Oviedo,

M. PALICIO

La música la pone Asturias. La ascensión a los altares del beato Rafael Arnaiz Barón (1911-1938), el monje burgalés que creció en Oviedo, sacará la banda sonora del violonchelo de Brígida Rodríguez Uría, una ovetense que reside en Alemania y tocará mañana, en las vísperas de la canonización, durante la misa de peregrinos que se oficiará en la iglesia de Il Gesù, de Roma. Al día siguiente, a las diez de la mañana, el Papa Benedicto XVI presidirá en la plaza de San Pedro del Vaticano el acto de canonización de Rafael Arnaiz, que vivió en Oviedo durante su infancia y adolescencia a causa del traslado laboral de su padre y que, tras ingresar en el monasterio trapense de San Isidro de Dueñas, en Palencia, se consagró a la vida monástica y dejó escritos que, tras alcanzar gran difusión, acabaron por consagrarle entre los grandes místicos del siglo XX, a pesar de que su precaria salud y su prematura muerte detuvieron su carrera a los 27 años.

El violonchelo de Brígida Rodríguez estará mañana a su lado y no por casualidad. Hija de Amparo Uría, que conoció en el Oviedo de mediados de siglo a la madre del hermano Rafael, Mercedes Barón, Brígida profundizó en el saber sobre la vida y la obra de Arnaiz de la mano de Ingrid Mohr, una religiosa alemana que fue definida como «la voz alemana del beato Rafael». Ella tradujo a su idioma los textos del beato tras comprobar lo mucho que sus reflexiones sobre la enfermedad reconfortaban a una monja de su congregación que padecía cáncer de huesos.

En Roma, aguardando los actos centrales del ceremonial de canonización, se encuentra ya una buena parte de los fieles asturianos que asistirán el domingo a la canonización. Junto a ellos, también espera en la capital italiana la familia directa que le queda a Rafael Arnaiz Barón. Son, sobre todo, los descendientes de su hermano Leopoldo, que tuvo doce hijos -los otros dos hermanos del beato escogieron también la vida monástica- y forman un numeroso grupo de 63 personas.