Joaquín Varela Suanzes-Carpegna es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Oviedo y director del seminario de Historia Constitucional "Martínez Marina". Su último libro, aún caliente, en colaboración con Santiago Muñoz Machado, se titula "La organización territorial del Estado en España. Del fracaso del federalismo a la crisis del actual Estado autonómico". Acaba de pronunciar una conferencia en el RIDEA sobre esta cuestión capital.

-El problema viene de antiguo.

La cuestión territorial surge con fuerza en las dos Repúblicas españolas. Es muy importante el fracaso de la alternativa federal en 1873. Tuvo grandes consecuencias. Cánovas y más aún Primo vuelven a los sistemas centralizadores, que eran los habituales en España como ocurría en la monarquía isabelina antes con los liberales en las Cortes de Cádiz que eran centralistas ante los foralistas catalanes y sobre todo frente a los americanos.

-¿Cuándo se produce el cambio?

En el Sexenio, con los republicanos en las constituyentes de 1869 y en febrero de 1873 con la proclamación de la I República. Después de unas elecciones con baja participación y retraimiento de los no republicanos, la República se presenta como federal.

-¿Por qué fracasó?

Por la guerra de Cuba, por la tercera guerra carlista que tuvo su propio Estado asentado en Estella y por el cantonalismo de1873, muy inspirado en la Asociación Internacional de Trabajadores, en la AIT, que había hecho su aparición dos años antes, simultáneamente a la Comuna de París. También contó la división entre los republicanos.

-¿Qué bandos había?

Los que no eran federales como Castelar y los que sí lo eran. Entre los federales también había discusión. Unos eran partidarios de un federalismo descentralizador, desde arriba, como Salmerón y Figueras. Otros, como Pi i Margall, desde abajo, y eran cantonalistas. Pi i Margall, uno de los cuatro presidentes de la República, fue acusado incluso por sus adeptos de haber modificado su planteamiento hacia un menor radicalidad. Incluso ahí hubo una clara división de bandos.

-¿Una jaula de grillos?

Bueno, Miguel Morayta, mano derecha de Castelar, calificó la situación de confusión babilónica. Para las bases, que después en gran parte se fueron al anarquismo, el federalismo no era por así decir una cuestión técnica sino que metían allí la abolición de los estancos de la sal, del tabaco, de las quintas... incluso el reparto de las tierras. Lo veían como una panacea. Castelar en dos días hizo un proyecto de Cosntiotución inspirado en EE UU que entonces era el referente de la extrema izquierda española. Qué ironía, visto desde hoy. También Suiza inspiraba mucho.

-¿Consecuencias de ese naufragio?

Fueron muy importantes. Se produjo una especie de vacuna contra el federalismo a la que contribuyó mucho Castelar. Se extendió por los republicanos y por los federales, salvo un reducto recalcitrante. La reacción antifederal llega hasta la II República. Aun así, tras el desastre del Noventa y Ocho avanzan los movimientos de descentralización. Ojo, nunca negaron la nación española. Por otra parte, ante el fracaso del federalismo, los catalanes como Valentí Almirall entraron en una deriva nacionalista. Del Estado catalán dentro de la nación española pasaron a la nación catalana dentro del Estado español. Es muy importante ya que nacionalismo y federalismo son antitéticos según se vio en España. El catalanismo tuvo gran auge en las dos primeras décadas con Almirall, Prat de la Riba y Cambó. En el País Vasco, lo mismo a partir del PNV de Sabino Arana. Incluso en Galicia desde la "Semana da fala". Plantean una nueva organización territorial del Estado distinta de la de la Restauración de Cánovas.

-Y la izquierda.

También los partidos republicanos, como el reformista de Melquíades, eran partidarios de una autonomía regional. Incluso el PSOE defendía líneas federales.

-La II República le da una nueva vuelta de tuerca a la cuestión.

Se plantea en el pacto de San Sebastián, de agosto de 1930, en el que estaban tres catalanes. Es clave. No especificaban, pero la intención era clara.

-Así que...

Se repiten escenarios de 1873 en alguna medida. La II República se proclama un poco antes en Barcelona que en Madrid. Macià y Companys proponen el Estado catalán dentro de la República con un Estatuto, el de Núria. Los constituyentes se encuentran con este estatuto que limita competencias de la República. No encajaba con lo que quería la mayoría republicano socialista. En la comisión constitucional, con mayoría de largo del PSOE, se recortan las propuestas.

-¿Entre dos aguas?

Ossorio y Gallardo habla del fracaso del federalismo y del centrismo y propone el Estado integral. Lo mismo Jiménez de Asúa al presentar, en agosto, el proyecto de Constitución. Consideran caducos el centralismo y el federalismo. El camino intermedio es el bueno: el Estado integral. No se debatió demasiado. No se entró mucho en su estatuto jurídico.

-Cataluña siguió adelante con su proyecto.

Cataluña puso en pie sus instituciones antes de la Guerra Civil. El estatuto gallego es de junio de 1936 y acabó veinte días después. Y el vasco, durante la guerra con el mando del PNV. La experiencia autonómica es sólo catalana. Se suspende en 1934 con la rebeldía de Companys, que es encarcelado. Después se restablece. Esos son los antecedentes republicanos a un centralismo que la clase intelectual no consideraba viable. En el franquismo, ya se sabe lo que ocurrió. Y la transición recoge la idea autonómica de la II República.

-De manera que sólo para algunos territorios.

La idea era sólo Cataluña, País Vasco y Galicia, como en la II República. Pero acabaron montando diecisiete comunidades y dos ciudades autónomas.

-¿Y ahora?

Veo la situación con enorme preocupación.

-¿Hay solución?

Sí, un acuerdo profundo entre los dos grandes partidos nacionales. Están perdiendo votos a chorro. El PSOE es un pilar clave de la democracia moderna y está dividido entre el PSC y el resto. No es un partido español realmente, son dos partidos. Y deben ponerse de acuerdo con el PP. Sólo un gran pacto entre el PP y el PSOE puede solucionar el problema del separatismo.

-¿Están por la labor los populares?

El PP cree que lo importante es la crisis económica pensando que el problema territorial es distinto. Pero no, forma parte del problema; luego, de la solución. El independentismo catalán no es fruto de un Estatuto mal gestionado por el Tribunal Constitucional y propiciado frívolamente por Zapatero y Maragall. No, la crisis económica, la desindustrialización y la deslocalización son claves. Por eso cala ese lema de "España nos roba". Si dejan de robarnos, piensan, seremos como Suecia. Eso mismo caló, tristemente, en Alemania, tan desarrollada en tantas cosas, donde la gente acabó creyendo que la culpa de los problemas era de los judíos. La solución es el pacto entre esos dos grandes partidos. Incluso un Gobierno de concentración para abordar también la reforma administrativa y otras muchas cosas. Hay cerrar el coladero de la transferencia de competencias. Y replantear el Estado social y tantas otras cosas. La situación es tan grave o más que la que dio pie a los pactos de la Moncloa. Hay que mirar, también, a la gran coalición en Alemania.

-La UE es la novedad frente a los escenarios de las dos repúblicas.

Ángel González dice en unos versos: "todo cambia, nada permanece excepto la historia y la morcilla de mi tierra; se hacen con sangre y se repiten". La UE es un paraguas para que las cosas no se desmadren. Y es fundamental la reciente actitud de los empresarios alemanes apoyando a los catalanes, que estaban asustados" salvo Lara y Freixenet. La posibilidad de una salida de Cataluña de la UE pesa. El Partido Nacionalista de Flandes se ve ahora confederal, pero no separatista, porque teme quedar fuera de la UE y del euro. Es un punto de optimismo, pero no podemos fiarlo todo a Europa, hay que resolver las cosas desde aquí. Y se resuelven dialogando entre los dos grandes partidos.