Oviedo, L. Á. VEGA

Las turberas de las Tablas de Daimiel, en Ciudad Real, arden desde hace meses, sin que se hayan tomado medidas para apagar un fuego que se debe sobre todo a la ausencia de lluvias y los excesos agropecuarios. Asturias tiene experiencia en cuestión de incendios subterráneos, que en ocasiones se prolongan durante años. Ahí está por ejemplo el caso de la capa octava del pozo San Nicolás, en Ablaña (Mieres), la explotación de la gran tragedia de 1995, en la que murieron catorce mineros muertos. Esta capa octava sufre un incendio desde 1992 que no ha podido ser apagado en su totalidad, aunque está controlado.

El pozo Mosquitera, en Langreo, también sufrió un largo incendio (duró dos años), tras una explosión que se llevó por delante a cuatro trabajadores, en diciembre de 1989. En el interior del pozo se alcanzaron temperaturas de hasta 2.000 grados. Sus 1.200 trabajadores tuvieron que ser trasladados a otras explotaciones y el Mosquitera tuvo que ser finalmente cerrado.

El pozo Candín sufrió un fenómeno de autocombustión (el incendio del carbón recalentado al contacto con el oxígeno) hace pocos meses, sin mayores consecuencias, y el pozo Monsacro, en Riosa, tuvo que ser cerrado en 1998 por un fuego similar, que duró un mes. Fuera de Asturias, una de las explotaciones de la Hullera Vasco Leonesa, en León, sufre también un incendio en capa, que está controlado.

La extinción de estos incendios es muy difícil, según señala el responsable de la Brigada de Salvamento Minero de Hunosa, Francisco Gómez. «Como decimos nosotros, el carbón no se apaga nunca», indica Gómez. «A lo sumo se puede mantener el fuego confinado, en estado latente, a una temperatura alta, pero sin llegar a la de combustión», añade. De hecho, se tiene constancia de incendios en minas que se han mantenido activos durante la friolera de 180 años, como en el caso de una explotación china, cuyo fuego fue apagado en 2007 tras un trabajo de diez años.

Los incendios en minas son difíciles de localizar y el gran problema es la ventilación. Lo más normal es la imposibilidad de «un ataque directo a la capa de mineral afectada por el fuego», indica Gómez, por lo que se hace necesario «un ataque indirecto», mediante la disposición de tabiques y posterior sellado de la pared con una espuma especial, similar al poliuretano. El entabicado, señala Gómez, tiene como objetivo la eliminación del aporte de oxígeno, lo que limita y termina ahogando la combustión del carbón.

Otra forma de crear una atmósfera inerte que dificulte la combustión consiste en inyectar nitrógeno y agua en la capa afectada por el fuego. «La evaporación del agua también contribuye a la extinción de las llamas», añade Francisco Gómez, que participó en la extinción de un fuego en el plano Modesta, que se prolongó durante más de una semana. «El rescate de los afectados fue complicado, aunque rápido. El problema del humo se solventó dirigiendo el aire a donde convenía», indica.

También en Asturias han ardido turberas. Se dice que un incendio hacia 1730 en los montes de Carbayín, en la divisoria entre Siero y Langreo, y la persistencia de un fuego subterráneo, hizo descubrir la riqueza carbonífera de las cuencas mineras. Y merece ser mencionado un extraño fenómeno, el del «mechero de Saús, en Carbayín (Siero), una extraña llama que surge de las entrañas de la tierra y que fue descubierta a finales de los años setenta, tras un incendio en la zona. Se han barajado diversas explicaciones, como la combustión de grisú, procedente de viejas explotaciones de la zona, aunque también un incendio subterráneo.

Pozo San Nicolás

La capa octava del pozo San Nicolás, la de mayor producción, sufre un incendio desde el año 1992. En todo este tiempo se ha tratado de extinguir las llamas mediante el entabicado y acotación del fuego, así como la inyección de nitrógeno y agua. En 2006 se produjo un pequeño accidente relacionado con este incendio.

Pozo Mosquitera

El fuego declarado a raíz de la explosión que costó la vida a cuatro mineros en diciembre de 1989 no pudo ser extinguido hasta dos años después. El pozo fue cerrado a raíz de aquel siniestro.

Pozo Monsacro

Un incendio en 1998 obligó a cerrar la explotación riosana durante un mes. El pozo está conectado con la capa octava del pozo San Nicolás.

Pozo Modesta

Sufrió un accidente en abril de 2007 y un incendio que duró más de una semana.