Entendemos por gripe o influenza una enfermedad que aparece generalmente en brotes epidémicos durante los meses fríos del año. La transmisión ocurre por contacto personal entre una persona susceptible y una enferma, o portadora, a través de la inhalación de gotitas de saliva al toser, estornudar o hablar. El período de incubación es de uno o dos días. Posteriormente aparece dolor de cabeza y cuerpo, postración, escalofríos, fiebre alta (40 ºC), tos seca, fatiga y debilidad. Una semana después el cuadro cede; no obstante, un pequeño porcentaje puede sufrir complicaciones y morir; son los enfermos de riesgo: niños menores de un año, ancianos y enfermos crónicos, al contraer una neumonía por una infección bacteriana secundaria.

Recuerdo histórico. Se cree que los humanos contactamos con los virus gripales en la Antigüedad. Es posible que el primer documento escrito acerca de esta enfermedad corresponda a Hipócrates en el año 412 a.C. También se piensa que un brote gripal pudo afectar al Ejército griego durante el sitio de Siracusa en el 395 a.C. Asimismo, se cree que la influenza estuvo presente por todo el Occidente y el Medio Oriente durante la Edad Media. No obstante, la primera forma inequívoca de gripe sobre Europa data de 1170.

También se piensa que la gripe traspasó el océano Atlántico con los pasajeros del segundo viaje de Cristóbal Colón a América en 1493, pues se sabe que en esa fecha entraron en Santo Domingo unas cerdas enfermas compradas previamente en La Gomera, los primeros contagios se produjeron entre los miembros de la tripulación y, tras el atraque del navío, ocurrió una gran mortalidad entre los indígenas.Todo lo dicho hasta aquí nos hace pensar que la gripe resultaba endémica en Asia y se extendía por Europa de forma periódica. Una vez que se desarrolló el sistema de transporte a largas distancias se hizo global. En la actualidad la gripe es endémica en casi todo el mundo, aspecto achacable a la densidad humana de las ciudades.

Evolución de la pandemia de 1918. El primer brote gripal ocurrió el 4 de marzo de 1918, en un campamento del ejército estadounidense ubicado en Funston, Kansas, aunque se cree que importado por chinos. Los movimientos de tropas la extendieron por EE UU y como en este momento los soldados americanos fueron enviados a Europa a combatir en la I Guerra Mundial, la enfermedad apareció el 1 de abril en Francia (Burdeos y Brest). Poco tiempo después contaminó a la población civil y a todas las fuerzas contendientes: francesas, inglesas, americanas y alemanas. En mayo apareció en España, Portugal, Italia, Grecia, Albania, Escocia, Norte de África y península Balcánica. En junio se hallaba infectado prácticamente todo el mundo.

La segunda oleada epidémica, de agosto a diciembre de 1918, se cree que salió desde las ciudades de Brest, Boston y Freetown y se extendió por Europa, América del Norte y del Sur, África y Asia. La tercera, desde enero hasta marzo de 1919, quedó confinada a Europa y Norteamérica.

Dentro de Europa castigó con mayor rigor a España e Italia. En lo que respecta a Asturias hubo tres oleadas epidémicas (julio de 1918, septiembre de 1918 a marzo de 1919 y de abril y mayo de 1919) y afectó a todo el Principado. En aquel tiempo las condiciones higiénicas y la estructura de organización sanitaria eran muy defectuosas. Creemos que entre Oviedo, Gijón y Avilés pudieron morir 1.900 personas. No obstante, vamos a comentar lo ocurrido en Cangas de Narcea (municipio que tenía 23.000 personas) con 700 fallecidos. El brote comenzó entre los residentes del monasterio de Corias a últimos de septiembre y se extendió a todo el concejo para finalizar a mediados de enero de 1919. El testimonio de la epidemia de José Ríos Pérez nos dice:

Vino una enfermedad como un cólera, que moría mucha gente por abandono y de sed, ya que hubo casas que morían dos o más en cada familia y allí estaban varios días, allí por no haber quien los llevara. También los que estaban en cama hacían sus necesidades un día y otro en la cama, sin tener quien los limpiara, y en la aldea hubo muchos pueblos que los nenos abrieron las cuadras y soltaron el ganado para que no muriera de hambre atado. Y había un hombre llamado D. Alfredo Flórez, que cada segundo día visitaba a los enfermos pobres del Corral, La Vega, La Veguitina, calle de Abajo, Ambasaguas y el Cascarín, y sería yo un traidor a la verdad si no dijera que mientras su mano izquierda tocaba la frente del enfermo, con la mano derecha ponía trapos debajo de la cabeza y debajo dejaba cinco duros (en aquellos tiempos) por cada enfermo y cada segundo día. Muchas casas quedaron vacías; el mal de la "moda" llevaba con sus fiebres la gente al cementerio. Mis padres cayeron en cama y yo tuve que bajar (de Villar de Adralés) para Cangas para atenderlos y limpiarlos, y a las once (de la mañana) iba al Ayuntamiento a buscar la leche que bajaban de la Casona de Bimeda en un coche de caballos.

Los más afectados fueron los obreros, pues a la enfermedad se sumaba la carestía de alimentos. Tanta intensidad tuvo el acaparamiento de víveres que, tras la pertinente denuncia, el alcalde ordenó a la Guardia Civil el registro de domicilios sospechosos con requisa de "trigo, centeno y castañas", productos que fueron puestos a la venta al precio de tasa. Además, por temor al contagio, no había nadie que estuviese dispuesto a asistir a los epidemiados.

Ante tanta tragedia ya no se tocaban las campanas de las iglesias y estaba prohibido el acompañamiento al cementerio de los difuntos. Por el colapso de los cementerios se acotó un camposanto provisional en Barañán.

Conocimiento científico. Esta enfermedad registró elevadas tasas de morbilidad y mortalidad y se piensa que afectó a 400-600 de cada mil habitantes. La máxima mortalidad se localizó entre los menores de 5 años, los jóvenes (20 a 40 años) y en mayores de 60 años. Se cree que la alta letalidad fue provocada por el incremento de virulencia del propio virus al causar una neumonía viral primaria o bien por una sobreinfección bacteriana. Estos hechos aludidos ocasionaron serios daños en la economía provincial y familiar, además de una conmoción social.

La realidad infectiva está en función de la emigración masiva, de la inmunidad adquirida, del hacinamiento y falta de higiene, de la desnutrición existente, así como de la falta de medicinas. Por ello las variables a tener en cuenta pueden ser el grado de urbanización, la estructura higiénica, el nivel socioeconómico y la edad.

En 1933 se aisló el primer virus de la gripe humano, gracias a los investigadores Smith, Andrewes y Laidlaw, en un laboratorio de Londres. Con ello sabemos que existen tres cepas diferentes: A, B y C. El que causó la pandemia que estudiamos era del tipo A, en concreto de la familia Orthomyxovirus, que tiene RNA como material genético. En la estructura externa posee hemaglutinina (H) y neuroaminidasa (N), proteínas que le permiten fijarse al epitelio respiratorio y posteriormente pasar al interior celular, además son altamente mutables.

A partir de 1939 la tasa de mortalidad por esta enfermedad comenzó a descender gracias al uso terapéutico de las sulfamidas y antibióticos al frenar el avance de las neumonías bacterianas.

Para que valoremos la intensidad alcanzada, referimos que en la I Guerra Mundial, que duró cuatro años, fallecieron algo más de ocho millones de personas. Sin embargo, la pandemia de gripe de 1918-19 se estima que provocó unos cien millones de defunciones en todo el mundo. De ellas 270.000 ocurrieron en España.

Posee el triste honor de ser conocida como "Gripe Española" o "The Spanish Lady" porque nuestro país, al ser neutral en la contienda, notificó su presencia. De manera eufemística es conocida también como la "enfermedad reinante" o el "mal de moda".