Gijón, M. CASTRO

El futuro energético de la Unión Europea está en el mar. En el viento marino, en especial, el del mar del Norte y el del Báltico, en los que países como Gran Bretaña, Alemania, Holanda o Dinamarca proyectan construir «granjas» de aerogeneradores. La Agencia Europea de Medio Ambiente estima que en 2030 se podría llegar a obtener de esos aerogeneradores marinos, de forma rentable, el 80% de la electricidad que se prevé que consuma entonces la Unión Europea. Aunque no son tan optimistas, países como Alemania estiman que el 15% de su consumo energético sí se obtendrá del viento marino para esa fecha. En cualquier caso, se trata de una actividad que va a tener un gran potencial de negocio, abierto a nuevos desarrollos tecnológicos de los que la industria asturiana no quiere quedarse al margen.

Un negocio que se puede convertir en la gran oportunidad, en especial para la industria del metal de la región, debido a las grandes piezas de calderería que se requieren para anclar al fondo marino los molinos de viento (ver gráfico).

El negocio eólico no es ajeno a Asturias. El grupo Daniel Alonso, asociado con Gamesa en la empresa Windar Renovables, es uno de los principales fabricantes mundiales de fustes (los grandes cilindros que sostienen la turbina), un negocio que va viento en popa para el grupo asturiano, a pesar de que los fustes sólo suponen el 5% del valor añadido de un aerogenerador terrestre. La parte del león del negocio (el 80% del valor) se la llevan los tecnólogos que fabrican las turbinas (rotor y aspas), un sector sin presencia fabril en la región y con un desarrollo tecnológico muy maduro.

El reparto de la tostada, sin embargo, cambia en el caso de los aerogeneradores marinos, donde la estructura supone un 28% del valor del mismo debido a los anclajes necesarios para sujetar la torre eólica al fondo del mar, según fuentes de Acciona, uno de los líderes del negocio eólico e integrante del «cluster» de la energía creado en Asturias, una oportunidad de oro para compañías como la gijonesa Idesa, que ya ha realizado sus propios desarrollos en este campo, aunque aún no ha conseguido ningún contrato. El Tallerón de Duro Felguera o cualquier empresa especializada en la fabricación de grandes piezas metálicas o las que realizan los acabados de las mismas tendrán ahí un nuevo mercado. Idesa y Duro Felguera son dos de las firmas que forman parte del «cluster» de la energía creado en Asturias, que ha obtenido una ayuda del Ministerio de Ciencia y Tecnología para hacer realidad en torno a la Universidad de Oviedo un proyecto para el desarrollo de tecnologías que permitan el aprovechamiento de energías marinas. Una parte fundamental del proyecto será la construcción de un laboratorio eólico en algún punto de la costa asturiana. El objetivo no es poblar el Cantábrico de molinos de viento, es exportar.

El bocado también es apetecible para las empresas que elaboran equipos eléctricos, dado que ahí está otra de las tajadas importantes del negocio. La conexión a la red y la evacuación de la electricidad de los campos de aerogeneradores marinos suponen un 26% del valor añadido, frente al 6% de los parques eólicos terrestres. Algo a lo que están muy atentas compañías como TSK o el grupo Temper.

La generación eólica en alta mar es más rentable que en tierra, debido a que los vientos son constantes. De ahí el atractivo de estos proyectos. El desarrollo tecnológico que requerirán implica conseguir anclajes al fondo marino que resistan las corrientes, las mareas y el oleaje, además de la geotecnia. Hacer torres teniendo en cuenta los riegos de choques con barcos o icebergs, desarrollar materiales que resistan la salinidad y la humedad, además de las bajas temperaturas. En cuanto a las turbinas, las palas son distintas de las que se usan en tierra, por las turbulencias.