Alfredo González, cantautor turonés, desandó los caminos muy trillados del éxodo rural y volvió de Oviedo al valle Turón. Con la autoridad que da el regreso a contracorriente, mira el movimiento social desatado por la "aparente nimiedad" del anuncio de cierre del economato y se lo explica a sí mismo a través de la sensación, moldeada hace muchos años, de que "con Turón no se juega". Vuelve a "lo que decía Miguel Prado", ex presidente de la Plataforma Juvenil del valle, y reafirma que "Turón es un sentimiento. Y un modo de vida". Que "si nos aprietan, pegaremos patadas".

Hace tiempo que González también corrige el gentilicio y sostiene que con lo que ha llovido sobre este valle maltratado los que siguen aquí "no somos turoneses, somos turonistas. Y mucho". Cada son vez menos en número, pero más resistentes. Será porque están "demasiado acostumbrados a recibir golpes" y a rebelarse, será que "somos muy luchadores y que esto está pasando ya de castaño oscuro". En su versión de los hechos, el "súper" sería un símbolo del tiempo perdido, "un lugar de tradición" en un sitio habituado a perder que ha recibido por ese edificio del barrio de San Francisco, el antiguo de los cuarteles, "la gota que ha colmado el vaso". El anuncio de cierre del economato sería, según este punto de vista, la última fase de la pérdida progresiva de pozos, de alternativas de futuro y de servicios que explica por qué Alfredo González, al volver después de tres meses fuera de casa, comprueba "cómo envejece el pueblo, porque no es la gente la que se hace mayor, es el pueblo", recalca.

El músico no es tan mayor como para acordarse de los miles de mineros que levantaron Turón en torno a la mitad del siglo XX ni tan joven como para no haber vivido "muy de cerca" aquel momento de los noventa en el que "se fueron cerrando todos los pozos, empezando a terminar con un montón de puestos de trabajo y a la vez con un modo de vida, con una forma de ser" que todavía, a la vista está, no se ha ido del todo. González, que cantó en el Coro Minero de Turón, sabe algo de las al menos tres decenas de asociaciones vecinales, culturales o deportivas que todavía vertebran la sociedad del valle. Es lo que queda, asiente él, una vez que "no contentos con llevarse los pozos desapareció el dinero que iba a llegar para la reconversión. Ahora de Diasa queda ningún empleo y a cambio tenemos una "Ciudad del Tenis" en La Riquela que costó un pastón, como si Rafa Nadal hubiera nacido en Turón". "Es como una película de humor que a nosotros no nos hace ninguna gracia".