Arturo ROMÁN

La repetición del tradicional concierto de Fin de Año, celebrado a las ocho de la tarde del pasado martes día 2 en el teatro Campoamor con el patrocinio de Cajastur y de LA NUEVA ESPAÑA y organizado por el Consistorio ovetense, fue todo un alarde de patriotismo que dejó boquiabierto al respetable.

El mérito fue del director italiano Giovanni Pacor, quien, al frente de la Orquesta Sinfónica «Ciudad de Oviedo» (OSCO), ofreció un tradicional repertorio que consistió en una docena valses y polcas de Strauss, Offenbanch y Von Suppé. Hasta ahí, todo normal. Lo que se dice, tradicional y navideño

Fue tras la interpretación del «Danubio azul» a modo de cierre, cuando Pacor, todo un «showman» de la lírica, empezó con las propinas, ante un público rendido a su marchosa batuta. Y poco después -con ese ajetreo bullicioso propio de las burbujas del cava- el italiano consiguió que los asistentes al concierto, de rigurosa etiqueta, empezasen a cantar a los sones de la OSCO, acompañados por él mismo desde lo alto del escenario. A la antigua usanza, como se hacía antes en las zarzuelas, cuando el pueblo acompañaba las estrofas de los coros más populares. Tradicional, pero innovador.

Se cumplió así lo que había prometido el concejal de Cultura, Alfonso Román López, quien había augurado un concierto «divertido, entretenido y ágil. En la línea del concierto de Viena y anticipándonos a él».

«Qué mejor forma de acabar un año y empezar otro que con música, en una ciudad musical como Oviedo», añadió antes de que se agotasen las entradas.

Lo que no había previsto López fue que Giovanni Pacor, como si de un Roberto Benigni de la música clásica se tratase, conminase al respetable a entonar el pasodoble «La bandera», más conocido por «Banderita española».

Fue entonces cuando el Campoamor casi se viene abajo a los sones de «Banderita, tú eres roja/ banderita, tú eres gualda./ Llevas sangre, llevas oro/ en el fondo de tu alma». Y el respetable, entusiasmado, proseguía, entonado y feliz: «El día que yo me muera/ si estoy lejos de mi Patria/ sólo quiero que me cubran/ con la bandera de España». Fue el día en el que las palmas de los vieneses marcando el compás de la Marcha Radetzky se quedaron cortas ante el fervor español de los ovetenses.