De la puerta que en la primera mitad del siglo XVIII dejaban atrás los peregrinos para visitar el Salvador y venerar las reliquias de la Sancta Ovetensis no queda más rastro que unos agujeros en la piedra, donde debía encajarse. "Seguramente eran hojas lisas o con elementos metálicos, característicos del siglo XV", señala el restaurador Jesús Puras, sin poder concretar más. Las que reciben a los visitantes de la basílica actualmente, obra de José Bernardo de la Meana, han sido objeto de sucesivas intervenciones, guiadas por el criterio imperante en restauración en el tiempo en el que fueron realizadas. Tras la Guerra Civil, probablemente como parte de la restauración dirigida por Menéndez Pidal en la Catedral, se les aplicó una capa de brea, que igualó el color de la madera -en su origen estaba policromada-. En 1986 la Asociación de Amigos de la Catedral encomendó la reparación de la puerta a unos ebanistas, que realizaron una intervención muy agresiva, utilizando potasa cáustica como decapante. Jesús Puras intervino en 1987, con un tratamiento que regeneró la madera y le devolvió su color natural.