Educación, Cultura y Deportes. En paralelo, están previstos varios actos en los dos países centrados en la época del primer contacto oficial entre sus representantes, hace cuatro siglos. «A pesar de que muchas veces vivimos de espaldas, la curiosidad mutua es evidente. Compartimos mucho más de lo que pensamos. Incluso me he encontrado con compatriotas que se han especializado en el estudio del hórreo o la sidra asturianos», apunta la profesora, que llegó para quedarse en la región hace más de tres décadas, tras recibir una beca para proseguir con su formación universitaria. «El deseo de conocerse a uno mismo a través del otro siempre es enriquecedor», añade esta experta en crear vínculos.