Oviedo,

A. MENÉNDEZ

Francisco Álvarez-Cascos aprovechó el acto de entrega de las últimas «Sardinas de oro» de la asociación avilesina «Sabugo, ¡Tente Firme!» para agitar la vida política asturiana. Fue el pasado día 12 de junio en el teatro Palacio Valdés.

El que fuera todopoderoso secretario general del Partido Popular recordó sus mejores tiempos con una intervención en la que delante del presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, arremetió contra «los incumplimientos» y «los retrasos» de los gobiernos socialistas en infraestructuras, su gran pasión política.

El día 14 de junio, en una entrevista concedida a LA NUEVA ESPAÑA, remató la faena iniciada en su intervención: «Espero que los asturianos pidan cuentas a los responsables de la tropelía de El Musel», dijo. Y añadió: «Están anulando el futuro ferroviario de Asturias».

Pero Álvarez-Cascos aprovechó también su discurso en Avilés para, citando «El Quijote», reivindicarse ante su partido y dejar entrever ciertas intenciones de futuro, difíciles de entender en aquel momento y más claras ahora.

En los primeros minutos de su larga intervención, Francisco Álvarez-Cascos dio un repaso a su trayectoria y dijo: «Siempre actué atraído por mi Dulcinea del Toboso política, el Partido Popular, el único partido de mi vida».

Al terminar, volvió al texto de Cervantes. «Remato con palabras de gratitud, que son las que Cervantes puso en boca del ingenioso hidalgo en aquella ocasión: "De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud. Dígolo porque ya habéis visto, señores, con manifiesta experiencia, el que de mí habéis recibido; en pago del cual querría, y es mi voluntad, que, cargados de esa cadena que quité de vuestros cuellos, luego os pongáis en camino y vayáis a la ciudad del Toboso, y allí os presentéis ante la señora Dulcinea del Toboso, y le digáis que su caballero, el de la triste figura, se le envía a encomendar, y le contéis, punto por punto, todos los que ha tenido esta famosa aventura hasta ponernos en la deseada libertad; y, hecho esto, os podréis ir donde quisiéredes, a la buena ventura».