Gijón, J. M.

Los heroicos actos de Bobela «llegaron a noticia del rey, que recibió a doña Joaquina con el mayor afecto, haciéndole mil preguntas sobre sus realistas de Oviedo», relata Canella.

Fernando VII, por real orden de enero de 1820, le otorga una pensión de cuatro reales diarios sobre los fondos de la Colecturía de Espolios y Vacantes de la diócesis. Dicha pensión es confirmada por la Regencia del Reino, el 6 de mayo de 1841, y se la estima compatible con la de 2.000 reales que Joaquina Bobela cobraba del Montepío de Oficinas como viuda de Barredo.

María Andallón también viaja a la Corte con grandes recomendaciones. «Fernando VII la recibió bien, pero puso algunos reparos el infante Antonio, poco menos que imbécil, aduciendo que ya estaba cansado de patriotas», retrata Canella, quien agrega que «la respuesta de María, tratando de Usía a Su Alteza, fue irrespetuosa y algo más, pero merecida».

El infante Antonio Pascual de Borbón era el tío de Fernando VII. Curiosamente, el levantamiento madrileño del 2 de mayo había sido en defensa del infante, cuando, al amanecer de ese día, los franceses intentan sacarle del palacio real junto con los últimos miembros de la familia real: la reina de Etruria -María Luisa de España, hija de Carlos IV y María Luisa-, y el infante Francisco de Paula.

A María Andallón se le otorgó una pensión de tres reales diarios, pero mal pagada, de modo que, por real orden de 22 de octubre de 1845, se la reafirmó como «pensionista de guerra por servicios hechos a la patria en 1808, 1809 y 1810», y se mandó que la Tesorería de Rentas de Oviedo le abonase «mil reales vellón a cuenta de los atrasos».