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l Fundación de la Facultad de Derecho de la Autónoma. «Me presento a las oposiciones de Universidad en 1957. Saco el número dos; el uno fue Miguel Motos, que llevaba 20 años preparando la cátedra. Voy a Bilbao de catedrático de Mercantil, a la Facultad de Económicas. Hablé con el número tres de las oposiciones, Fernando Sánchez Calero, para que viniera de La Laguna a Bilbao y yo me voy a Santiago de Compostela. "¿Cómo es que te vas a Santiago desde Bilbao?". "Porque quiero explicar a alumnos de una Facultad de Derecho". En Santiago estoy tres años; otros tres en Salamanca y siete en Oviedo. Me hablan entonces de fundar una Facultad de Derecho en la Autónoma de Madrid. Aquello era como un sueño para un catedrático y quiero a esa facultad con locura. La monté pensando mucho en la Universidad española. Empiezo a montar la facultad y me dejan libertad para elegir catedráticos y procuró traer a los mejores que había en España. Estoy tres años de decano. Creo que todavía hoy sigue siendo la gran Facultad de Derecho, pese a sus defectos».

l La entrada en política. «Yo era una persona que venía de familia con gentes de izquierda y derecha, y me traía sin cuidado el PSOE o AP. Siempre he dicho que a los profesores que vivimos de la inteligencia nos cuesta mucho encontrar la verdad. Veo en el PSOE parte de la verdad, y en el PP, y en el Partido Comunista. Era un hombre de ese estilo, sin adscripción política clara. Un buen día, estaba comiendo con mi familia en casa y me llaman por teléfono. Era un catedrático de Derecho Mercantil, que estaba en la Universidad de Navarra del Opus, De la Cuesta Rute. Le había recomendado hacía poco a una alumna y le dije sin más: "No se preocupe usted, me llama para decirme que suspendió la chica, pero no se preocupe, lo que tienen que hacer es estudiar, y dejarse de recomendaciones y de coñas". "No le llamo para eso, sino para una cosa más delicada que no puedo decirle al teléfono. Deme una hora y voy a verle al despacho". Nos vimos a las cinco de la tarde del día 6 de julio de 1976. "Vengo a verle porque Adolfo Suárez, si está usted dispuesto, le ofrecería la cartera de Educación y Ciencia". "¿Qué me dice usted?"».

l Pese a lío del país. «Yo no había visto nunca a Adolfo Suárez. Lo conocía del periódico y de aquello de "¡qué error, que inmenso error!" de De la Cierva, por lo de haber sido Suárez Secretario General del Movimiento. Hablo con Rodrigo padre: "Me ha citado para mañana". "Vete, a ver qué quiere". Rodrigo hijo dijo alguna vez que yo fui a decirle "no" a Suárez, pero en realidad fui a ver qué tal era. Llamo a mi mujer: "Mercedes, me ofrecen ser ministro de Educación; fíjate tú qué cosas más raras". "Mira Aurelio, si aceptas te va pesar y si no, también te va pesar. Puedes hacer mucho bien y como las dos cosas te van a pesar, vale más que te pese por haber aceptado". "Pero fíjate el lío que hay en el país", añadí».

l Tres horas para decidirse. «Voy a ver a Suárez, en la Castellana. Subí y me dicen: en el piso tal vive Morodo. "¡Qué bonito!", pensé. Espero a que me reciba y veo salir a Adolfo -lo reconocí por las fotos de prensa- con Fuentes Quintana, que fue ministro después, pero en aquel momento le dijo que no a Suárez. "¡Cuánto me alegro de verte, Aurelio Menéndez!, tenía ganas de conocerte". "Oye, antes de que empecemos a hablar, que ya sé a qué vengo, ¿qué te ha dicho Fuentes, porque es catedrático como yo?". "Me ha dicho que no; voy a hablar con Lladó", que luego fue ministro de Comercio. "Tú dirás". Nos tuteamos. "Te llamo con toda urgencia: tienes tres horas para pensar si quieres la cartera de Educación". "Vamos a ver, Adolfo, ¿tú qué quieres hacer?". Debo decirlo: Suárez me contó a grandes rasgos lo que luego hizo, aunque la idea era de Torcuato y anterior a todo esto. Me dijo: "Mira, yo voy a un sistema democrático, a un sistema de partidos...". Aquel 7 de julio de 1976 me adelantó todo lo que iba a hacer después. Lo recuerdo nítidamente. "Bueno, eso es lo que hay, Aurelio". "Mira, tengo tres horas para pensarlo y te quiero decir lo siguiente: para que no haya errores entre nosotros, si te acepto esto y no haces lo que has dicho, yo me voy, pero es que me voy. Date cuenta de que no soy un político profesional, tengo mi cátedra, mi despacho... yo tiro la cartera y me largo. Me largo como aquí se organice un tingladete para salir de esto cuatro meses y luego tener más disgustos. Si no cumples lo que me dices, el programa democrático, yo me voy".

l Un programa democrático. «Suárez agregó: "Llámame porque en el último parte -entonces se decía como cuando la guerra- de televisión quiero dar el Gobierno y tengo que ir a ver al Rey y decírselo". Sólo le quedaban Comercio y Educación. Voy al despacho y veo a Rodrigo. "Acéptalo, coño". "Me ha hablado de un programa democrático que me convence. No os oculto que la vanidad juega lo suyo, a mi edad, cuarenta y pico años, ser ministro de España es una cosa que me cautiva". Pero sólo iba a ser por un tiempo. Llamo a Suárez: "Adolfo, acepto. Que sea lo que Dios quiera"».

l Torcuato prepara los caminos. «Se conoce que Suárez llamó a Torcuato para que me animara y Torcuato me llama. Recuerdo la conversación y me parece increíble que después tuvieran él y Suárez las distancias que tuvieron. "Mira Aurelio", me dijo Torcuato, "no puedes encontrar una persona mejor; es un tío colosal, excepcional. Aurelio, por favor, no le falles, este país necesita personas como tú. Tienes que aceptar"».

Pero Torcuato no era quien le había dado mi nombre a Suárez. La persona a la que primero se acude para ser ministro de Educación, a través de Osorio, es Eduardo García de Enterría, catedrático de Derecho Administrativo, hombre notable, mejor que yo, pero que nunca quiso cargo alguno, ni el de vicedecano de la Facultad. Eduardo da mi nombre: "Tenéis una persona justa, en edad y en lo demás, Aurelio". Torcuato apoya mi nombre. Torcuato también había preparado el camino de Adolfo, desde el principio. El ser ministro Secretario General del Movimiento se lo debe a Torcuato. Torcuato lo lanza como ministro, con Arias, y después maneja la terna en el Consejo del Reino. En la terna estaban Silva, López Bravo y Adolfo Suárez. ¿Qué hacía Adolfo Suárez en esa lista? Torcuado dijo su famosa frase: "Estoy en condiciones de llevar al Rey lo que el Rey me ha pedido". En realidad, le dijo al Rey lo que convenía».

l Signos para el país. «Tomamos posesión el 8 de julio, aniversario de la muerte de mi padre. Juramos y primer Consejo de Ministros, aunque el primero operativo lo hicimos el 25 de julio, día de Santiago. Van los Reyes a Santiago. Landelino y yo vamos de ministros de jornada y los Reyes nos invitan. Y sucede algo interesante, que nunca he contado. Yo creía que en aquel primer momento había que hacer signos para que el país se diera cuenta de por dónde andábamos. Y como de golpe no podías decir "¡democracia, partidos...!", porque se hubiera armado la de san Quintín, había que ir poco a poco. Llevo a La Coruña varios decretos sobre la recuperación de todos los catedráticos que habían sido expulsados, purgados, de la Universidad, o que habían dejado la cátedra por estar en desacuerdo, como le pasó a Valverde, en la cátedra de Estética de Barcelona. Montamos los decretos, con Sebastián Martín Retortillo, administrativista. Estábamos con los Reyes, tomando café, y yo, con la inexperiencia tan tremenda que tenía, pienso: "Voy a preguntárselo, al Rey, no vaya a ser que monte un lío con los decretos". En un momento de silencio le digo: "Señor quería hacerle una pregunta". "Lo que quieras". "Es que mañana, en el Consejo de Ministros voy a llevar los decretos de recuperación de todos los catedráticos expulsados...". "Ése es tu problema, Aurelio". O sea, el Rey reina, pero no gobierna. "¡Ah, muchas gracias señor, muchas gracias" y me dije a mí mismo: "Mañana, me llevo todos los decretos, y si es mi problema, que sea lo que Dios quiera"».

l La primera entrevista. «Los decretos fueron aprobados al día siguiente y, después, sucedió otra cosa curiosa. Una periodista importante, catalana, me pide una entrevista allí mismo. "Lo que usted quiera". Yo no tenía ni idea de esas cosas. "¿Qué opina usted del servicio nacional del trigo?". "Está muy bien, ha permitido estimular la producción, distribuirla, fijar un criterio de precios...". Segunda pregunta: "¿Qué opina de la concentración parcelaria?". "Encantado; solamente si unimos los pequeños cultivos en unidades de cultivo tendremos más producción y menos gasto; una medida muy adecuada". Cuando iba a hacerme otra pregunta de ese estilo, me notó extrañado. "Pero, ¿no es el ministro de Agricultura?". "No, soy el de Educación". Entonces, ella pasó unas hojas del bloc y me preguntó: "¿Qué opina del estado de la Universidad?". "De eso no tengo opinión"».