A lo largo de décadas, a partir de la década del cincuenta del pasado siglo, la Hermandad de la Probe fue un hermoso ejemplo de eso que ahora tanto se cacarea pero que muy pocos intuyen de qué se trata, gracias a hombres como Hermegildo Bardio Cachero, Miguel Fernández, el inolvidable Cachero, Mario, Jesús y, naturalmente, Jama: nos referimos, claro es, a la «sociedad civil», que funcionó en La Foz de Morcín más y mejor que en cualquier otra parte de Asturias. Con el tiempo las cosas evolucionaron y se hicieron más complejas, y la Hermandad de la Pobre es ahora mucho más de lo que era, aunque haya perdido buena parte de lo que fue. Ahora adereza las actividades de la hermandad la presencia de políticos profesionales con mando en plaza o de distinguidos profesionales de estar en todas partes, que dan colorido y prestigio social a la fiesta, aunque los actos principales se desarrollen en Oviedo, mayor escaparate, y no en La Foz. A pesar del mayor brillo social e incluso político (los políticos profesionales nunca aceptan honores si no es sacando tajada), uno, que conoció estos festejos en escenarios más modestos, prefiere el irresistible encanto de los viejos tiempos, cuando la comida de pote de nabos y queso de «afuega'l pitu» se realizaba en el bar de Gerardo, y el propio Gerardo recibía a la clientela con blusón azul y madreñas. Para la comida se disponía la extensa planta alta, que estaba al nivel de la calle, ya que al bar se entraba bajando unas escaleras. Los abrigos y los sombreros, los guantes y las bufandas (pues San Antón es una de las grandes fiestas del invierno, y hace un cuarto de siglo las gentes no tenían tantas calorías como ahora, que todo el mundo anda de manga corta, aunque afuera esté nevando), se echaban sobre una cama, antes de pasar al comedor, que tenía una parte reservada a las autoridades y fuerzas vivas y otra al público en general. La Guardia Civil, de uniforme de gala, tricornio y correctamente afeitada (los inevitables bigotes, pero ninguna barba), se sentaba ordenadamente en hilera, de espaldas a la pared: por el si acaso. El resto se sentaba donde le señalaban o podía ponerse. Todavía recuerdo con nostalgia el caldoso y sabroso pote de nabos que cofeccionaba Elena, bien auxiliada aquel día por un eficiente estado mayor de expertas guisanderas: no recuerdo haber comido otro mejor. El cura, el gran José Manuel Valle Carbajal, el único cura español que figura en el «Libro Guinness de los Récords» por los años que permaneció al frente de esta parroquia, bendecía la mesa y se sentaba parsimoniosamente a comer. Comíamos en paz, viendo a través de los ventanales las grandes y escarpadas montañas que parecían precipitarse sobre nuestras cabezas. Después venían los callos, y de postre casadiellas y era inevitable el queso de «afuega'l pitu», en sus modalidades blanca y con pimentón, o «rojos del Aramo», que fue como Juan Benito propuso que se le llamara. Sariego, entonces todavía muy joven, daba por entonces las primeras muestras de su talento como administrador y organizador, y Díaz era la rapsoda de la fiesta: no había programa anual en el que no figuraran sus versos en elogio de La Foz, de las montañas y del queso de «afuega'l pitu». Versos, he de precisarlos, escritos con gracejo y muy buen humor.

Éste era el ambiente de Jama en días de fiesta; pero también supo adaptarse a los nuevos tiempos. En Oviedo es, junto con Marcial, el embajador extraordinario, la otra encarnación de Morcín en la capital del Principado.

Y en Morcín continúa siendo Jama. Muchos años después de que dejara de ser alcalde, las gentes de Peñarudes o La Salgar, Otura, Las Mazas o Llano, donde todavía no había carretera, le pedían cosas, un farol o el arreglo de un camino. Y Jama, pequeño y activo, pulcro, con aspecto de empleado eficiente, atendía a todo el mundo y conocía a todo el mundo. «Ya hablaré con Fulano». Durante muchos años, en la fachada de su casa, hubo una pintura: «Vota Jama». Qué pena no ser de Morcín para haberle votado. Porque Jama, bonísima persona, es bueno para todo. Deja huella en la Hermandad de La Probe, deja huella en la donación de sangre en Asturias. Deja huella en sus amigos. ¡Qué gran amigo Jama!