El catedrático emérito de Química Orgánica José Barluenga (Tardienta, Huesca, 1940) culmina sus "Memorias" para LA NUEVA ESPAÑA con sus experiencias y reflexiones en la Universidad.

Cuestión de Estado.

Antes de que se aplicara en la Universidad el "plan Bolonia" yo pensaba que la reforma era necesaria en el sentido de que se debe mejorar constantemente; pero la mayoría de las reformas que he vivido han sido casi siempre para peor. Una Universidad sólo cumplirá realmente su misión si es altamente selectiva, desde el profesorado a los alumnos. Si quiere ser la mejor, debe ser selectiva por naturaleza. Tengo muchas dudas, muchas, de que los políticos que han estado al cargo de esta reforma hayan sabido de verdad lo que querían. Yo creo que han tocado de oído. Solana y Juan Rojo no tocaban de oído, como he dicho, pero después€ ¿Por qué no han mirado a un centro como el LTH de Suiza, a Cambridge o a Oxford, o Múnich? Miren ustedes allí y ése era el camino que seguir. Está todo inventado, y tendrían que explicarnos las razones para no seguir ese camino. Han creado tinglados y entuertos, y "desfacerlos" es tremendo y lleva mucho tiempo. El LTH, Oxford, etcétera, no están parados, sino que vuelan, y si nosotros no volamos más deprisa que ellos nunca nos aproximaremos. Eso conduce a ser un país de segunda. Y ésta es una cuestión de Estado, de todos, y es increíble que los políticos de uno y otro signos no se sienten para llegar a un acuerdo de mínimos. Y además, ahora, los mejores cerebros se nos están yendo. ¿Pero es que no se les abren las carnes a los políticos, sean del partido que sean, al ver marchar a nuestras mejores gentes, con las que hemos gastado todo para formarlas, porque además les correspondía? No sé cómo esos políticos pueden salir a la calle y mirarnos a los ojos; tendrían que quedarse en casa.

Deformaciones universitarias.

Teníamos la aspiración de ser por fin un país europeo más y no lo somos. Yo me quería comparar a Alemania, Francia, Inglaterra, Holanda€ Mi generación fue la que estudia a finales de los cincuenta y primeros sesenta y fuimos de los primeros que salimos a estudiar al extranjero. A finales de los setenta y comienzos de los ochenta hay mejoría y la gente de mi generación pensábamos que éramos capaces de poner entre todos el país en el raíl. Se nos empezaba a respetar en el mundo científico. Pero en los noventa la Universidad empezó a adquirir deformaciones que a mí no me gustaron nunca. Lo he dicho y lo he escrito muchas veces: para empezar, la masificación de los profesores. Esto no se ha sabido resolver. Aquí nos encontramos con vegetales: yo, como nací aquí, estudio aquí, hago aquí mi carrera profesional y termino siendo catedrático aquí. Usted es un vegetal, pero la Universidad es universalidad. Hay grupos extraordinarios, no tengo ninguna duda, en Asturias, y los hay en todas las universidades españolas, que compiten con éxito con los mejores de sus ramas; pero eso no es suficiente: hay que llegar a tener una masa crítica para que se pueda competir. En estos momentos, el paso atrás que vamos a dar es tremendo.

Criterios selectivos.

Sé que es políticamente incorrecto, pero tengo que decirlo una vez más: la cantidad de profesores permanentes que tiene la Universidad es excesiva, y a la hora de ficharlos habría que hacerlo en el marco de una competencia internacional. Fichar a los mejores, porque la Universidad tiene que ser absolutamente selectiva. La Universidad, por definición, es elitista en este sentido. A la Universidad tiene que acceder todo el mundo que tenga capacidad de estudio; tiene que haber absoluta igualdad de oportunidades y esto es de lo que el Estado se tendría que preocupar. Pero los profesores que se fichen han de llegar bajo criterios muy selectivos.

Recorrido de mejora.

La química tiene mala fama; decir "eso tiene química" es sinónimo de que es peligroso, pero poner la química en términos peyorativos es absolutamente injusto y totalmente falso. Hace un tiempo, en La Rioja, les decía que el vino también es química, es decir, un conjunto de elementos muy complicados. Y todo en los medicamentos es química. Y, por ejemplo, hablemos del cloro, que es muy tóxico, pero, con la medida adecuada, tenemos agua potable porque la cloramos. Sin embargo, se están muriendo al año tres o cuatro millones de niños menores de 5 años por no tener acceso al agua potable, y 2.000 millones de habitantes en la Tierra tampoco tienen acceso. Uno de los campos de desarrollo de Asturias, sin duda alguna, es la industria química. Hay algunas que funcionan muy bien y tendría que haber más. Por ejemplo, Química del Nalón es una empresa que va con criterio y con toda seriedad y trabaja productos derivados del carbón. Pero emprender en el campo de la química requiere, primero, mucho conocimiento y un gran esfuerzo. Esto no es soplar y hacer porrones. Asturias ha tenido tradición industrial y eso es muy importante. Hacer las cosas nuevas, el inicio, siempre es muy difícil. Los que colonizan tienen los problemas más complicados, pero la cuarta o quinta generación ya son millonarias, y no son mejores que la primera generación. Oxford y Cambridge, y otros sitios a los que podemos mirar, tienen a su alrededor mucha industria química y con mucho valor añadido. Y para que aquí lleguemos a esos niveles todavía esta Facultad tiene mucho recorrido de mejora. El licenciado ya no es suficiente, sino que hay que tener doctores de alto nivel.

La quiniela científica.

Me hubiera gustado seguir dando clases, pero no puedo hacerlo, ni dirigir tesis doctorales. Pude hasta septiembre del año pasado, mientras fui catedrático emérito, pero esa situación no podía prorrogarse y ahora soy emérito "ad honorem". No puedo impartir clases ni disponer de un laboratorio para investigar. Sigo leyendo química, porque si no leo me pongo muy triste, aunque si leo me pongo nervioso porque empiezo a discurrir y pienso que aquello lo podría desarrollar, pero la verdad es que no puedo. Este encerado que tengo en mi despacho me acompaña desde que estaba en la antigua Facultad. Ahora, alguna vez entra un alumno y ponemos negro sobre blanco las cosas en el encerado, sin galones ni medallas de nadie, porque la ciencia no engaña y yo también me equivoco. Sigo yendo a congresos científicos a los que me siguen invitando, pero cada vez menos porque cuando uno va a esos sitios tiene que aportar cosas originales, porque cuando la cosa ya está publicada en los libros es muy fácil. La química es igual que las quinielas: es facilísima los lunes, cuando ya se saben los resultados, pero cuando hay que acertar es el viernes, al rellenarla antes de que se jueguen los partidos. Una vez que las cosas ya están publicadas, puedes decir "ay, qué fácil" y eso ya no interesa porque lo sabe todo el mundo. Pero el viernes, en la química y en las ciencias, uno no sabe qué se va a encontrar, ni dónde, ni cuándo. Tiene que estar allí, observando. No quiero decir mirando, sino viendo todas las circunstancias. Puede haber hasta una casualidad, pero la casualidad le ha salido al que estaba observando, mientras que a otros les ha pasado por delante y no se enteraron.

Asturiano de adopción.

Recibí la medalla de plata de Asturias y me he sentido aquí como en mi casa. Dije antes que me quedé aquí por don Teodoro López-Cuesta, pero, claro, había más cosas. Me encontré en Oviedo con una ciudad pequeña en la que se podía trabajar mucho mejor. Esta ciudad es muy atractiva y, además, los asturianos, si no dice uno cuál es su origen, se pueden confundir con los aragoneses en cuanto a manera de ser. Al menos así lo veo yo. Al comienzo tenía una precaución: que me iba a salir moho de tanta lluvia; pues ni eso. Lo mejor de mi vida lo he dejado aquí, y mis hijos todos se sienten asturianos. La medalla de plata la recibí con profunda alegría y a fin de cuentas soy asturiano de adopción.