Cuando el ácido bórico se hizo tristemente conocido después de que la Policía lo encontrara en 2005 en la casa de Lanzarote de Hassan El Haski, condenado por los atentados del 11-M, y en un piso franco de ETA en Salamanca en 2001, lo que avivó una gran polémica mediática sobre la posible relación de la banda terrorista y el islamismo y la autoría de los atentados de Madrid, Mario V. P. aún no sospechaba que sería detenido en el marco de la operación «Pirrichi» contra el tráfico de heroína. Tampoco que el fiscal especial antidroga de Asturias, José Perals, pediría para él una condena de seis años y nueve meses de cárcel por tráfico de drogas y tenencia ilícita de armas. Ayer, en el juicio que se sigue en la Sección Tercera de la Audiencia Provincial contra la que la Policía consideró la mayor red de tráfico de heroína del Principado, Mario V. P. habló del ácido bórico. Y ofreció una nueva versión sobre sus múltiples usos: combatir el olor de pies.

Mario V. P., conocido como «tío Agustín», es uno de los 29 acusados por la operación «Pirrichi». En el registro que el grupo de Estupefacientes del Cuerpo Nacional de Policía practicó en su casa se encontraron 538,27 gramos de ácido bórico, aparentemente escondido dentro de una bolsa entre juguetes. El hombre, que engendró 14 hijos y tiene 62 nietos, se explicó ayer durante la cuarta sesión del juicio. Si se cumple el calendario previsto, la vista se prolongará durante cuatro semanas.

El ácido bórico es una sustancia común que puede adquirirse en cualquier droguería y sus usos son diversos. Así, se utiliza habitualmente para «cortar» droga con la que sacarle un mayor beneficio económico; también como insecticida o incluso para conservar marisco.

-«¿Cómo explica el ácido bórico encontrado en su casa?», preguntó José Perals al acusado.

-«Verá», contestó él, sin titubear, «A mí me huelen los pies, me sudan mucho. Así que me lo echo, que va muy bien».

-«¿No lo utilizaba para mezclarlo con droga?», dijo el fiscal.

-«Nunca. Nunca jamás».

En el domicilio del «tío Agustín» también se localizó una balanza digital -«era para los pesos de las hijas y la mujer», justificó él-, 820 euros en metálico, un tambor de revólver y dos escopetas para las que no tenía licencia. «Serían de un sobrino que las había olvidado. Yo ni siquiera sabía que estaban allí», afirmó. Según el fiscal, el acusado, presente en el registro, intentó «distraer» la atención de la Policía y la comisión judicial cuando estaban a punto de descubrir las armas. «Eso no es cierto», dijo él. «Me caí por accidente».

Mario V. P. fue condenado en 2001 en León por tenencia ilícita de armas a un año de cárcel.

Durante la operación «Pirrichi», la Policía se incautó de droga por valor de 301.379 euros. La primera incautación se realizó en la estación de autobuses de Oviedo, el 14 de marzo de 2005. Dos de los acusados fueron detenidos cuando descendían de un Alsa procedente de Madrid con una bolsa, en la fotografía de la izquierda. Al abrirla, los agentes localizaron cuatro paquetes de medio kilo de heroína cada uno, valorados en 159.522 euros. Entre el resto de aprehensiones figura sustancia para cortar droga, hallada en Lada, Langreo, en la imagen de la derecha.

José B. H. fue ayer al juicio sin sombrero, por primera vez desde el inicio de la vista. Accedió a contestar a las preguntas de todas las partes, algo no muy habitual entre el resto de acusados. El fiscal lo acusa de un delito de tenencia ilícita de armas y reclama para él una condena de un año y medio de prisión. En el registro practicado en su casa, la Policía encontró una pistola semiautomática en perfecto estado.

«No tengo conocimiento de qué hacía esta pistola allí», dijo. «Soy ministro de la Iglesia Evangélica de Filadelfia y mi religión me prohíbe tener armas». El acusado atribuyó el revólver a un hijo suyo, «drogadicto, que está siempre preso, entrando y saliendo».

El hombre, ex minero, fue con su «certificado» de ministro evangélico en la mano. Lo es desde 1991. Pero el tribunal rechazó incorporarlo a la causa de la «Pirrichi», a petición de Perals. «No se cuestiona la religión del acusado», afirmó. «No es lo que se discute».