Gijón, J. M.

El nuevo arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, salió en su carta pastoral de esta semana en defensa sin paliativos de Juan Ignacio Munilla, nuevo obispo de San Sebastián, cuyo nombramiento ha sido fuertemente contestado por buena parte del clero donostiarra, en su mayoría nacionalista.

Sanz Montes califica dicha reacción de «exceso desmedido en todo punto» y relata que conoce a Munilla «desde el Seminario donde coincidimos en Toledo; él fue allí desde su Guipúzcoa natal para obedecer al entonces obispo de San Sebastián, que fue quien le envió».

Mediante un texto claro y rotundo en ocasiones, Sanz Montes cuenta que «su trabajo como párroco en Zumárraga le hizo famoso, pero no por la proximidad o lejanía a los postulados políticos de uno u otro signo, sino por anunciar a Jesucristo». Agrega que la identidad de Munilla «no era reaccionaria, ni beligerante, ni politiquera. Era sencillamente eclesial».

El nuevo mitrado ovetense se lamenta de que «los que practicaban la hostilidad hacia la Iglesia tenían enfrente a este sacerdote joven de sólidas convicciones y de profunda espiritualidad». Sanz Montes entra de lleno en el asunto al afirmar que «los que dentro de la Iglesia mantenían ambigüedades o claras disidencias en el campo litúrgico, sacramental, pastoral o teológico (y los había en todos los estamentos sin excluir ninguno) tenían también enfrente a José Ignacio Munilla».

En su opinión, el nuevo obispo donostiarra fue «denostado por la minoría del "aparato" político y clerical», que además ha roto «con la tradición de un pueblo particularmente religioso y eclesial». A continuación se pregunta: «¿Por qué era tan "molesto" Munilla?», y eleva el tono de su escrito al agregar con crudeza: «¿Tenía acaso Munilla un zulo de inquisición, organizaba guerrillas pastorales o entrenaba a terroristas de incensario?». Sanz Montes asegura de su compañero de episcopado que «vive su sacerdocio con toda pasión y fidelidad, reza, estudia, sabe dar razón de su esperanza y sabe dar testimonio de su fe de tantos modos, incluyendo los medios de comunicación».

El arzobispo ovetense concluye su exposición con que los obispos «podemos ser objeto del pim-pam-pum de turno, fuera y dentro de la Iglesia, cuando a alguien no le gusta lo que decimos y firmamos». En tales casos, «la tentación es callarse o hablar de lugares comunes y piadosos, pero el Señor nos da la gracia de la fortaleza sin hacernos prepotentes, la gracia de la firmeza sin caer en la dureza, la gracia de la ternura misericordiosa sin caer en el sentimentalismo».