Cámara de televisión

Oviedo, Ángel FIDALGO

Cámara de televisión

Evaristo Canete, veterano cámara de televisión, participó el pasado miércoles en Oviedo en la clausura de la exposición del XI Premio de fotografía «Luis Valtueña», de la ONG Médicos del Mundo. Canete repasa los momentos más duros y alguno entrañable de los numerosos conflictos que siguió como periodista.

-Ha sido testigo de las mayores barbaridades de los últimos treinta años en todo el mundo. ¿Cuál le marcó más?

-En Nicaragua, en 1977, tal vez por ser la primera. Estaba con el Frente Sandinista y los bombardeos eran terribles. Para poder filmar tenía que apoyar la cámara, porque temblaba. También el de los Balcanes, por el peligro que había por los francotiradores y porque al estar tan cerca de España pensaba que podía pasar cualquier día en mi pueblo.

-En todos estos años, ¿qué lección le enseñó la vida?

-A valorar más lo que tengo y, sobre todo, a ver que después de una guerra la situación nunca mejora. Nunca es un buen camino para conseguir algo.

-¿Somos menos crueles?

-Lamentablemente, no. Ahora la crueldad en los conflictos va en aumento, pero en la vida diaria también somos más crueles.

-Y después de ver tanta crueldad, ¿qué opinión le merecen los hombres?

-Muchas veces defraudan, pero otras, y en medio de grandes conflictos, hay personas que te dan lecciones. Como Médicos del Mundo, que aquí lo tienen todo y se marchan a zonas peligrosas e incluso alguno se deja la vida.

-¿Hay imágenes que ahora hubiera preferido no filmarlas?

-Al final soy un profesional que intenta hacer lo mejor posible su trabajo. La imagen que no hubiera querido filmar no la he filmado.

-¿Cuál no se puede quitar de la retina?

-La de un niño, en Ruanda, en 1994, que estaba al lado de su madre, muerta, como el resto de su familia. Le acaricié la cabeza y me devolvió una sonrisa de agradecimiento que nunca olvidaré. Se me arrugó el corazón y vertí alguna lágrima.

-Un momento entrañable.

-También en Ruanda, un año después. Entramos en un convento de monjas de clausura y lo encontramos lleno de niños heridos y sin familia. Nos encariñamos con ellos. Yo concretamente con uno al que llamaba Daniel. ¿Y si me lo llevo?, comenté en broma a una de las monjas. Le faltó tiempo para contestar: «Llévatelo». Hablé por teléfono con mi mujer y mi hijo y me dijeron que adelante. Vicente Romero quería también adoptar otro, pero todo se complicó y no pudimos. Una pena.

-La otra cara de la moneda de su larga carrera profesional. Fue compañero de la Princesa Letizia.

-Trabajé bastante con ella y me consta que quiere mucho a Asturias. Incluso cuando viajábamos cantábamos canciones de Asturias en el coche.

-¿La última vez que la vio?

-El otro día en Madrid. Yo le pregunté por sus hijas y ella por mi nieto, y me dijo lo de siempre, a ver cuándo nos vemos. Pero es muy difícil.

-¿Notó diferencia entre la periodista y la princesa?

-Al contrario. Ella se desvive, lo veo en su mirada, dice que le gustaría estar más tiempo con nosotros. Dos veces al año: el día de su cumpleaños y en las Navidades le pongo mensajes y siempre me contesta. Además, fui el cámara de los anillos en su boda. No sólo hago desastres.

-¿Qué pensaba de la periodista Letizia?

-Que iba a terminar siendo una señora como Rosa María Mateo. Tenía una ambición sana en su profesión, como todos a los que nos gusta. Además, se preocupaba mucho por su trabajo.