Oviedo, L. Á. VEGA / I. RONZÓN

La Audiencia Provincial de Valencia ha impuesto 64 años de cárcel al avilesino acusado de quemar vivos a su ex mujer y a dos de sus hijos, de cinco y ocho años, que murieron abrasados en abril de 2004 en el incendio que provocó en su casa de Alcira (Valencia). El entonces compañero sentimental de su esposa -de la que el asturiano llevaba tres años separado- logró sobrevivir a las llamas, aunque sufrió importantes quemaduras. La Audiencia ha condenado a Ismael Pablo Rodríguez por tres delitos de asesinato (18 años por cada uno de ellos) y uno de intento de asesinato (10 años). La pena impuesta es la que solicitaba para él el fiscal.

Durante el juicio, el asturiano reconoció haberse acercado ese día a la casa de su mujer, pero siempre negó haber causado el incendio que acabó brutalmente con la vida de su familia. El abogado del avilesino, José María Cervell, manifestó, tras conocer la sentencia, su intención de recurrirla ante el Tribunal Supremo. Considera que «no existen pruebas» objetivas que inculpen al acusado, del que asegura que «ha sido juzgado simplemente por haber incumplido una orden de alejamiento que pesaba sobre él». El letrado había solicitado que Ismael Pablo fuera condenado a seis meses de prisión.

El incendio se desencadenó sobre las tres y media de la madrugada del 30 de mayo de 2004. Ismael Pablo Rodríguez, que fue vecino del barrio avilesino de Llaranes Viejo, roció con líquido inflamable la vivienda en la que residían su ex mujer, Jennifer Irene Lara García, y dos de sus tres hijos: Keith, de 8 años, y María del Carmen, de 5. Su otro hijo, Pablo, de 12, vivía con su padre. Fue este último el que, el jueves por la noche, llamó al timbre del portal para pedirle a su madre que abriera la puerta. Jennifer se negó, a pesar de que el pequeño se lo suplicaba. «¡No puedo abrir la puerta, tu papá me va a matar!», gritaba. La mujer avisó a la Policía de la presencia en su domicilio del ex marido, que tenía una orden de alejamiento. Cuando llegaron los agentes, Ismael Pablo Rodríguez ya se había marchado, aunque con la intención de volver. El asturiano regresó a su casa con su hijo. De madrugada, se hizo con la llave que Pablo tenía de casa de su madre ya que, al parecer, iba a menudo a comer con ella. A las tres y media de la mañana, cogió un bidón con líquido inflamable y se encaminó al domicilio de Jennifer. Entró en la vivienda con la llave, roció la habitación donde se encontraban durmiendo los dos niños fallecidos y la mujer, y le prendió fuego. Ismael Pablo Rodríguez salió de la casa y cerró con llave la puerta de entrada, por fuera, para anular cualquier posibilidad de huir de las víctimas.

Jennifer Lara y sus dos hijos quedaron aislados en una de las habitaciones de la casa, que llegó a alcanzar los 400 grados de temperatura. Su compañero logró sobrevivir, al encontrarse en otra estancia. Fue evacuado por un balcón por los Bomberos. Durante el juicio, celebrado el pasado mes de noviembre, las palabras de uno de los testigos del incendio, fueron estremecedoras: «Hay una imagen que no podré olvidar nunca -describió-: Jenny estaba asomada a la ventana con sus niños pidiendo auxilio a gritos. Las llamas le pasaron por encima y, de repente, se hizo el silencio». Cuatro médicos forenses calificaron al asturiano durante la vista como un hombre «frío, manipulador y con rasgos de personalidad psicopática». Según el fiscal, «lo tenía todo planeado y meditado al detalle».