Busto (Valdés),

«Cierro los ojos y vuelvo a pensar en el mundo exterior. La imaginación me lleva al faro de Busto. El truco no funciona. En seguida me tengo que levantar». Lo escribió el activista de Greenpeace Juan López de Uralde durante su experiencia entre rejas. El Cabo Busto, uno de los más conocidos del occidente asturiano, atesora un paisaje sin igual.

La casa del farero, donde la tierra deja de existir, es uno de los reclamos turísticos del concejo de Valdés. Durante el verano, acostumbran a visitar la zona miles de personas atraídas por una belleza natural a tener muy en cuenta (son famosos los atardeceres). Su farero es, además, el único que todavía ejerce tal profesión en Asturias y esto añade atractivo al lugar.

El farero, José Ramón Menéndez, es conocedor de esta realidad, pero, lejos de añadir nostalgia a tal situación, comenta que ahora está a punto de jubilarse y tiene ganas de que llegue este tiempo. La sensación de sentirse solo en tierra de faros, pesca y mar ha podido con él. «Ese reclamo que agobia», dice. Pero no a sus amigos, que, como López de Uralde, llevan al Cabo Busto entre sus mejores recuerdos. Todo un lujo para Valdés, también para el farero, artífice de que el activista disfrute de este paraje sin prisa, con casa y con siesta. Un lujo sólo al alcance de fareros y cuyo recuerdo llega hasta los momentos en que se anula la libertad. No es para menos. El Cabo Busto y su entorno podrían ser su imagen.