Las grandes ideas no vienen de la concentración, sino de la relajación. Esto es lo que resulta de un reciente estudio científico que analiza encefalogramas. Sin embargo, si nos relajamos demasiado no es que no tengamos grandes ideas, es que perdemos hasta las ganas de pensar. En ese estado nos recostamos en la pura biología de las restantes células del cuerpo, que ante el silencio de las cerebrales nos regalan un canto muy gratificante, que engancha. La conclusión de todo ello -del estudio y de este escolio- es que la vida más creativa se produce mediante un esfuerzo sostenido de concentración que de cuando en cuando se relaja, y hace brotar la flor. La consecuencia teológica sería que la creación del hombre, el último de seis estresantes días de curro, no pudo ser una buena idea. Debió haber dejado por el medio Dios el día de descanso. De esa mala praxis creacionista vienen los problemas.