Durante la Guerra Civil española, funcionaron en Madrid 44 hospitales de sangre, centros médicos o edificios civiles adaptados para la acogida a los soldados heridos en el frente. Los actuales hoteles Palace y Ritz fueron habilitados, por ejemplo, como hospitales. La cifra da idea de la magnitud de la tragedia. Alguno superaba las tres mil camas. En el hospital médico popular de Chamartín trabajó un médico asturiano, Jesús Martín Sánchez. Había nacido en 1908 en Castropol, localidad en la que su padre, abogado, estaba destinado. Estudió Odontología en Madrid y, ya licenciado en 1932, fue discípulo de Bernardino Landete, considerado el fundador de la cirugía oral y maxilofacial en España.

La guerra cortó de plano el destino de millones de españoles. Jesús Martín trabajó a destajo en aquel hospital de guerra que recibía a decenas de heridos todos los días. Por sus manos pasaron cientos de soldados con la cara destrozada a causa de las balas o la metralla. El médico asturiano hizo frente durante casi tres años a heridas terribles, con pocos medios pero dedicación sin horario. La traumatología facial era una especialidad aún en los albores, muy poco desarrollada.

Pero el asturiano no sólo curó en condiciones muy complicadas, sino que documentó y fotografió cientos de casos, y realizó un seguimiento de muchos de ellos incluso después de la contienda. Un colaborador suyo, probablemente un soldado con gran mano para el dibujo, aportó numerosas ilustraciones que explican las técnicas quirúrgicas. Firmaba J. Sáez. No se sabe nada de él, salvo ese nombre.

Todo ello quedó en un álbum que Jesús Martín guardó en su casa y que ahora, setenta y cinco años después del fin de la guerra, forma parte de un libro titulado "La otra cara de la guerra civil", editado por la Sociedad Española de Cirugía Oral y Maxilofacial (SECOM). Se trata de una obra coral en la que distintos especialistas abordan desde un punto de vista histórico la relación entre guerra y medicina.

Carmen Martín Arenas es la única hija de Jesús Martín, fallecido en 1993. Carmen heredó aquel álbum y se lo regaló a un primo suyo, que es dentista. Juntos se dirigieron en su día a la SECOM con ese material excepcional pero de enorme dureza. Los médicos son capaces de ver en él técnicas casi imposibles para la época, y todos percibimos en cada imagen el drama de una guerra.

Decía Hipócrates que "la guerra es la mejor escuela del cirujano". Cuenta el doctor José Luis Cebrián, uno de los dos coordinadores de la obra que "la Guerra Civil española fue todo un laboratorio de pruebas; a España vinieron muchos médicos del extranjero, generalmente con destino en hospitales más de retaguardia. Y aquí se desarrollaron muchas técnicas quirúrgicas".

Se calcula que unos 20.000 médicos españoles trabajaron durante la Guerra Civil, la mitad aproximadamente en cada bando. En Madrid los hospitales estaban bajo el mando republicano. De hecho, la capital no cae hasta finales de marzo de 1939. El bando nacional tenía también su mapa de hospitales, el más importante el llamado Hospitalillo de Arquitectura, en la Ciudad Universitaria. Otro decisivo fue el hospital de la localidad de Griñón, al sur de la provincia. Tan sólo en julio de 1937 (batalla de Brunete) pasaron por sus salas y quirófanos 11.500 heridos.

Dentro de Madrid, Jesús Martín ejercía lo que su hija Carmen califica de "trabajo de artesanía" con rostros deformados. Se calcula que cerca de un 20 por ciento de los soldados heridos en la Guerra Civil presentaba heridas en la cara. "Era muy manitas" y, hay que suponerlo, hombre de mucho aguante.

Cebrián califica de "material impresionante" los apuntes y fotografías recopiladas y explicadas por el médico asturiano porque "Jesús Martín ya no sólo hacía lo posible por curar las heridas sino que valoraba la calidad de vida" de aquellos soldados desfigurados, alguno de los cuales le mandaban tiempo después fotos desde sus casas.

Para un profano resulta difícil asumir que el impacto de una bala en pleno rostro no produzca la muerte inmediata. Sobrevivir a un episodio así era más frecuente de lo que se piensa, aun a costa de pagar un alto precio.

Al terminar la guerra, Jesús Martín instaló una consulta odontológica en la madrileña calle del Postigo de San Martín, entre Callao y Las Descalzas. Allí se jubiló. Falleció con 85 años, sin haber querido nunca sacar a la luz el valioso material médico e histórico que lo acompañó buena parte de su vida. La publicación del libro es para su hija Carmen "lo mejor del mundo. Mi padre lo estará viendo desde algún lugar y se estará alegrando tanto como nosotros".