El físico ovetense Bruno Sánchez-Andrade Nuño le colocó unas "Google glass" -las cibernéticas y novedosas gafas del buscador- a Mariano Rajoy en la recepción que, el pasado 13 de enero, le ofrecían en la Embajada de España en Washington. Una anécdota que le hizo saltar a la fama y que elude, sin darle importancia. El viernes ofreció una conferencia en Gijón, en el Instituto del Piles, donde estudió el Bachillerato. En esta entrevista explica su trabajo en una innovadora empresa norteamericana de cartografía digital y reflexiona sobre la formidable revolución tecnológica que estamos viviendo.

-¿Qué sensación le produce regresar a su instituto para impartir una charla?

Es un honor. Empecé en el colegio que está aquí al lado y después en este instituto. Que me inviten a hablar es estupendo.

-¿Qué notas sacaba?

Seises y sietes. Y un nueve en astronomía. En Física teníamos una buena profesora, muy dura, así que no saqué buena nota.

-Buenos recuerdos...

Había profesores muy buenos. No sólo te enseñaban, sino que también te educaban, una tarea más bien de la familia. Mis padres me dijeron que mi herencia era la educación. Tuve un profesor muy destacado en Filosofía. Al estudiar a un filósofo yo pensaba que era igual que él. Yo era como Sócrates, como Platón, como Demócrito o como Nietzsche. Las mejores notas de selectividad las saqué en Filosofía y en Inglés. De las peores, en Física. Pero me dediqué a la física.

-Estudió en Oviedo.

Primero en Canarias y después varios cursos en Oviedo.

-¿Con el profesor Alameda?

Sí, daba electromagnetismo. Tengo muy buen recuerdo de la cuántica. Calleja, que lo acabo de ver, me daba laboratorio. Volví a Canarias, a La Laguna, muy buen sitio para hacer astrofísica, porque los profesores están investigando en los cercanos telescopios. Y después me fui al Instituto Max Planck a doctorarme.

-¿Dónde?

En Gotinga.

-La Universidad de genios como Hilbert.

Y de Einstein y de muchos otros. También estuve en la NASA.

-¿Y ahora?

En una empresa de cartografía digital que se llama Mapbox.

-¿Dónde está?

En EE UU. En Washington y en San Francisco. Vivo a caballo. Es una "start up" con cuarenta personas.

-Hacen fotos y las ponen en un mapa, ¿cuál es el secreto?

Los primeros mapas de Apple, por ejemplo, eran malísimos. Quedó claro que la cartografía digital es extremadamente complicada. Hay que tener conocimiento y una buena estrategia.

-Y dinero, porque es cara.

Es cara de la forma convencional. Como lo hacemos nosotros, no. Somos una "start up" con software abierto y libre. Una comunidad tipo Wikipedia, pero para mapas. Hacemos partícipes a todos. Ves una cosa que está mal, pinchas, editas y ya está. Y cuando nuestros clientes como el "Financial Times" mejoran los mapas, todos se benefician. Los mapas de África son malos porque no hay detrás intereses comerciales, pero sí les interesan a las ONG, de manera que los mejoran y toda la comunidad se beneficia. En el mundo entero.

-¿Dónde está el negocio?

Vender la lista de mapas a los clientes que tienen capacidad para comprar. Por ejemplo, el "Washington Post", que es cliente. Es gratis hasta 10.000 visitas al mes y después cobramos cinco dólares por otras 10.000 visitas.

-¿Cuándo van a vender la empresa? Es el destino fatal de las "start up".

Ya se verá. Estamos haciendo mucho ruido. Nuestro proyecto es mejor en muchos aspectos que los de Google y Apple.

-¿Tienen relación con la NSA?

¿Por qué?

-Porque nos espía a todos y los mapas de su empresa pueden facilitar la tarea.

Todo es software libre.

-Pero...

La tecnología es una herramienta. La puedes usar para el bien o para el mal. Cuando es muy disruptiva, la gente la utilizará para violar la privacidad o cosas parecidas. Pero si consideras que un ciego puede ser dirigido por otra persona gracias a una "Google glass" todo cambia.

-¿Sus mapas tienen una vida comercial útil más allá de dos o tres años?

No creamos algo para que viva un tiempo y después a otra cosa. Buscamos la innovación incremental. Hacemos algo bueno y lo seguimos mejorando. En un negocio basado en software libre el valor está en la posibilidad de seguir creando. Así se puede seguir en la cresta de la ola. Cada vez se puede ser mejor.

-El software libre tiene críticos.

El valor debe estar en el equipo y no en el producto. Puedes crear un producto y venderlo. Bien. Es lo que hacen las empresas de software cerrado. Bien, pero tiene desventajas.

-Al menos tiene un responsable.

¿Cómo?

-Puedes pedir cuentas al que lo hizo.

Lo importante es saber programar algo que beneficia a la comunidad entera en régimen abierto.

-Apple es lo opuesto, todo cerrado.

Claro. Su valor es su producción y la propiedad intelectual correspondiente. Crean una imagen que está muy bien. No digo que sea un mal modelo. Los productos de Apple son una pasada. Pero las cosas abiertas son mucho más beneficiosas pensando en la comunidad internacional y a largo plazo. Además, los iPhone y otros aparatos usan muchos componentes de software libre.

-Yo sólo me fío de los que ganan dinero.

Nosotros ganamos dinero. Hay otros modelos de negocio diferentes como Whatsapp y Facebook, donde el valor está en el número de clientes.

-¿Todos a programar?

La programación es súper importante. Si tengo una idea, la realizo. Ahora hacer código equivale a ser mecánico antes. Un manitas lograba empleabilidad. Ahora, programar da empleabilidad. Las máquinas son muy lógicas. Hacen lo que les mandas, no lo que quieres que hagan, que no es lo mismo. Para decirles lo que deben hacer, debes tener una forma de pensar extremadamente lógica, debes descomponer el problema, ver los casos límite y considerar las implicaciones de todas las líneas de código. Esa forma de pensar ayuda en la vida en general.

-¿No están al caer las máquinas programadoras que todo lo cambiarán?

Sí, pero la intención es del programador. Las máquinas es posible que sean capaces de inventar incrementalmente, pero no van a innovar fuera de su rango de parámetros.

-También cabe contratar a un programador y en paz.

Sí, pero en ese caso progresarás más lentamente. Al programar personalmente evalúas la complejidad.

-¿La dualidad entre la máquina y el programa es insuperable?

Vamos a aparatos progresivamente más invisibles. Un ordenador es muy rotundo. Ahora es todo más pequeño y más integrado.

-Los implantes de chips en el cerebro pueden generalizarse.

No lo sé. La tecnología tendrá cada vez menos fricción de uso. Si quiero saber la distancia a Birmania, un aparato me lo dice en dos segundos. La innovación incremental puede llegar a poner un chip en el cerebro, pero es difícil.

-¿Qué deben hacer los jóvenes que se abren a la vida laboral?

Deben moverse, ser proactivos y no esperar a que les llegue una oportunidad. Si quieren trabajar en la NASA, que den los pasos. Que manden un e-mail, que es lo que hice yo.

-Oyéndole parece que el mundo es sólo para ingenieros, físicos y matemáticos, quedando descolgado el resto de la humanidad.

La imagen del programador debe cambiar. No sólo los técnicos deben saber programar, sino también los artistas, los médicos, los periodistas y, en general, todos los profesionales. Debe haber una transferencia de esa capacidad, aunque no se produzca plenamente. El mundo de la tecnología debe abrirse. Un iPhone no puede ser un misterio, todo el mundo debe saber cómo funciona. No puede ser un secreto.

-¿Hay que quitar a los informáticos el control de los aparatos?

Tienen su papel. Crean las herramientas. Lo complicado es innovar. Pero usar las herramientas, programar, debe ser cosa de todos.