San Juan de la Arena / Gijón,

Ignacio PULIDO

El descenso de capturas de angula es una realidad en todos los ríos del mundo. La precariedad de la especie -constatada durante las últimas costeras- ha llevado a la Unión Europea (UE) a establecer un reglamento que obliga a realizar un plan de gestión de la anguila en todos los países comunitarios. Entre las medidas propuestas, se contempla la repoblación de los cursos fluviales, para lo cual se llegará a destinar un 60 por ciento de los ejemplares capturados durante la temporada.

Durante los últimos dos años, la Dirección General de Pesca del Principado ha experimentado en sus dependencias de Gijón con el engorde de angulas en cautividad, una práctica ampliamente extendida en la industria piscícola de otros países e incluso de comunidades autónomas como la valenciana, de donde las anguilas son exportadas al mercado asiático.

A lo largo de la pasada costera, tres kilogramos de angula del Nalón y otros tres del Sella fueron adquiridos por el Principado para hacer realidad este experimento de engorde. Alrededor de unos 20.000 ejemplares fueron criados en un banco de pruebas de la Dirección General de Pesca, donde varios biólogos se encargaron de seguir de cerca las distintas fases del proceso.

Como resultado, se ha constatado que técnicamente es posible engordar a los alevines en cautividad e incluso hacer realidad esta experiencia en viveros adaptados por las cofradías. A pesar de todo, es probable que este año no se repita la prueba. «El Ministerio aún no ha aprobado los mecanismos para determinar los precios y el modo de compra de las angulas», advierte José Luis Menéndez, jefe del servicio de ordenación pesquera.

El proceso ha sido meticulosamente estudiado por los especialistas. «Durante la toma de contacto, las angulas son depositadas en tanques con agua salada. Poco a poco, se va descendiendo el grado de salinidad, hasta que el agua es dulce», señala Fernando Jiménez, biólogo de la Dirección General de Pesca. La instalación donde los ejemplares son criados cuenta con dos conexiones de agua: una salada llegada directamente del mar y otra de la red de agua potable que debe ser desclorada antes de entrar en los depósitos. «Una vez en los tanques, esta agua se oxigena y se mantiene a una temperatura ideal de unos 20 a 24 grados centígrados», comenta Jiménez, quien añade que cada jornada se debe medir el nivel de oxigenación de la misma, el pH (medida de la acidez o basicidad de la solución) y la temperatura.

En el proceso de engorde, las angulas son alimentadas con huevas de merluza los primeros veinte días de cautiverio y después se emplea un pienso específico que posee diferentes granulometrías en función de la edad de los ejemplares. «Alimentamos a los alevines con unos comederos automáticos que diseminan el pienso en los tanques con la ayuda de un reloj», afirma Fernando Jiménez.

Según el equipo encargado del experimento, se están registrando unos índices de mortandad muy reducidos, apenas dos o tres angulas por día y tanque. Cada cierto tiempo se hace un muestreo de la talla, el peso y el incremento de biomasa de los alevines, que en dos meses adquieren una envergadura considerable. Por otra parte, las anguilas pueden ser atacadas por bacterias y por hongos. «En agua dulce son atacadas por hongos que eliminamos dándoles un baño de agua salada. En otra ocasión tuvimos que tratar con antibióticos un ataque bacteriano», señala Fernando Jiménez.

Cuando las anguilas son liberadas, su seguimiento es casi imposible. «En países como Francia, los ejemplares adultos son marcados y pueden ser seguidos. Aquí, las reducidas dimensiones de los alevines engordados (10 o 15 centímetros) nos impiden realizar esta práctica por lo que tan sólo podemos estudiar las poblaciones cuando Medio Ambiente realiza pescas eléctricas de salmones y truchas», comenta Jiménez.

Hasta el momento, criar anguilas en cautividad desde la fase larval hasta la fase de anguila plateada es una quimera debido a la complejidad del proceso, que se puede prolongar de 12 a 20 años, lo que hace imposible su recreación en piscifactoría. Las larvas o leptocéfalos nacen en el mar de los Sargazos y viajan hasta los ríos de todo el mundo. Una vez que llegan a las bocanas de las rías, se produce la metamorfosis de esta especie alcanzándose el estadio conocido como angula de cristal. Tras remontar los cauces fluviales, las angulas se convierten en anguilas amarillas, punto a partir del cual comienza a tener lugar la diferenciación sexual. Finalmente, las anguilas adultas o plateadas regresan a los Sargazos, en cuyas profundidades tiene lugar la puesta y reproducción.

De izquierda a derecha, tres imágenes del proceso de engorde. El biólogo Fernando Jiménez, junto al tanque de cría; el comedero automático, y ejemplares engordados en cautividad.