No era la primera vez que el choque cultural, social, le golpeaba con esa fuerza. Le había pasado unos años atrás, antes del otro disco, cuando tuvo que salir huyendo de la cínica decadencia del postureo underground berlinés y acabó encerrado en una aldea de Villaviciosa, en madreñas y sin vecinos. De aquel refugio compartido con su chica, la cantautora astur-alemana de folk freudiano Fee Reega, había salido "Animal con parachoques". Ahora viajaba del pueblo, Morvís, a la capital, Madrid, y al llegar a Lavapiés el contraste con el ecosistema del campo asturiano en el que llevaba viviendo los últimos meses casi le vuela la cabeza: "Miseria en la calle, ignorancia, falta de educación, gente acuchillada literalmente en el portal, absoluta falta de libertad para todo, la situación de mis amigos, el precio del transporte, no poder ni viajar en metro". Eso le cabreó, y mientras la Meseta se iba tragando en el recuerdo toda aquella basura, empezó a cantar:

"Pierde los dientes, España, y pierde el cabello. / Sabes que fea y calva es como te quiero./ Pierde los dientes, España, y toma mi cuerpo./ Ahora que nadie te quiere y yo a ti me entrego".

En el contexto en que vive y se mueve Pablo Und Destruktion (Pablo García Díaz en el Registro Civil, Gijón, 1984) hacerle una canción a España, acompañado de guitarrazos con abundante fuzz y retroalimentación, loops ruidistas hipnóticos y percusión chatarrera, va más allá de la provocación. Pablo Und Destruktion toma aire, acostumbrado a la pregunta de por qué hacerse el Paco Ibáñez "avantfolk" en pleno año 2014, y desarrolla los cimientos ideológicos de su nuevo trabajo, "Sangrín": "Estoy harto de los equilibrios ideológicos que se hacen diariamente para negar una nación que como Estado existe. España es una manera de definir el grupo de personas que se va a encargar de hacer que las cosas cambien. Lorca, Buñuel, Blas de Otero. Nadie negaba entonces la existencia de España, para hacerla mejor, el "me duele España". Es un nacionalismo entendido como una manera de acotar el lugar por dónde empezar. Porque sin una conciencia de clase y de nación no se pueden empezar a plantear otras cuestiones, como la conciencia de género o el ecologismo, que deberían estar subordinadas a lo primero, no en primer plano".

Así fue como "Pierde los dientes, España" marcó una línea para "Sangrín" totalmente opuesta a la de "Animal con parachoques". Aquél era un folk de la experiencia, viaje por los demonios interiores, introspección y, quizá, algo de autoayuda. Éste, sin pretender ser "hiperpolítico", es claramente un viaje hacia el exterior, una mirada al mundo para pegar un puñetazo encima de la mesa, un conjunto de canciones claramente comprometidas, aunque el repertorio es compense con algunos pasajes más intimistas como "Powder" o "Pecho para enfriar balas". La canción de "España" también definió un sonido que, frente al trabajo anterior, iba a pasar por saturar mucho más las guitarras, hasta el límite de la distorsión, más fuzz, abusar de las programaciones electrónicas, osciladores analógicos, percusiones cacharreras y un empleo de los coros más allá de lo razonable en "Limonov, desde Asturias al infierno", donde el estribillo queda sepultado por una especie de orfeón bolchevique, "Coro Minero de Turón", bromea Pablo, cantando un tremebundo "la, la, la".

Las ocho canciones, con matices, más que cantadas se han escupido a la cara del que lo escucha. Hay mucho "odio estancado, crispación, mala hostia". Pablo no lo oculta. "El año 2013 fue de frustración total y pérdida completa de esperanzas, y este disco también reclama la virilidad, no sólo entendida como lo masculino. Me refiero al honor, la valentía, la furia, la venganza. Estas políticas del entendimiento, de la bonhomía, han dejado de lado todos estos elementos presentes en todas las revoluciones. Se puede resumir en el honor, entendido como respeto y culpa. Sin eso, ni se puede cambiar ni se puede lograr que los otros cambien".

Hay otros coros como esos lamentos fantasmagóricos con los que Fee Reega ha ido apuntalando las canciones de Pablo. Y un trabajo preciso y emocionante de la viola de Sara Muñiz. Por lo demás, y con la frase "la grabación es parte de la composición" liada a la cabeza, Pablo Und Destruktion ha tocado aquí la mayor parte de los instrumentos y ha realizado la mayor parte de las grabaciones, sea en casa a las dos de la madrugada o en sus residencias en la Laboral. Todo ese material se lo llevó a mezclar a Ángel Kaplan, que añadió algunos instrumentos y dejó todo listo para la masterización de Rafael Martínez del Pozo.

A pesar de todos los experimentos y de la cuestión política, hay una insistencia por parte de Pablo Und Destruktion, también en vías de acabar su máster en Sociología, en tratar de componer una nueva estética de lo popular, de avanzar dentro del folklore tradicional para reproducir ciertos efectos. Y entonces es cuando se pone a explicar la importancia de compartir experiencias en común presente en el folklore y la perversión de la escena de la música contemporánea y la sociedad actual. "Ahora todo está parcelado y el pueblo no quiere ser pueblo, quiere ser élite, ése es uno de los problemas del underground". Pablo Und Destruktion, que fue un chaval de Gijón alimentado en la distribuidora punk de la CGT, que se sintió excluido de todo aquel sonido Gijón y por el que el indie no pasó ni de puntillas, es ahora muy crítico con las moderneces de la misma escena en la que él, de alguna manera, se incluye. "Me cansa ese empeño del underground por ser el primero que ve el traje del emperador. Esa crítica cínica constante ha llevado a los grupos a limitarse a la mínima expresión para que el otro te acabe valorando porque, simplemente, no entiende nada, cuando en realidad no estás expresando nada. Dicho de otra forma: muchas cosas del underground son de retrasados. Esa deriva es, con precisión etimológica, simple idiotez. No comparto el optimismo de los que dicen lo bien que está la escena. A mí el underground no me ha dado más que palmadas en la espalda. Yo sí quiero que mi música se escuche".

Para demostrarlo, la presentación de este "Sangrín", el 22 de febrero, será un concierto en el sentido que a él le gustaría dar siempre a esa palabra: concertar. Que toque uno y luego ése se siente para escuchar al otro. Y, así, reunirá en la sala Whippoorwill de Oviedo (calle Matemático Pedrayes) a partir de las nueve de la noche, a "Pauline en la Playa", Nacho Vegas, Fee Reega y Alberto Acinas, maestros y amigos, gente con la que ha compartido kilómetros de carretera y de escucha de sus discos. Lo hará con banda, con su inseparable Javier Bejarano, con Sara Muñiz, Dani Donkey Boy y Frisco.