Oviedo, J. A. A.

Uno de los compromisos del Gobierno central es que todas las autonomías saldrán ganando, recibirán más dinero con el nuevo modelo. Si es así, ¿por qué entonces tantos reparos y tantos tira y afloja? La respuesta es sencilla: la apuesta por la población como criterio preferente y la introducción de revisiones anuales y quinquenales obligan a las autonomías a atar todos los cabos para que el incremento prometido por el Gobierno se mantenga en los ejercicios futuros.

La tarea no es nada sencilla para autonomías como Asturias, que, desde el anterior modelo del año 1999, ha perdido un 0,6 por ciento de su población. De ahí que el Principado y otras autonomías con un crecimiento demográfico muy débil traten de incluir o reforzar variables como el envejecimiento, la dispersión, la población por debajo de 18 años o la población emigrante. El Principado avanzó semanas atrás que el Gobierno ha aceptado incluir por primera vez el sobreenvejecimiento, los mayores de 75 años, en el futuro reparto del gasto sanitario. Jaime Rabanal destacó que «sólo con esto ya sería para darnos por satisfechos», pero también asumió que «hay que seguir reivindicando una mayor ponderación para la dispersión». La consejera de Hacienda de Castilla y León explica el porqué de esa pelea. «Valorar sólo el envejecimiento, a la larga, puede tener trampa para autonomías que apenas crecen, ya que la población envejecida disminuirá y con las revisiones anuales corremos el riesgo de perder recursos. Por eso estamos en contra de revisiones anuales del modelo».

En la actualidad, la dispersión, un criterio que no está sometido a vaivenes como el de la población o el envejecimiento, pondera un 1,2 por ciento, pero sólo sobre el 50 por ciento del total de fondos a repartir. Galicia y Asturias aspiran a que dicha ponderación alcance al reparto de todos los recursos del futuro modelo. La aceptación de esa reivindicación supondría un colchón para Asturias, Galicia, Castilla y León y Extremadura, los pobres.