El empleo de material orgánico como fuente de energía crece al calor de las investigaciones que realiza Consuelo Pizarro. La profesora formó parte de un grupo de especialistas encargado de optimizar el uso de biomasa para la caldera de un edificio con arquitectura bioclimática inaugurado en 2008 en la localidad sierense de San Pedro de Anes, propiedad de la Fundación Barredo. Desde entonces, todos sus trabajos han estado orientados al estudio de las reacciones de diferentes sólidos biológicos ante la combustión (cáscaras de cacao, de avellana, frutos secos...). «Las instalaciones que funcionan con estos productos suponen una inversión relativamente alta en un principio, pero salen baratas a largo plazo porque se nutren de sustancias que son mucho más baratas que el carbón o el gasóleo», explica.

Pizarro está convencida de que la biomasa esconde aún enormes posibilidades de explotación. Los miembros de su grupo realizan a diario pruebas para caracterizar el comportamiento de diferentes productos ante el fuego y las posibilidades que ofrecen para una posterior comercialización, alimentando instalaciones de calefacción o generación de agua caliente. Su labor se desarrolla ahora en un contexto económico desfavorable, después de varios años de avances. «Esta energía renovable, prácticamente desconocida hace ocho años, ha sufrido un parón en España por la suspensión de las ayudas, después de un explosivo momento inicial», señala. Aun así, los especialistas asturianos no han parado la actividad en sus dos laboratorios de la Facultad de Química, donde cuentan con potentes equipos.

Uno de los primeros contactos de la docente del departamento de Ingeniería Química y Tecnología del Medio Ambiente con la biomasa se produjo en 2005, cuando comenzaron los trabajos del proyecto «ARFRISOL», financiado por el Gobierno central para poner en marcha la caldera del edificio bioclimático de San Pedro de Anes (completamente monitorizado y equipado con todo tipo de tecnologías medioambientales, como paneles fotovoltaicos, geotermia o frío solar). En su construcción participaron decenas de científicos y varias empresas españolas (los miembros de la Universidad de Oviedo fueron coordinados por Jesús Prieto). Este inmueble único fue inaugurado en 2011 y actualmente se utiliza para cursillos de formación.

La experiencia motivó el inicio de una novedosa línea de investigación en la Universidad de Oviedo, centrada en conocer las propiedades de diferentes materiales orgánicos como combustible, algunos elaborados (como los pellets de madera) y otros extraídos directamente de la naturaleza, como pepitas de aceituna o cortezas. «Medimos cuestiones como su grado de humedad, el humo que generan o si tienen propensión a formar escorias que puedan generar problemas en las calderas», explica. Además, están en contacto permanente con las empresas asturianas del sector, de primer nivel en el ámbito nacional.

«Soy una investigadora y me parece muy osado opinar desde un despacho sobre si este mercado en Asturias está aún poco transitado. Lo que sí afirmo sin ningún tipo de dudas es que, desde el punto de vista de la investigación, ofrece muchísimas posibilidades», indica. Además, está segura de que esta fuente de energía renovable, muy explotada en países como Austria o Finlandia, constituye una alternativa perfecta que favorece el cuidado medioambiental. «A diferencia del carbón, la biomasa genera bajas emisiones de óxidos de azufre y nitrógeno. Además, la contaminación de CO2 que produce la combustión de la madera de un árbol es similar a la que ese árbol absorbe durante su crecimiento. Así que se puede decir que se trata de un ciclo neutro, que no genera daños a la atmósfera», añade.

De todas formas, cree que será difícil generalizar este modelo. «Al final, se trata de una cuestión de mercado. La gente hará cuentas y sabrá si le resulta rentable o no apostar por una caldera que funciona con biomasa, al margen de los beneficios que pueda tener. Lo que tengo claro es que, a día de hoy, es una solución viable, sin déficits de abastecimiento», concluye.

Apostar por las energías renovables. El intenso contacto que mantiene Consuelo Pizarro con la biomasa desde hace unos años ha convertido a esta profesora en una entusiasta defensora de las energías renovables. «Es una lástima que, recientemente, se hayan parado prácticamente las ayudas destinadas a este fin, después del buen arranque que se produjo hace unos años», explica la profesora del departamento de Ingeniería Química y Tecnología del Medio Ambiente. Además, añade que los recortes no sólo afectan a la vertiente empresarial del sector, sino también a los investigadores que lo impulsan. «En mi equipo también están integrados los profesores Julio Bueno y Antonio Lavín, además de otros dos chicos. Una de ellas es una joven que está preparando su máster y que trabaja con nosotros a cambio de nada», dice. «Por eso, ahora nos dedicamos a rentabilizar el uso de la maquinaria obtenida durante los últimos años, a la espera de que lleguen fondos para poner en marcha nuevos proyectos, en una época muy complicada», remata.

- Consuelo Pizarro García es licenciada en Química por la especialidad de Química Industrial y doctora por la Universidad de Oviedo. La ovetense es actualmente profesora contratada y doctora en Ingeniería Química.

- Formó parte de un importante proyecto para poner en marcha la caldera de biomasa de un edificio bioclimático construido en San Pedro de Anes (Siero), propiedad de la Fundación Barredo.

- Actualmente, es integrante de un grupo de investigación dedicado a la caracterización de diferente material orgánico ante la combustión, lo que permite el desarrollo de nuevas fuentes de energía.