Oviedo, Marcos PALICIO

Hugo Chávez los tiene «completamente desorientados» y no sólo porque a algunos les siga cortando la luz tres horas cada dos días. Asturianos residentes en Venezuela llaman «incertidumbre» o «caos», según los grados de la alarma, a la repercusión social que ha tenido en el país la devaluación del bolívar frente al dólar decretada esta semana por el Gobierno de Chávez. En la calle, dicen, el nuevo tipo de cambio se ve en el miedo de la población lanzada hacia los comercios por temor a la inflación o en la reacción del Gobierno ordenando el cierre -«expropiación», dice el presidente- de decenas de negocios bajo la acusación de subir los precios. Y en esos cortes selectivos de electricidad que no ayudan y que todavía ayer sufría todo el país, a excepción de Caracas. La sequía es el motivo oficial de este racionamiento eléctrico que pone música a la zozobra por la depreciación de la moneda venezolana, pero hay otras versiones. José Rodríguez, empresario sierense con 49 años de vida en Venezuela, opone que «no se ha invertido lo que se debería» en el mantenimiento de las instalaciones del sector energético, controlado por el Estado, y que «el problema se mantendría, aunque los embalses estuviesen llenos».

El Gobierno rectificó su primera medida y ya no corta la luz en la capital, pero sí en el resto de un país sobrecogido por la última revelación de su presidente. El ejemplo de la incertidumbre lo tiene Pepe Rodríguez en su empresa de equipos de refrigeración y aire acondicionado, donde «todavía no hemos empezado a trabajar este año, estamos completamente desorientados». El industrial poleso, que espera poder buscar la normalidad a partir de mañana, pronostica, sin embargo, barreras con forma de «impedimentos para las importaciones» y dificultades para las ventas: «No sabemos qué hacer con la mercancía», asegura. Como la suya, «muchas empresas aún no han abierto después de Navidad» y el país se obliga mientras tanto a combatir el miedo de la población, «normal en un país con una inflación tan enorme -próxima al treinta por ciento, la más alta de América-», analiza Pepe Rodríguez. «El dinero en el banco no da resultado y el temor a una explosión de la inflación hace que la gente salga a comprar». A partir de ahora, pronostica, «habrá que trabajar con mucha cautela para no descapitalizarse».

El emigrante sierense ve «muy difícil» que la popularidad del presidente Chávez se resienta gravemente de estos conflictos. «Él tiene un cuerpo de gente muy fiel que lo apoya», argumenta, «aunque hay que tener en cuenta que todos estos problemas van a afectar prioritariamente a las clases más bajas», apunta. «Por lo menos», se consuela mirando desde la distancia el invierno frío de su tierra, «aquí tenemos calor. Calor por fuera y por dentro».

Recién llegada al país sudamericano desde Oviedo, Rosario Fuentes se topó ayer con el «caos» en Maturín, una ciudad del estado de Monagas a seiscientos kilómetros de Caracas. Ella, empresaria afincada en Asturias y emigrante retornada, habla con la experiencia de sus viajes frecuentes a Venezuela y de este último en el que ha descubierto que a la repercusión de la devaluación del bolívar se siguen sumando en Maturín los cortes intermitentes de luz y hasta los de agua. También ella vincula el racionamiento energético más con el estado precario de las infraestructuras de abastecimiento que con la falta de lluvias, pero matiza que «si el mantenimiento es inexistente no es porque no se haya invertido el dinero, sino porque se ha quedado por el camino, porque no ha llegado a su destino. Aquí la corrupción es tremenda», explica.

Unas pocas horas en el país ya le han dado para hacerse una idea de los efectos de una depreciación que, aclara Fuentes, «es sólo para el pueblo. El Estado tiene su dólar preferencial y no le afectará el cambio». A su juicio, la consideración social del presidente venezolano «tiene que haberse resentido» a pesar de esa estrategia de persuasión por agotamiento que lo lleva a «hablar todos los días tres o cuatro horas» a su población empobrecida «en un ochenta por ciento», asegura Rosario Fuentes.

El Chávez televisivo, el presentador del programa «Aló, presidente», se dirige a un pueblo «muy acostumbrado a las dificultades», tercia Luis Martínez Niembro, del concejo de Onís, emigrante desde hace 45 años y actual presidente del Centro Asturiano de Caracas. Para él, «la situación no es más difícil que la del año pasado o los anteriores. Hay problemas nuevos, como el racionamiento eléctrico, porque no se tomaron las previsiones necesarias, no ha llovido y falta el agua, pero no hay que alarmarse».

La población, admite, «se angustia muy rápidamente y cualquier rumor los pone nerviosos, de forma que hasta salen a comprar cosas que ni siquiera necesitan». Martínez, será que «llevo aquí desde muy joven», trata de tomarse los obstáculos «con tranquilidad» y mira el reverso de la moneda depreciada cuando descubre a «muchos comerciantes sin escrúpulos», que tratan de aprovecharse de la situación, y a los que la Guardia Nacional «trata de frenar» saliendo a cerrar negocios. «Se habla» de que la imagen de Chávez puede llegar a devaluarse, reconoce el presidente del Centro Asturiano caraqueño, «pero uno no cree en todas las encuestas y en todo lo que se dice. Nosotros, en el Centro, seguimos trabajando ante las adversidades».

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