Me llamo Ángel Sánchez Alonso, tengo 53 años. Llevo el Taxi Angelín, hago rutas por el Parque Natural de Ponga, aunque ahora mismo estoy de baja. Yo nací en Sobrefoz y  primeramente, de guaje, como todos los guajes que tenían hacienda y que no eran de ninguna familia pudiente, trabajaba a la yerba, al ganáu. Desde críu ya. Mi madre no quería que yo fuera a la mili, aunque yo quería ir. Luego quedé excedente de cupo. Pero yo tenía un poco de ganas de ver algo más y marché a Suiza a hacer la vendimia. Estuve en Suiza haciendo la vendimia desde finales de septiembre hasta navidades. Tenía 19 años, era 1987, y allí conseguí un contrato en la construcción y estuve hasta finales de julio”.

“Pero en Suiza no me gustó el ambiente de trabajo. No el trabajo en sí, porque trabajar nunca había trabajado menos. Allí la pasta salía de un silo y los pesos eran para la grúa. A ver, aquello era una bicoca. Pero no había buen ambiente y entonces retorné. Aquí estuve con mi madre con el ganao un tiempo. Luego me marché y estuve trabajando en Pola de Siero, en la autovía; luego estuve catorce meses en calderería en Avilés y después estuve poniendo canalón y cosas en Gijón. Más tarde estuve en el camping de Avín, en Onís, haciendo rutas a caballo. Tenía una compañera y decidimos marchar para Ventaniella. Cogimos la casería de Ventaniella y lo teníamos así como refugio”.

CASERIA DE VENTANIELLA, PONGA MIKI LOPEZ

(Ventaniella es, sin duda, una de las joyas de Ponga. Esta venta, un paso hacia Maraña y Riaño, en León, es un lugar de una belleza excepcional y larguísima historia, está acreditada su existencia al menos desde 1527. La alberguería, situada a sólo dos kilómetros de la raya con León, es propiedad del pueblo de Sobrefoz, y cada cuatro años sale a concurso para que la gestione un casero. Se ofrece comida y alojamiento durante el verano. Y del resto del tiempo, con reserva previa. Quien quiera visitarlo, más información en www.ventaniella.com)

“La casería de Ventaniella fue comprao a escote por los vecinos del pueblo de Sobrefoz, que era de los curas, y el pueblo lo subasta pa quien lo quiera gestionar. ¿Nunca estuviste en Ventaniella? Yo creo que aparte de guapo, sí tiene magia. Es un sitio en el que te encuentras. La gente, de donde quiera que venga, se encuentra. Y para mí por supuesto que es un sitio especial. Mi madre ya se crio allí. Mis abuelos habían estado allí ocho años llevándolo cuando mi madre era pequeña. Eso fue justo en la posguerra. De aquella había más implicaciones. El puerto de Ventaniella es un puerto de paso para León y había mucho transeúnte con víveres, con estraperlo, con todo, segadores… Aquello era un paso bueno. De aquella mis abuelos y mi madre estaban conviviendo con los maquis. Bajaban por allí a comer, con mucha precaución. Mi abuela Severa me decía que cuando venían las fuerzas de la Benemérita o alguno sospechoso ella ponía una sábana en la ventana a secar. Mi abuela tenía que vivir con todos. Tenía que vivir con la Guardia Civil si llegaba y con los del monte, que estaban allí detrás”.

“Mi madre vive todavía. Lo que pasa es mi madre es sordomuda y ahora además está perdiendo la vista del todo y nos cuesta entendernos. Primeramente, a mi madre no hacía falta de hacerle lenguaje de signos. Le movías los labios y ya estaba. Pero ahora me tiene que detectar el signo con las manos. Tengo que hacer los signos y me los tiene que tocar. Es sordomuda, pero es muy valiente. La llaman Maruja, pero el nombre de ella es Maripaz. Se apellida Sánchez Alonso, como yo, porque es soltera. Mi madre de joven hacía de todo, cortaba leña, segaba a guadaña, segaba con una segadora. Levantaba tabiques, pescaba a mano, hacía de todo. Con mirarnos ya nos entendíamos. Tú le hablabas de frente y te leía los labios sin ningún problema. Pero ahora no ve. Quedó así porque le dio la escarlatina y la meningitis y una de ellas la dejó sin oído antes de saber hablar. Mi güelu era pobre, pero se sacrificó y la tuvo ocho o diez años estudiando en Madrid. Mi güelu se machacó y la mandó a Madrid. Imagínate en aquellos años mandar una hija a educar a Madrid siendo humildes. Mi güelu era comuñero. No sé si sabes lo que era ser comuñero. Por ejemplo, tú eres pudiente y yo no. Tú me dejas 6.000 euros pa comprar diez vacas y yo dentro del año te tengo que devolver esos 6.000 euros. Eso que te prestaban lo tenías que pagar con la mitad de los terneros. La otra mitad ya eran tuyos. Y ahí entrabas en una política que no salías nunca en la vida. Estaba hecho pa que no salieras nunca. Te daban una finca a medias, la segabas, la curabas y la primera que metías en la tenada era la d’ellos. Luego, lo tuyo. Eso por ley”.

"Total, que estuvimos atendiendo Ventaniella ocho años. Después de ocho años, decidimos tener un crío y cuando nació, ya bajamos.  Nació el guaje en julio y en Navidad abandonamos. Aquello era muy guapo, pero se cierra la nieve, se pone malo y… En Navidad hace veinte años que bajé de Ventaniella. Fue una época muy guapa, buena época, buenos años. Cuando estás a gusto en un sitio que te guste eres eficaz un cincuenta por ciento más.  Luego bajé pa Abiegos, compramos una casa y una cuadra y en el 2004 hicimos un bar. Muy guapu. Después, la crisis del 2008 lo cerró. Yo ahora llevo doce años de taxista, aunque ahora estoy de baja... Y así transcurre un poco el tema de aquí, de mi vida por lo menos”.