El monasterio de Cornellana forma un espléndido conjunto que ocupa un amplio terreno de la llanura aluvial formada por los ríos Nonaya y Narcea, que discurren el primero con una dirección Oeste-Este y el segundo de Sur a Norte, y se encuentran aguas abajo, muy cerca del centro monástico. En la actualidad, un pequeño puente salva el curso del Nonaya, por el que pasa un camino que une el monasterio con la villa de Cornellana. A la salida de ésta, un puente moderno franquea el paso sobre el amplio cauce del Narcea.

Mucho tiempo atrás existió cerca del monasterio otro puente, de origen romano, más al sur que el actual, formando parte del ramal costero de la vía de La Mesa que desde El Fresno (Grao) se allegaba hasta Pravia. Junto a este puente debió de tener lugar la batalla que enfrentó a Nepociano y a Ramiro I, a la muerte de Alfonso II. Vestigios de ese antiguo puente se localizan junto a Casas del Puente, lugar de la margen derecha del Narcea, frente a Cornellana, y cuyo nombre es bien expresivo. Este viejo puente, del que hay varias noticias documentales, estaba muy maltrecho ya al comenzar el siglo XVI y, según Juan Uría Ríu, se cayó de viejo en 1580. No hace mucho, al acometer obras de ampliación de la carretera AS-15 en el tramo de Cornellana a San Martín de Lodón, Otilia Requejo pudo reconocer algunos restos del puente enterrados en la orilla derecha y ha hecho una propuesta de construcción del mismo, con un perfil alomado y amplios arcos de medio punto.

El río Narcea fue en tiempos antiguos navegable hasta Cornellana. Así lo cuenta el P. Luis Alfonso de Carvallo en las páginas introductorias de su "Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias", al hablar de las mudanzas que el tiempo había operado en la geografía asturiana: "Muy cierta cosa es, y recibida en Asturias, que los Barcos llegavan hasta Cornellana, por el río Narcea; y algunas personas de crédito me informaron, que avían visto cartas de flectar Navíos, por donde consta ser assí, y por el Río Nalón entravan los Barcos hasta el lugar de Santo Tirso, y ahora apenas llegan a Pravia". La noticia del jesuita cangués podía parecer una fantasía suya, pero en la intervención arqueológica llevada a cabo en el monasterio entre los años 1998 y 2001 por Gema Adán aparecieron dos tejas que muestran grabados unos barcos, que sin duda reproducen los que remontaban el río hasta el monasterio. En la actualidad, las tejas se exponen en el Museo Arqueológico de Asturias, en Oviedo.

El monasterio de San Salvador de Cornellana fue fundado por la infanta Cristina, hija del rey Vermudo II y su primera mujer, Velasquita, según documento fechado el 31 de mayo de 1024. Constituido bajo la forma jurídica conocida como "iglesia de propios o de herederos", la propiedad del patrimonio monástico se fue repartiendo entre los descendientes de la infanta Cristina. Un bisnieto suyo, el conde Suero Vermúdez, reunió los diversos lotes y refundó el monasterio junto con su mujer la condesa Enderquina, haciendo entrega del mismo a los monjes franceses de Cluny por un documento fechado el 7 de marzo de 1122.

El elemento más antiguo del conjunto monástico de San Salvador de Cornellana es una torre cuadrada a la que en la actualidad está adosada la iglesia románica y que ha sido fechada por carbono 14 en los años 910-920. También hay muros y pavimentos de barro fechados en 990, que se supone que formaron parte del conjunto arquitectónico que la infanta Cristina convirtió en monasterio propio en 1024, y donde la propia infanta debió de vivir en compañía de sus sirvientes.

Uno de los restos más interesantes del monasterio de San Salvador de Cornellana es la que se supone que fue portada del primitivo cenobio, que actualmente está colocada a la entrada de la llamada plazuela de la Leña. Debió de ser levantada a comienzos del XII, cuando se refunda el monasterio por los condes Suero Vermúdez y Enderquina. Se trata de un arco de medio punto con guardapolvo de flores tetrapétalas que descansa en impostas decoradas con lacerías vegetales y, bajo ellas, leones recostados. Sobre la clave del arco aparece en altorrelieve la figura de un animal, identificado como una osa, que acoge entre sus patas a una niña. Tal motivo iconográfico guarda relación con una leyenda, vinculada al origen del monasterio y que interfiere la realidad documental, pues ha llegado a convertirse en emblema de San Salvador de Cornellana, volviendo a figurar en el centro de la fachada barroca de la ampliación de las dependencias monásticas.

Según la fabulosa historia, siendo niña, la infanta Cristina estaba al cuidado de una sirviente o ama de cría. Un día, en un descuido de ésta, la niña fue arrebatada por una osa que cogió a la criatura por la ropa sujetándola con los dientes, y corrió ladera abajo, en dirección al Narcea, donde desapareció entre el frondoso bosque. Alertados los criados de la casa por el aya, iniciaron la búsqueda de la pequeña, que resultó infructuosa. Entonces un mozo atrevido cruzó a nado el río, hacia la orilla izquierda, y se adentró en el bosque. Tras internarse algunos metros, se detuvo a escuchar, percibiendo unos extraños ruidos. Aproximándose con sigilo, el mancebo observó una maravillosa escena: la osa, con la niña bajo el vientre, amamantaba a la pequeña, que sorbía ávidamente la leche del animal. Gritó valientemente el muchacho y espantó a la fiera, que en tan maternal escena se hallaba, y recuperó a la pequeña, que fue devuelta a brazos de sus padres. En agradecimiento por el rescate, se fundó una iglesia en honor de San Salvador que formará parte de la dotación fundacional del monasterio de Cornellana, años más tarde, por la propia infanta Cristina, hija del rey Vermudo, como se dijo, y casada con el infante Ordoño, hijo del rey Ramiro III.

En la actualidad, varias partes del monasterio amenazan ruina. A primera vista, el conjunto ofrece una imagen palaciega, debido a la noble fachada de las dependencias monásticas, resultado de una amplia reforma efectuada en la segunda mitad del siglo XVII y comienzos del XVIII, que hace un ángulo recto con la iglesia, de época mucho más antigua, a la que también se le añadió una nueva portada en esa época.

La iglesia es de estilo románico, de la segunda mitad del siglo XII, y consta de tres naves y triple cabecera de ábsides semicirculares. Hubo en esa época un claustro, que fue derribado para construir en su lugar otro que es el que se conserva, dentro de la gran reforma emprendida en la segunda mitad del siglo XVII, que dotó al centro de nuevas dependencias. De entonces es la fachada del templo, fechada en 1678, con dos torres para reloj y campanas. También se reformaron las naves de la iglesia y se añadió el coro elevado a los pies. En los ábsides se colocaron retablos barrocos, de comienzos del siglo XVII, los primeros ejemplos de clasicismo arquitectónico y naturalismo escultórico barrocos en Asturias.

La fachada del edificio monasterial, que hace ángulo recto con la iglesia, es de apariencia palaciega y una muestra destacada de la arquitectura barroca regional. Las obras se comenzaron en 1696 y concluyeron en 1719. Los canteros avilesinos Domingo Suárez Solar y Francisco González Bango fueron los artífices de la portada. En la crujía norte, pared por medio con la iglesia, hay dos portadas: una gótica y otra románica, de doble arco, del último cuarto del siglo XII. Saliendo del claustro, en el ángulo noroeste, hay un arco románico muy sencillo. Una inscripción en latín en el capitel-imposta del lado izquierdo expresa: "Me hizo la diestra mano de Mascaroni", quizás el maestro que erigió la iglesia en la segunda mitad del siglo XII.